Mislead {Cap.1}
Hacía un calor infernal para ser principios de Septiembre en Dakota del sur, pensó John Winchester. Él y sus dos hijos, Dean de 19 y Sam de 15, llevaban ya 4 días en la casa de Bobby Singer.
John y Bobby realizaban una investigación sobre unas muertes ocurridas en su antiguo pueblo natal Lawrence, Kansas.
John y Bobby realizaban una investigación sobre unas muertes ocurridas en su antiguo pueblo natal Lawrence, Kansas.
Los dos adolescentes estaban aburridos y conforme pasaban los días las discusiones entre ambos eran cada vez más frecuentes. Dean disfrutaba molestando a su hermano sobre sus gustos con las chicas, música pero especialmente con la lectura, algo que Sam adoraba.
Cansado de las continuas discusiones de los muchachos, el mayor de los Winchester les ordeno salir al patio y limpiar las armas. Eso les daría a los dos cazadores algo de calma para poder seguir con su investigación.
Sam se encontraba sentado en el suelo, un hilo de sangre corría por su antebrazo, frente a él estaba Dean con un cuchillo en su mano derecha. El padre de inmediato se arrodillo junto al chico para examinar la herida.
—¿Que pasó, Dean? …déjame ver —dijo mirando a ambos chicos.
Sin esperar a que el muchacho le extendiera el brazo, lo tomó para examinar la herida. Bobby se encontraba a su lado extendiéndole el botiquín de primeros auxilios. Solo es un rasguño— pensó aliviado John.
—Tuviste suerte que solo fuera un rasguño, les di una orden —regañaba John a su hijo mientras aplicaba el desinfectante, Sam se movía incomodo en el suelo aguantando en silencio la curación, avergonzado por el trato puntilloso de su padre como si fuera un niñito con las rodillas raspadas y más porque Bobby fuera testigo de ello.
No era la primera vez que alguno de ellos salía lastimado durante un entrenamiento y seguro no iba a ser la última, Dean de inmediato para evitar que siguiera regañando a su hermanito, le dijo que estaban entrenando antes de limpiar las armas.
—¿Estaban jugando o entrenaban?— preguntó de manera severa mientras devolvía a Bobby el botiquín.
El hombre no dijo una sola palabra mientras entraban en la casa, podía simpatizar con el chico, pero cuando se trataba de seguridad, John tenía todo su apoyo.
—Fue un accidente —decía Sam mirando el suelo. John volteo a ver a Dean esperando una explicación de sus acciones pero Dean guardo silencio.
—Bien, como ninguno de los dos tiene nada más que decir, quiero que se vayan a su cuarto, yo les subiré la cena más tarde —dijo dándoles una mirada de advertencia cuando intentaron protestar, dos pares de ojos verdes brillaron de indignación pero ambos chicos se contuvieron de interrumpirlo, Satisfecho agrego: —Después de cenar, los quiero dormidos.
Ninguno de los dos pudo ocultar su disgusto de ser enviados a la cama temprano como niños malhumorados.
—Ni siquiera ha oscurecido— objetó Sam.
Dean no replicó pero se veía que estaba furioso, se veía que trataba de contener su frustración—. Después los voy a ver y más vale que estén dormidos.
—Sí, señor— dijeron ambos y dándole una mirada rápida a Bobby, salieron de la habitación.
—Creo que no les gustó nada —Singer remarcó, mientras escuchaban como subían las escaleras—. Vamos Johnny, —le dijo el otro cazador mientras le palmeaba la espalda—, los chicos van a tener una buena noche de descanso. Tiempo para que nos tomemos una cerveza y descansemos nosotros también.
Algo de la tensión que sentía se relajó de los hombros de John, la sugerencia era aceptada.
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Pasaba de la medianoche cuando John bajaba las escaleras tratando de no hacer ruido, el otro cazador estaba sentado en la cocina, mirando divertido al ex marine, empujo una silla con el pie, John se aclaró la garganta fingiendo que no había sido sorprendido rondando a los chicos.
—¿Fuiste a ver a tus cachorros? —Dijo mientras se estiraba ante el fuego de la chimenea. Las noches eran frías en esta época del año, y los dos hombres disfrutaban hacerse compañía mientras miraban el fuego.
—Están fulminados— dijo John incapaz de evitar la sonrisa de satisfacción.
—¡Esos chicos te han visto la cara! —Bobby se rió—. Están despiertos, te lo apuesto —le comentó. Dean obedecía las órdenes de su padre sin replicar pero con Sammy era diferente.
John iba a negar la afirmación del otro cazador cuando apenas audibles, escucho unos pasos en la habitación de arriba y la voz del mayor que susurraba.
—¡Qué te dije! —Bobby exclamó tomando otro trago de su cerveza.
John levanto la vista al techo con el ceño fruncido. Ni de niño la hora de dormir era un problema con Dean, el chico amaba dormir. John subió de nuevo las escaleras, calladamente abrió la puerta del cuarto de invitados de Bobby. La cama de Dean como se lo imaginaba, estaba vacía. Al mirar al otro lado del cuarto, encontró a Dean con uno de los viejos libros de Bobby.
El chico vestía una camiseta vieja y los pantalones de la pijama, mientras leía balanceaba un pie descalzo con el cabello color arena despeinado y revuelto.
El chico se veía dolorosamente joven a los ojos del ex marine, Dean desde sus primeros años en la adolescencia tuvo que convertirse en un cazador. John contuvo un suspiro, Bobby tenía razón.
—Deberías usar zapatos o mejor aún, estar dormido —dijo en voz baja.
Dean brincó, tirando al suelo el libro, en sus ojos se reflejaba remordimiento cuando volteo a ver a John—. Ah, no es lo que piensas —dijo rápidamente.
—Oh, ¿no? —preguntando mientras entraba al cuarto y cerraba la puerta tras él. Se sentó junto al chico—. Entonces, ¿no pretendías dormir hace un rato cuando vine a verte? —lo cuestionó levantando una ceja.
Dean esperaba que la poca luz que había en la habitación ocultara el rubor que sentía en su cara, se inclinó para levantar el libro del suelo y depositarlo en la silla junto a él. “El segundo al mando y me sorprenden levantado, increíble” pensó.
—Es lo que tú piensas— admitió, sin levantar la vista para ver a su padre—. Lo siento, no volverá a pasar —le dijo poniéndose de pie.
De pronto la casa entera comenzó a vibrar y se escuchó un sonido en extremo agudo.
— Quédate con tu hermano y no salgan —le ordeno. John salió disparado hacia el piso de abajo—. ¿Qué demonios está pasando Singer? —dice mientras evitaba ser aplastado por los libros que caían de los estantes.
De repente una luz muy intensa los cegó momentáneamente y así como empezó todo, se detuvo de golpe.
—John tenemos que hablar —dijo una voz detrás del cazador, sobresaltando a los dos hombres, quienes de inmediato se pusieron a la defensiva.
—¿Quién eres y cómo sabes mi nombre? —le cuestionó John al hombre que había aparecido en la sala.
