Fairytales {Cap.6}




Cornwall, Connecticut

Tyler jugaba en el piso superior mientras su madre recibía a los pocos huéspedes que todavía se hospedaban en el Pierpont Inn, el hostal pertenecía a su familia desde 1930.

Los huéspedes eran cada vez más escasos desde que comenzaron a ocurrir extrañas desapariciones en el lugar desde hacia dos meses, los rumores en el pueblo eran que la dueña Agatha Thompson, practicaba artes oscuras.

Una pelota rodó hasta los pies de la joven pareja que se encontraba en el vestíbulo, el atractivo joven la tomó entre sus manos y se la entregó a la niña rubia de cabello lacio que corría tras ella.

—