El hombre frente a ellos, tenía una expresión seria, vestía de traje y gabardina.
—Papá ¿qué pasa? —decía Dean mientras comenzaba a bajar las escaleras seguido de cerca por su hermano, mirando con desconfianza al recién llegado.
—Regresen a su cuarto, no pasa nada —les ordenó su padre.
Al ver la mirada seria de John, ambos chicos decidieron no cuestionar la orden dada y regresaron a la habitación en silencio.
—Mi nombre es Castiel y soy un ángel del Señor —dijo dirigiéndole una mirada a Bobby, quien ya había desenfundado una escopeta—. Ni lo intentes, eso no me afecta, tenemos que hablar… a solas —repitió el ángel.
—No te creo, los Ángeles no existen dijo mientras lo miraba.
—Ese es tu problema John, que no tienes fe —respondió el ángel. De pronto se escuchó un estruendo y el ángel desplegó sus alas.
Los hombres vieron proyectada la sombra de estas en la pared.
—Bobby, podrías subir a calmar a los chicos… por favor —dijo sin quitar su vista de Castiel.
Era extraño pero ese personaje le infundía una paz que no había sentido en mucho tiempo. Una vez que el otro cazador se fue, el ángel continuo hablando.
—Debes decir a tus hijos la verdad… a los tres —John no pudo ocultar su asombro, como era posible que este ser supiera su secreto—. ¿Por qué? —preguntó el cazador.
—El demonio que mató a tu esposa, Azazel, ya descubrió donde está Sam y sabe también donde ocultaste a su hermana. Si quieres protegerlos, tienes que reunir a tu familia de nuevo, recuerda, es la única manera —y así como apareció, se fue.
John estaba inquieto con lo que le dijo el ángel, después de tantos años, no era posible. Él sabía que tarde o temprano esto pasaría, tenía que hacer algo.
Bobby, quién había escuchado todo, solo movió la cabeza pensando que no le gustaría estar en los zapatos de su amigo, dirigiéndose a la cocina, puso una carga en la cafetera, presentía que les esperaba una larga noche.
A primera hora de la mañana, los tres Winchester cargaban en silencio el Impala con sus cosas, ninguno de los chicos se atrevió a cuestionar el comportamiento de su padre, con una mirada se podían dar cuenta que estaba de pésimo humor. Una vez que terminaron, se despidieron de Bobby y partieron.
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John conducía en silencio con dirección al bar de los Harvelle, en Nebraska.
William y Ellen Harvelle eran amigos de los Winchester y de Bobby Singer, compartían la misma “profesión”, la cacería de seres sobrenaturales.
Los chicos estaban confundidos con el comportamiento de su padre, sabían que no era un buen momento para preguntar nada, se daban cuenta de que tan alterado estaba por la fuerza con la que apretaba el volante, tenía los nudillos blancos y no intento poner la familiar música en el radio.
¿Quién era el hombre con el que había hablado su padre?, se preguntaba Dean.
Al llegar al bar, el estado de ánimo de John cambió cuando una jovencita de la misma edad de Sam, salió a su encuentro.
— ¡Tío John, Sam, Dean, qué sorpresa! —Grito mientras abrazaba a los chicos, era Jo, hija única de los Harvelle.
Cuando llegó el turno de John, casi lo tira al suelo cuando prácticamente corrió a los brazos del cazador.
—Mamá, Papá, miren quienes llegaron —gritaba la niña.
William y Ellen salieron a su encuentro.
—Bobby nos llamó para contarnos de su venida —decía Will mientras su esposa besaba a ambos chicos en las mejillas y bromeaba con ellos.
—¡Te has convertido en un chico muy guapo Dean! ¿Qué… muchas chicas? —dijo mientras le guiñaba un ojo—. Y tu Sam, has crecido mucho desde la última vez que vinieron —dijo mientras alborotaba el cabello del chico.
Ambos chicos se ruborizaron provocando la risa de todos.
—Vamos amor, deja a los muchachos en paz —decía Will mientras le sonreía.
Dentro de la casa, que se encontraba en la parte posterior del bar, los adultos se acomodaron en la cocina, mientras los adolescentes se ponían al corriente de sus vidas en las sala.
Desde donde estaba sentado, John observaba a los muchachos, siempre le asombró la conexión entre los dos más jóvenes, algunas veces uno comenzaba una frase y el otro la terminaba, esto era algo que siempre sacaba de quicio a Dean desde pequeño.
John sintió que le sacudían el hombro, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Te preguntaba qué vamos a hacer? —lo cuestionaba la mujer a su lado mientras sus ojos cafés se llenaban de lágrimas.
Su marido la abrazo para consolarla. —Vamos cariño tranquilízate, sabíamos que tarde o temprano este día llegaría —le dijo tratando de que su voz no reflejara la angustia que él mismo sentía.
—Mamá… ¿Qué pasa? —exclamó la chica al ver a su madre con el rostro bañado en lágrimas. Los adultos ensimismados en sus pensamientos no se habían dado cuenta en que momento los tres chicos entraron en la cocina.
Sus miradas pasaban de un adulto a otro esperando una respuesta.
En la puerta de la entrada oyeron un golpe, Jo la abrió, encontrándose con Bobby y una atractiva morena, estaba sorprendida por la visita del otro cazador. Los condujo a la sala en silencio en donde ya se encontraban los demás.
—Chicos, tenemos que hablar con ustedes es sobre un secreto que hemos guardado por años y ha llegado el momento que ustedes lo sepan —les dijo Ellen mirando a los tres nerviosos adolescentes sentados frente a ella.
Dean miraba confundido a su padre sentado en la mesa de centro frente a él.
—¡¿Por qué quieres que está mujer me hipnotice, siempre has dicho que esas son estupideces y de repente crees en eso?! ¡No entiendo por qué quieres que recuerde la muerte de mamá! —dijo levantando cada vez más la voz, levantándose del sillón.
A John le partía el corazón ver la mirada de angustia en su hijo mayor, sabía que lo que le estaba pidiendo era demasiado doloroso para el chico, quien miraba al suelo tratando de esconder su mirada.
—Hijo, mírame, sabes que jamás te lo pediría si no fuera muy importante, ¿verdad? —levantando el rostro del angustiado muchacho tomándolo gentilmente de la barbilla para que lo mirara a los ojos.
—Okay, pa… sí, señor —corrigió el chico, sabiendo que era la respuesta que su padre esperaba, dócilmente volvió a sentarse en el sillón.
—No Dean, lo dijiste bien la primera vez —le dijo suavemente mientras masajeaba el cuello tenso de su hijo. Sabía que no había nada que Dean no hiciera por él y por eso se sentía culpable por hacer que reviviera ese momento.
La mujer que acompañaba a Bobby se llamaba Pamela y era una psíquica, le pidió a Dean que se recostara en el sillón y que cerrara los ojos y tratara de relajarse. El muchacho se retorcía en el sillón incómodo y avergonzado, sentía la mirada de todos.
La voz de Pamela era suave y relajante
—Dean, escúchame vamos a ir al pasado hasta la noche en que murió tu mamá. No tengas miedo, nada te puede pasar, voy a contar del cinco hacia atrás y cuando termine vamos a estar en esa noche. Cinco, cuatro…uno… Dean, ¿Dónde estás? —dijo la mujer mientras ante la mirada de todos, el muchacho de diecinueve años cambiaba de actitud por la de un niño pequeño, en su cara se reflejaba la despreocupación de la infancia.
Al escuchar su nombre, el chico contesto de inmediato, riendo.
—Estoy con mamá jugando en el cuarto de Sammy —decía con una actitud infantil.
John sonrió al recordar esa época, como le gustaba a Mary jugar con sus hijos, mirando con ternura al chico frente a él. Pamela le pedía con su voz suave a que continuara.
—Mami acostó a Sammy en su cuna, porque él es un bebé y no puede dormir todavía en cama como yo. Papi dice que yo soy grande, el hermano mayor — aclaró con orgullo infantil, provocando las risas de Jo y Sam, que al ver las miradas de los hombres, decidieron que era mejor guardar silencio.
La mujer retomo su “plática” con el chico.
—Dean cariño, ¿Qué más pasó? Cuéntame, ¿Había alguien más en el cuarto? —Le preguntaba la mujer—. Sí —respondió Dean con su modo infantil—. También está… Beth, mi hermanita… ¿Papi?…—el chico dudaba sobre sus recuerdos.
Dean se movía intranquilo, movía la cabeza como buscando a su papá en la habitación, John comenzó a frotar el brazo de su hijo mayor para tranquilizarlo.
—Aquí estoy hijo, papá está aquí contigo y no me voy a ir a ninguna parte, estás a salvo, cuéntale a la señorita que más paso —le decía mientras continuaba frotando el brazo de su muchacho.
El chico asintió, tranquilizándose al escuchar su voz.
—Papi acaba de llegar del trabajo y yo corro hacia él para que me levante. Quiere saber si Sammy está listo para jugar al football con nosotros —dijo el soltando una risita infantil.
John recordaba esa noche como si fuera ayer, le había dado las buenas noches a los gemelos y había acostado al pequeño Dean de cuatro años en su habitación, mientras Mary se preparaba para dormir. Él bajo a la sala para ver la televisión, esa noche pasaban una película de guerra.
Debió de haberse quedado dormido ya que el grito de Mary proveniente de la habitación de los gemelos, lo despertó. Corrió escaleras arriba, en donde sabía estaba su esposa, pero al entrar todo parecía estar en orden, fue primero a la cuna de Beth. La niña le sonrió al sentir su mano cálida en su cabello, después se acercó a la otra cuna en donde estaba el pequeño Sammy, extrañado notó que algo de color rojo goteaba junto al pequeño. Al voltear hacia arriba para ver qué era lo que goteaba. Vio con horror a su amada esposa pegada al techo, con una mancha de sangre en su vientre.
En ese momento el techo comenzó a arder en llamas y solo el llanto de los niños lo sacó del shock en el que se encontraba, tomó al pequeño Sam y corrió encontrándose a un Dean muy asustado, le puso en sus brazos al bebé y le ordenó que saliera de la casa con su hermano, lo más rápido que pudiera.
Mientras el pequeño corría escaleras abajo, él regresaba al cuarto para tomar a la niña en brazos, en ese momento se dio cuenta que nada podía hacer ya por su amada Mary y corrió rumbo a la calle en donde se encontraban sus otros dos pequeños.
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En la sala de los Harvelle, Pamela regresaba al presente a Dean. Éste abrazaba sus piernas con un brazo, mientras con el otro, se limpiaba las lágrimas que todavía corrían por sus mejillas.
—¿Tenemos una hermana? —preguntó confundido Sam—. Nunca hablaste de ella, ¿En dónde está? —dijo levantando la voz cada vez más, poniéndose de pie frente a John.
—¡Sam basta! Siéntate —le llamo la atención Will, con voz ronca—. Tenemos que hablar con los tres —dijo mientras dirigía la mirada hacia donde se encontraban Ellen y un apesadumbrado John Winchester.
Jo los escuchaba asombrada, no comprendía, ¿Qué relación existía entre su familia con la triste historia de los Winchester? Mientras su padre hablaba, ella observo la mirada de su madre, en sus ojos había algo raro, reflejaban angustia, miedo… ¿culpa?
De pronto todo cobro sentido para la jovencita, ¿Acaso era ella la pequeña de la que hablaban, por eso tío John jamás olvidaba su cumpleaños o una llamada en navidad? Se preguntaba. ¿Era ella Beth Winchester?
Se puso de pie, decidida a enfrentar a los adultos frente a ella, tenía que saber la verdad, le sudaban las palmas de sus manos, las froto contra sus jeans, tratando de calmar sus nervios.
—Papá... ¿que tengo yo que ver con todo esto, acaso… yo soy la hija de tío John y no tuya? —pregunto mientras contenía el aliento, Will se acercó a la jovencita que luchaba por detener las lágrimas.
Sam y Dean la voltearon a ver como si la chica estuviera diciendo incoherencias.
Ella era su niña, no quería perderla pero sabía que merecía saber la verdad.
—¿Jo, sabes que tu mamá y yo te amamos, verdad? —la chica asintió—. Bobby nos llamó hace 15 años y nos contó la historia de John, nos pidió que te cuidáramos en lo que averiguaban que mató a su esposa. Creían que si tú y Sammy estaban juntos corrían peligro, no pudimos negarnos, no sabíamos por cuanto tiempo sería, pero pasó el tiempo y decidimos junto con John, que sería más seguro si cambiábamos tu nombre y dejar que la gente pensara que eras nuestra hija, así te convertiste en Joanna Beth Harvelle y dejaste de ser Elizabeth Mary Winchester —le explico con voz suave, masajeando los hombros de la niña.
Las lágrimas corrían libremente por él que Jo pensó siempre como su padre.
Había escuchado suficiente, los sentimientos se agolpaban en su pecho, sentía ira, dolor, se sentía traicionada por las personas que más amaba en el mundo.
—Si esperas que corra hacia ti con los brazos abiertos y te diga te perdono “Papi” —dijo la chica dirigiéndole a John una mirada dura—, olvídalo, jamás te voy a perdonar que me abandonaras, lo oyes, jamás John Winchester, para mí nunca serás mi padre —diciendo esto, salió corriendo rumbo a su cuarto.
En la casa de los Harvelle, la tensión se podía sentir a lo lejos, todos guardaban silencio, Dean miraba a John con empatía, tratando de asimilar todos los recuerdos pero Sam estaba sentado en un rincón del sillón.
—¿Por qué? —preguntó, tenía los ojos cerrados pero entre sus largas pestañas, se escapaban gruesas lágrimas.
—¿Sam? —dijo John mientras se acercaba, el muchacho al sentir su proximidad saltó del sillón como si le quemara, alejándose de su padre.
Se sentía traicionado al igual que Jo.
—No es justo —dijo mientras negaba con la cabeza—. Tú siempre nos enseñaste que la familia era lo primero, que nos teníamos que cuidar entre nosotros —le gritaba el iracundo chico.
—Sam, basta —decía Dean, pero el muchacho estaba demasiado enojado para controlar en ese momento su carácter y continúo—. ¡Que no debe haber mentiras entre nosotros! —le reclamaba, en sus ojos verdes se reflejaba su dolor.
—¡Suficiente, Samuel! —grito a su vez John mientras le lanzaba una mirada de advertencia.
El muchacho lo miró directo a los ojos, desafiante.
—No papá, no es suficiente, no lo puedo creer, ¿cómo te atreviste a hacernos esto? ¡Eres un maldito hipócrita! —le gritó furioso.
John había escuchado suficiente, sabía que su muchacho tenía razón para estar enojado, entendía que estuviera dolido pero no podía permitir que le faltara al respeto, a pesar de todo seguía siendo su padre.
Dean miraba a su hermano como si hubiera perdido el juicio.
En tres grandes pasos, alcanzó a su hijo menor y tomándolo del brazo lo giro, dándole tres fuertes palmadas en el trasero.
—¡Hey! ¿Cuál es tu problema papá? ¿Qué, tengo diez años otra vez? —Exclamó soltando su brazo.
—Compórtate como un niño de diez y así serás tratado, sabes lo que opino de las rabietas —dijo John cruzando sus brazos sobre su pecho.
El jovencito no podía creer lo que su padre acababa de hacer, después de la bomba que les había soltado momentos antes.
—Al demonio con eso ¿No crees que ya soy lo suficientemente grande como para que me pegues? Sé que no soy lo que tú quisieras, el hijo modelo, el buen soldado, soy el que cuestiona todas tus ordenes, pero ¿acaso me escuchas? ¡No! ¡Pues resulta, papá que ahora yo soy el que salió herido junto con Jo… y Dean por tus grandes decisiones! —Dijo esto mientras veía la mirada dolida de su hermano.
John se puso frente a frente con el rebelde chico, mientras lo tomaba del frente de su chamarra.
—Muy bien Samuel, quieres saber pues déjame decirte algo, ¿tú crees que no sentí nada con todo esto?, pues si, fue como si me arrancaran parte de mi cuando tuvimos que separarnos de tu hermana, lo hice para mantenerlos a salvo, pensé que era lo mejor para los tres. A lo mejor no tome la decisión correcta pero en ese momento lo parecía, ¿alguna duda?—le explicó molesto su padre, en sus ojos no había furia solo una tremenda tristeza, se veía que luchaba por contener las lágrimas.
El darse cuenta de que tan difícil fue para su padre, le cayó como un balde de agua fría, se dio cuenta que ésta vez se había pasado de la raya, John Winchester no era dado a expresar sus sentimientos o dar explicaciones ante nadie.
—No, señor, lo siento —dijo con la vista fija en el suelo.
Recuperando la compostura, se viró para mirar al otro chico. Dean era un chico fuerte, nunca se quejaba, en otras ocasiones lo habían apuñalado, disparado una vez, golpeado durante alguna cacería pero ver a su padre enojado, hacía que un sudor frío recorriera su espalda, sabía que cuando John Winchester se enojaba, lo mejor era estar por lo menos a dos estados lejos de él.
—No, señor, ninguna en absoluto —dijo metiendo sus manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros.
Sam salió de la habitación seguido por Dean, necesitaba calmarse. Cuando sintió una mano posarse en su hombro, su primera reacción fue soltar un golpe.
—¡Hey, tranquilo tigre! —solo era Dean.
Su padre los había entrenado a reaccionar y luego preguntar, eran cazadores y eso los podía mantener a salvo.
—Dean… siento mucho lo que dije antes, no era mi intención… —pero su hermano no lo dejo continuar.
—Olvídalo hermanito, sé que estás molesto con papá pero trata de entender sus razones —dijo tratando de calmar al otro niño.
Levantando las manos en señal de rendición, no quería descargar su ira contra su hermano.
—¿Tú crees que mamá hubiera querido esto? No sé, siento que no nos está diciendo todo, ¿tú crees que sepa que la mató y no nos lo quiere decir? —murmuró más para él que para Dean.
Dentro de la casa, John hablaba con los Harvelle, este asunto se le salía de las manos.
—Maldición, no sé si fui muy duro con él pero ese chico siempre sabe cómo sacarme de mis casillas —decía mientras se paseaba como león enjaulado pasando sus dedos por los oscuros cabellos.
El hombre respiró profundamente, tenía que tomar el control de sus emociones nuevamente no quería demostrar debilidad, tenía que ser fuerte.
—¿No piensan ustedes qué sería mejor, contarles todo lo que dijo el ángel? —preguntó Ellen mirando a ambos cazadores.
—¡No! —Gritaron al unísono los dos—. Decirles que el demonio que mató a su madre, ya los localizó, sería imprudente, por lo menos hasta que sepamos como matarlo —comentó Will dirigiendo una mirada a Bobby, quien guardaba silencio y solamente asintió.
John los observaba, había muchas cosas que arreglar, pero sus hijos lo necesitaban más ahora, tenía que hablar con los dos chicos pero en especial con el menor.
En el patio Sam y Dean seguían hablando.
—A veces no lo entiendo Dean, ¿Por qué no podemos ser una familia normal? —dijo tristemente, dándole la espalda a su hermano.
—Bueno Sammy, sé que no somos “Los Brady” pero no todo ha sido tan malo —refiriéndose a la serie de TV, con su familiar sonrisa burlona.
El muchacho había adoptado la misma postura de su padre, no demostrar sus sentimientos, para evitarlo tomaba la postura de chico cínico y buscaba aparentar ante los demás que nada era demasiado serio para él, solo con su hermanito se permitía algunas veces demostrar lo que sentía.
—¡Oh por Dios! Dean, cuando le dije que me asustaba el monstruo de mi armario, me dio una .45 —dijo Sam exasperado por la actitud de su hermano—. Yo tenía solo 9 años, debía de haberme dicho que no temiera a la oscuridad y… es Sam —su hermano siempre justificaba a su padre.
Su hermano recordaba esa época, Sammy era un niño bastante inocente y el otro chico trataba de mantenerlo así pero en esa ocasión su padre le dijo que ya era hora de que el niño aprendiera a ser fuerte y madurara.
—Claro que hay que temerle a la oscuridad, tú sabes lo que hay —murmuró el mayor de los hermanos.
La frustración de Sam nuevamente surgía, la forma en que su padre los había educado desde la muerte de Mary, su obsesión por encontrar lo que mató a su esposa, que hasta la fecha no habían encontrado y ahora esto.
—¡Oh a mamá le hubiera encantado!, los entrenamientos, el que aprendiéramos a fundir plata para hacer balas, ¡el negocio familiar!, solo quiero una vida normal —Sam parpadeo tratando de contener las nuevas lágrimas que comenzaban a formarse nuevamente en sus ojos verdes, volteo la mirada tratando de evitar la de Dean pero se encontró con la mirada fija de su padre.
—¿Vienes a decirme que soy una decepción para ti? —dijo bajando la vista, las gruesas lágrimas bañaban su rostro.
John paso su mano por el cabello de su hijo, tomo entre sus manos su rostro, limpiando las lágrimas que corrían, con sus pulgares.
—Sammy, jamás, ¡lo oyes! —Esperando a que su hijo absorbiera sus palabras, busco su mirada que seguía fija en el suelo—. Oye, eres mi hijo y te amo, sé que ya no eres un niño pero para mí siempre serán mis niños, en algún lugar del camino deje de ser su padre para convertirme en un sargento, chicos, siento mucho todo lo que han pasado ustedes por mi culpa. Yo nunca quise ésta vida para ustedes —decía mientras les sonreía.
Sam se abrazó a su padre, aferrándose a su camisa.
—Papá… lo siento, lo siento mucho… —murmuraba. John sabía que de los dos chicos, Sam era el más emocional. Devolvió el abrazo con la misma intensidad, intuía que su hijo necesitaba el contacto físico con él.
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La tarde transcurrió en relativa calma, Bobby partió para llevar a la psíquica de regreso a su casa, John y Will enseñaban a los chicos a jugar al billar mientras Jo y su madre preparaba la cena.
Eran pasadas de las once cuando se reunieron en la sala, Will estaba de pie conversando con su esposa, John se acomodó en un sillón con sus dos hijos, Sam se sentó en el suelo a sus pies mientras que Dean se recargaba en el respaldo, ninguno de los dos quería perder contacto con el cazador.
Jo observaba en silencio la escena desde el otro lado de la habitación.
De pronto, el mayor de los Winchester se puso de pie.
—Hay un trabajo cerca de aquí, Will y yo vamos a ir mañana, Dean quedas a cargo, recuerda tienes una responsabilidad con ésta familia, cuento contigo, ustedes tres se quedan ayudando a Ellen con la investigación —ordenó.
El joven cazador iba a objetar, pero al ver la mirada que le lanzaron los dos hombres, guardo silencio, sabía que la insubordinación no era bien aceptada por el ex marine.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Ellen pasando su brazo por la cintura de su marido.
Will la miró a los ojos.
—Hay una familia que está siendo acechada por un demonio, vamos, lo matamos y regresamos, nada fuera de lo acostumbrado —bromeó.
—Creo que lo mejor es que todos vayamos a descansar, fue un día difícil y mañana con la cabeza frío planeamos los detalles —dijo John mientras se ponía de pie.
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Eran las seis de la mañana, cuando el motor del Chevy Impala negro 67, rugía por la carretera.
—¿Sabes en donde es el nuevo caso? —preguntó Dean, sin despegar la vista de la carretera.
El adolescente dudo un momento, no quería escuchar la reacción de su hermano cuando le dijera.
—Ayer los oí decir que era en Lawrence… en nuestra antigua casa— murmuro Sam esperando la reacción de su hermano.
La reacción no se hizo esperar.
—¡Qué! —Gritó Dean, mientras se volvía a ver al chico—. Juré nunca regresar a esa casa —dijo mientras orillaba el automóvil.
Trató de poner una expresión de cachorro abandonado, que funcionaba casi siempre con su hermano pero no con su padre, sabía que para su hermano era contra su naturaleza, desobedecer a su padre y no quería que el muchacho se enojara y diera la vuelta al auto y ya había sido bastante difícil convencerlo de que lo acompañara.
—Vamos Dean, esa gente nos necesita, ayer tuve un sueño, a una mujer en peligro dentro de la casa, además a esta hora, papá ya debe haber leído la nota que le deje —dijo, evitando la mirada, sabía que a su hermano no le gustaba nada la idea.
El joven miró a su hermano un momento y movió la cabeza, porque cuando el chico ponía esa mirada, no podía negarle nada-pensó molesto.
—Genial… más problemas —dijo poniendo en marcha el motor para dirigirse a su pueblo natal.
Will compartía la preocupación que veía en la cara de su amigo, mientras este leía la nota que había encontrado en la mesa del comedor, era de Sam, en la cual le explicaba a donde y el por qué se habían marchado.
Ellen entro en la habitación agitada.
—¡Will! Jo tampoco está, se debe de haber ido con los chicos.
John se pasó la mano por la cara
—Espero, estando con ellos, está a salvo. En cuanto a esos dos… ¡espera a que les ponga las manos encima! —exclamó exasperado ante la desobediencia de sus hijos.
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Dean detuvo el Impala frente a su antigua casa, estaba sumido en sus pensamientos cuando un ruido en el asiento trasero del auto llamó su atención. Era Jo, quién los veía sonriente.
—Así que aquí es donde ocurrió todo —les dijo jovial mientras se estiraba.
Ambos muchachos brincaron ante la sorpresa de la inesperada presencia de su hermana dentro del auto.
—¿Qué demonios haces tú aquí? Sam deberíamos de llevarla de regreso —exclamó molesto, sin apartar la vista de la jovencita.
Jo lo miraba desafiante, era la misma mirada que tantas veces había visto en los ojos de Sam.
—Yep, deberías pero no puedes, recuerda ahora eres mi hermano mayor y tienes que cuidarme —dijo burlonamente, soltando una risita que sonó más como un ruido amorfo que verdadero divertimiento.
Sam miraba la casa pensando en lo que había ocurrido esa noche.
—¿Tú me sacaste?— preguntó asombrado.
—¿No lo sabías?— dijo Dean mirando a su hermano que negaba con la cabeza.
Dean dirigió el coche hacia un restaurante que les era familiar a ellos.
—¿Qué? tengo hambre. Jo, se buena chica y tráeme una hamburguesa con queso, tocino y extra cantidad de cebolla, y ¡Sammy no olvides el Pay! —les decía mientras los más jóvenes ponían cara de asco.
Una vez que se fueron, Dean saco su celular y marco el teléfono de John pero entró el buzón de voz.
—Hola papá, estoy con Sam y Jo, estamos en Lawrence, hay algo en nuestra antigua casa, no sé si sea lo que mató a mamá o algo más pero… — Dean sostenía el teléfono como si fuera el único lazo con su padre, los ojos se le llenaron de lágrimas y la voz se le cortaba—, No… no sé qué hacer, por favor papá, cualquier cosa que estés haciendo… si pudieras venir… —Las lágrimas corrían por sus mejillas—, por favor papá, necesito tu ayuda —y colgó el teléfono.
Con el dorso de la mano se limpió los rastros de lágrimas de la cara, saliendo del coche fue a buscar a sus hermanos. Sam de inmediato notó que había llorado, guardo silencio.
—Tenemos que ver esto como si fuera otro trabajo, ¿Qué sugieres? —le preguntó Jo, Dean la miró intuyendo que no era la primera vez que la chica, estaba en una cacería—. Ya sabemos que antecedentes hay, ahora tenemos que hablar con la gente de aquí para averiguar más de aquella época —le contestó.
Acabando de comer, se dirigieron a un taller mecánico cerca de la casa, dejando a Jo en un café, mientras ellos investigaban.
El dueño del taller había conocido a los Winchester, ya que John había trabajado para él.
Los muchachos le preguntaron si recordaba lo sucedido quince años atrás en la casa Winchester, el dueño los miro extrañado.
—¿Por qué quieren saber? Hace más de quince años que ocurrió el incendio —contestó.
Sam puso una tímida sonrisa, él sabía cómo utilizar su carisma con la gente, para obtener información, puso una expresión de inocencia en su rostro.
—Es para un trabajo escolar, estamos investigando sobre antiguos incendios y sus víctimas, nos ayudaría mucho si nos pudiera contar lo que recuerda —respondió.
—Bueno, recuerdo muy bien a los Winchester, John era uno de mis mejores mecánicos, eso sí obstinado como una mula. A veces nos reuníamos para jugar cartas, odiaba perder… era esa cosa de la marina, siempre tenía que ganar… —El hombre sonreía mientras recordaba— …a su esposa Mary, la amaba más que a nada en el mundo y solo se dedicaba a ella y a sus tres niños —les contó un poco dudoso, esos chicos le parecían conocidos.
Los chicos se podían imaginar a un John más joven, lleno de grasa, abajo de un auto, ambos sonrieron, pero eso era tiempo pasado.
Sam intervino antes de que el dueño se diera cuenta de sus miradas llenas de añoranza.
—Pero eso fue antes del incendio, ¿qué pasó después? —preguntó curioso el jovencito.
Lo ojos del hombre se entristecieron. —John cambió mucho, al principio no hablaba con nadie, estaba en shock, pero después comenzó a decir incoherencias, no pensaba con claridad, decía que algo había causado el fuego matando a Mary y que iba tras sus hijos —les contaba.
Se veía que el hombre recordaba con cariño a John. —Los bomberos dijeron que había sido un corto circuito en el techo o algo así, un accidente, le dije a John que buscara ayuda pero solo empeoró, empezó a leer esos viejos y extraños libros y a ver a esa quiromanciana del pueblo, creo que se llamaba Missouri Mosley.
Los chicos se miraron entre sí, sabían que no iban a poder averiguar más con el dueño del taller y dándole las gracias, salieron dirigiéndose al motel para encontrarse con Jo.
En el motel, Sam buscaba en la guía telefónica mientras Dean buscaba en el diario de su padre, que Jo había “tomado prestado”, sabía que ese nombre lo había visto antes, justo en la primera página decía: —Acudí a Missouri y supe la verdad —leyó Dean—. Siempre pensé que se refería al estado —pensó.
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De camino a Lawrence, la tensión entre Will y John era cada vez mayor.
—Si sabemos exactamente qué está pasando en esa casa, podremos resolverlo cuanto antes y saber si es el mismo demonio que mató a Mary, tenemos que hablar con la gente que vive ahí —dijo John mirando a Ellen quién solo asintió.
—¿Crees acaso que esto va a ser sólo otro trabajo, que no está la vida de los tres chicos de por medio? —Will lo miraba furioso y a la vez con miedo—. Para nosotros, Jo no es un paquete que nos pediste cuidar, ¿has pensado en eso? —John lo miro de la misma forma pero al ver la angustia de Ellen decidió guardar silencio.
No sabían qué iba a pasar pero era seguro que iban a luchar por los chicos.
Dentro de una casa vieja, los tres adolescentes esperaban a que la quiromanciana los recibiera, el mayor de los Winchester era escéptico a creer en predicciones, pero también quería saber al igual que los gemelos.
De detrás de una cortina salió una mujer de unos cuarenta años, bajita y de color, era Missouri, tenía una sonrisa amigable. En cuanto los vio supo de inmediato quienes eran ante el asombro de ellos
—Sam y Dean, vengan, no tengo todo el día, ¿Dónde está Beth? —La muchacha se encontraba escondida detrás de Sam, la mujer le sonrió infundiéndole confianza—. Ahí estás cariño, ¡que guapos crecieron!, eran unos bebés hermosos y Dean era lindo aunque algo atolondrado —les dijo pasando su mirada entre los tres chicos frente a ella.
Al verlos, supo todo lo que había ocurrido, la separación, sus vidas incluso la pelea que habían tenido con John el día anterior.
—No juzguen tan duramente a su padre, John hizo lo que pensó era lo mejor para ustedes —les dijo a los gemelos.
Dean veía a la mujer como un bicho raro, pero Sam y Jo estaban fascinados de encontrar alguien como ellos, la mujer percibía sus dudas y sabía lo que cada uno pensaba.
—Sabe usted lo que paso esa noche como sabe nuestros nombres sabe cómo matar a la cosa que mato a nuestra madre… —Dean hablaba como si no necesitara respirar.
La mujer sonrió ante la impaciencia del joven.
—Tranquilo Dean, respira, no tengo una antena para percibir todo, a veces leo la mente pero no lo sé todo, siéntense y… ¡muchacho! —dirigiéndose a Dean—. Si subes los pies a mi mesita, te doy una paliza —dijo mientras lo amenazaba con una cuchara de madera.
El asombro de Dean provoco que abriera enormes sus hermosos ojos verdes ya que justamente en eso estaba pensando por lo que cruzo los tobillos y le dio su mejor sonrisa ante la mirada divertida de Sam y Jo.
Les contó la historia de cómo había conocido al cazador, como le abrió los ojos al contarle lo que había en la oscuridad. Como John la llevo a su casa para que viera que era lo que había matado a su esposa, pero solo le pudo decir que era algo maligno y que debía salir de ahí, lo que fuera que hubiera matado a Mary, iba tras los gemelos.
También les contó que durante un tiempo estuvo vigilando la casa, no había visto nada raro pero que eso había vuelto y quería a Sam y a Jo.
Sabía que ambos chicos tenían poderes psíquicos pero no sabía que era lo que el demonio quería de ellos, pero juntos eran más fuertes.
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Mientras Ellen trataba de localizar a los chicos en el pueblo, Will y John decidieron ir a la antigua casa Winchester para investigar, ahí conocieron a Jenny, la nueva dueña.
Ella y sus dos pequeños se acababan de mudar a la casa, y al ver a John lo reconoció de inmediato, mientras trataba de investigar unos ruidos que venían del sótano, se encontró unas fotos viejas de los antiguos dueños, los Winchester.
Les permitió la entrada con el pretexto de que John quería ver su antigua casa, mientras estaban en la cocina, John sintió un tirón en la manga de su camisa, volteo abajo para ver que era, encontrándose con una niña de unos siete años.
Se inclinó para quedar al mismo nivel de la pequeña, y le sonrió.
La niña lo miro dudosa, pero al ver la sonrisa del hombre, le preguntó.
—¿Cuando vivía aquí también las luces parpadeaban? —Volteo a ver a su mamá y continúo—. Y también hay alguien en mi closet —dijo la niña mirando a los ojos a John.
El cazador miró a la niña de grandes ojos cafés frente a él, lo miraba con mucha seriedad.
—A lo mejor fue un mal sueño, Sari, cuando yo vivía aquí tenía tres niños, un era como tu hermanito y los otros dos son gemelos y eran bebés y ninguno me dijo que hubiera algo —dijo tratando de infundirle confianza.
—Los bebés no hablan y ¿Cómo sabes mi nombre? Y no, yo estaba despierta, esa cosa movió mi silla, no fue una pesadilla —le contesto la niña molesta.
El hombre la miró con sus ojos verdes y le acarició el cabello, como acostumbraba hacerlo cuando sus hijos eran pequeños.
—Los papás sabemos muchas cosas, como por magia. Te creo, vamos a hacer algo Sari, dime exactamente que viste y te prometo que si lo vuelves a ver, me avisas y Will y yo hacemos que se vaya —Le dijo mientras tomaba su pequeña mano entre las suyas y la llevaba con su madre.
Jenny le sonrió para agradecerle el gesto con su hija, se había dado cuenta que el hombre había visto el nombre de su hija por el dibujo en el refrigerados, mientras Sari les contaba todo lo que ocurría en esa casa, desde los arañazos que se oían, el parpadeo de luces, el agua sucia en ocasiones, hasta la figura en llamas que salía de su closet.
Esto último fue lo que más inquieto al cazador, era seguro que lo que había matado a Mary, estaba de regreso y acechaba a esta familia.
Cuando los dos hombres se fueron, la mujer fue a buscar al pequeño a la cocina pero se dio cuenta que la reja del corral estaba abierta y el niño no estaba, busco por toda la casa sin resultado, hasta que en la cocina, Sari se percató que del refrigerador escurría leche, cuando Jenny abrió la puerta vio asustada que su bebé estaba dentro.
El pequeño le explico que tanto la puerta del corral como la del refrigerador, se abrieron solas y que cuando el niño se metió al refrigerador para alcanzar su vaso con jugo, la puerta se cerró, dejándolo atrapado.
Jenny sin dejar de abrazar al pequeño que llevaba en brazos, tomo el teléfono y llamó al número que le había dejado Will en caso de emergencia, era el celular de Ellen, a quién le explico lo sucedido con el niño, Ellen la calmo y le dijo que la iban a ayudar, diciendo esto colgó
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Una hora después aproximadamente, Jenny escucho que sonaba el timbre de su puerta, al abrirla se encontró con tres adolescentes y una mujer de color.
—¿Jenny? Mi nombre es Sam Winchester y ellos son mis hermanos Jo y Dean, nos envió mi padre ¿John Winchester?, lo conociste hoy por la mañana. Nos pidió que trajéramos a nuestra amiga Missouri para ayudarte —le dijo a la mujer frente a él.
Ellen le había dicho que iba a mandar a los chicos con Missouri, para ayudarla, por lo que Jenny no tuvo inconveniente en dejarlos pasar a la casa.
En la sala, Jenny les explico todo lo que ocurría en la casa, incluyendo lo que acababa de pasar con su pequeño hijo.
Sari observaba a los chicos, se acercó a Sam.
—Te pareces a tu papá pero más eres más guapo que él —dijo señalando a Dean, provocando la risa de todos ante la mueca que le hizo el muchacho.
Ignorando a la niña, Dean comenzó a presionar a la angustiada mujer para que les diera más detalles, hasta que sintió una fuerte palmada en la parte posterior de la cabeza, era Missouri.
—Niño imprudente, ¿no ves lo angustiada que está? —le dijo al muchacho, que se frotaba la adolorida cabeza—. Perdónalo, tiene buenas intenciones pero no es muy brillante —le dijo sonriente, ante un avergonzado Dean, mientras volvía su atención con Jenny, se escucharon las risas de Sam, Jo y Sari.
Missouri le explico que en efecto había algo en la casa, que quería lastimar a su familia, pero que ellos le iban a ayudar.
—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó asustada mientras abrazaba protectoramente a sus pequeños.
—Somos personas que te podemos ayudar a detener esta cosa, pero debes confiar en nosotros… solo un poco —le dijo Missouri mirándola a los ojos.
Missouri subió al cuarto de Sari con los dos cazadores, mientras Jo se quedaba en la sala con Jenny y los niños.
Les explica que el cuarto de la niña, es el centro de todo, que ahí se encuentra concentrada una energía maligna.
—¿Por qué? —pregunta ansioso Sam.
La mujer se daba cuenta de que en los ojos del muchacho se reflejaba angustia.
—Porque, ésta era tu habitación y la de Beth, aquí, fue donde ocurrió todo, Sam —le respondió Missouri mientras le acariciaba la mejilla al angustiado muchacho quién era claro que sentía algún tipo de culpa.
Missouri recorrió toda la habitación, tocando todo, tratando de sentir que era exactamente a lo que se enfrentaban, de pronto se giró a donde estaban los chicos observando.
—No sé si les ayude, pero esto, no es lo mismo que mató a su madre, no es la misma energía que sentí la última vez que estuve aquí, hay más de un espíritu aquí, y es raro, es como si lucharan entre si —comentó la mujer, qué parecía como si pensara en voz alta.
Les revelo que había sido un demonio el que había matado a Mary, dejando heridas energéticas en la casa, y algunas se “infectaron”.
Los chicos la miraban sin entender realmente a lo que Missouri se refería.
Les explico que la casa era un imán para lo sobrenatural y había atraído a un poltergeist muy malo, que no iba a descansar hasta que Jenny y sus hijos murieran.
El estrés se podía ver reflejado en la mandíbula de Dean.
—Nadie va a morir en ésta casa… nunca más —dijo saliendo de la habitación mientras le pedía a Missouri que le explicara que procedía para limpiar la casa.
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Se reunieron con los adultos en la casa de Missouri, para elaborar los amuletos que limpiarían la casa. Los chicos evitaban mirar a su padre.
—Cuando esto acabe, espero una explicación —sabían que estaban en problemas cuando les dijo eso.
Tenían que alojar los saquitos, dentro de las paredes pero en los cuatro puntos cardinales, de cada piso en la casa.
—¿Hacer agujeros en las paredes? A Jenny le va a encantar —comentó Ellen sarcásticamente—. Vivirá —contesto Will encogiéndose de hombros.
Jo tenía dudas sobre si eso sería suficiente para destruir a los espíritus, John le contesto.
—Con eso se purificara la casa, cariño —acariciando la rubia cabeza.
Inmediatamente al sentir su contacto, la muchacha se alejó, era muy pronto para que lo perdonara pensó la chica, no sabía si algún día lo haría.
Viendo el sufrimiento en la mirada de su padre, Dean le puso la mano en el hombro.
—Dale tiempo, no es fácil hacerse a la idea de tener a Sasquatch por gemelo… ni a Hitler por padre —bromeándolo—. Yo todavía no me acostumbro —le dijo dándole su sarcástica sonrisa.
John soltó una carcajada ante la broma de su hijo—. ¡Sabelotodo! —le dijo mientras lo tomaba afectuosamente por el cuello.
—Debemos hacerlo rápido porque en cuanto los espíritus se den cuenta lo que hacemos, las cosas se van a poner feas —les advirtió Missouri.
Jenny y los niños salieron a cenar fuera para dejarlos trabajar en la casa, no se sentía cómoda dejando a extraños en su hogar, pero había algo en ellos que le infundía confianza.
Todos estaban ocupados colocando los amuletos dentro de las paredes.
En la sala, Sam buscaba la mejor ubicación para el suyo sin percatarse que el cable de una de las lámparas, serpenteaba en su dirección.
Este se enrosco en su cuello tratando de asfixiarlo, lo mismo ocurría en otra habitación con Jo, ambos chicos eran el blanco de los ataques.
John se da cuenta y le pide a Dean que ayude a Sam mientras él libera a Jo.
Cuando Jenny llega a su casa y ve los agujeros en las paredes, rompe en llanto.
Missouri al verla así de angustiada le explica que las reparaciones, las van a pagar ellos y que por el desorden no se preocupe que Dean va a limpiarlo.
—Y bien, ¿Qué esperas muchacho? Toma la escoba y ponte a barrer… y no te atrevas a discutir conmigo —le ordenó, el muchacho no dejaba de sorprenderse cada vez que la mujer adivinaba lo que iba a decir.
Para sorpresa de todos, asintió e hizo lo que se le ordeno.
Más tarde, la mujer y los cazadores abandonaron la casa con la seguridad de que todo había terminado.
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Jenny se encontraba leyendo en su cama esa noche, mientras sus hijos dormían profundamente.
De repente su cama comenzó a sacudirse sin control.
Frente de la casa, se encontraban en el Impala, los tres muchachos, que no se habían quedado muy tranquilos.
Sam y Jo tenían un presentimiento y deciden ir a vigilar la casa por su cuenta, al darse cuenta de lo que planeaban, Dean decide acompañarlos.
—Cada vez tiene más gracia esto, estamos aquí, a mitad de la noche porque mis dos hermanitos tienen una pesadilla, vaya si papá se entera estamos fritos —decía Dean mientras se acomodaba en el asiento.
—Bla, Bla, Bla —se burlaba Jo—. Si tanto miedo le tienes a que “Papi” se enoje, ¿Por qué no te regresas? Sam y yo podemos solos, queremos estar seguros —exclamó cínicamente la joven.
Dean estaba cansado de la actitud de su hermana, entendía que estuviera enojada pero ya era demasiado.
—Mira niña, ya basta con tu egoísmo ¿Tú piensas que a Sam y a mí no nos dolió la mentira? No han pasado ni tres horas de que papá salvo tú vida y ¿vuelves otra vez con lo mismo? ¿Piensas que para papá no fue difícil la muerte de mamá o tener que dejar a su hija en manos de extraños, sin saber si te volvería a ver? Si te detuvieras dos minutos a observar a “Papi” en lugar de juzgarlo, verías como lo lastimas cada vez que lo rechazas —la regañó Dean.
Mientras sus hermanos discuten, Sam se percata que Jenny se encuentra en la ventana superior tratando de gritarles, en su mirada hay terror.
Sin pensarlo dos veces, los tres corren al interior de la casa para salvar a la familia.
Jo marca el celular de Will, tratando de explicarle lo que pasa pero la llamada se corta.
Mientras Dean trataba de sacar a Jenny de la casa, sus hermanos fueron por los niños.
En el momento que Sam entró por Sari, vio la figura en llamas en la habitación, evitándola, sacó a la niña y corrió escalera abajo, encontrándose con Jo.
Afuera de la casa, Dean ve salir a los niños pero no a sus hermanos, Sari le explica que algo atrapó a Sam y a Jo, sin pensarlo Dean corre al coche a buscar armas y entra en la casa cuando la puerta se cierra sola, encerrando a los tres muchachos dentro.
Dean se da cuenta que sus hermanos están inmovilizados en la pared, y se sorprende cuando ve al ser en llamas.
En el momento que le va a disparar.
—No Dean, sé quién es —la voz de Jo lo detiene.
En ese momento la figura en llamas cambia y se dan cuenta que es una mujer rubia, para sorpresa del muchacho se da cuenta de que es su madre.
—¿Mamá? —dice Dean mientras sus ojos se llenan de lágrimas, la mujer se acerca y le acaricia la mejilla.
—Dean, Sam, Beth, lo siento —dice sonriéndoles.
Por las mejillas de los tres ruedan gruesas lágrimas mientras miran a su madre muerta.
—¿Por qué? —le pregunta Sam, pero en ese momento su madre no le contesta solo los mira con amor.
Mary se da la vuelta, mientras mira al techo, le grita al otro espíritu con toda la ira que puede sentir una madre que siente amenazados a sus hijos.
—Vete de mi casa y deja a mis hijos en paz —en ese momento nuevamente se prende en llamas y desaparece.
En ese instante Sam y Jo sienten que ya han sido liberados, mirando a su hermano le dicen que ahora si todo ha terminado.
Cuando la puerta de la casa se abre, John corre para abrazar a los tres muchachos y ante el asombro de todos, Jo le corresponde.
A la mañana siguiente, Jenny le dio las gracias y entregó a los Winchester una caja, al abrirla, John se da cuenta que son las fotografías antes de la muerte de Mary.
Mientras, Missouri revisa la casa y les dice que efectivamente está limpia, pero se extraña de que ella no sintiera el espíritu de Mary antes.
Antes de marcharse, John le pregunta a la psíquica
—¿Tú crees que el espíritu de Mary realmente salvo a los chicos? —mirando con tristeza su argolla de matrimonio.
—Estoy segura, el espíritu de tu esposa se sacrificó por ellos, anulo al espíritu negativo al ir tras él, John los gemelos tienen unas habilidades extraordinarias —le confirma la mujer.
De camino a Nebraska, los tres jóvenes iban en el Impala, que era conducido por su padre, ninguno se atrevía a mirarlo directamente, en cuanto llegaron a la casa de los Harvelle, se dirigieron a la sala.
Los tres adolescentes miraban a los adultos parados frente a ellos.
—Chicos, ignoraron una orden directa y muy clara —les decía John mirándolos severamente,
—Sí, señor —murmuraron en voz baja Sam y Jo mientras bajaban la mirada dócilmente.
El mayor de los chicos, lo miró directo a los ojos y sin poderlo evitar, salió a relucir su actitud protectora para con sus hermanos.
—Pero también salvamos a esa gente, juntos… y vimos a mamá —dijo Dean desafiante.
Sus hermanos lo miraron desconcertados, no era por decirlo de alguna manera propia de él, contradecir a su padre y menos frente a otros.
—Es cierto —contestó John con una expresión seria en los ojos pero inmediatamente su semblante se suavizo mientras los veía—. Esto me asusta mucho… ustedes son todo lo que tengo, pero tienes razón, juntos somos más fuertes, así que iremos por ese demonio… juntos —dijo sonriéndoles.
—Sí, señor —le respondieron sus tres hijos devolviéndole la sonrisa.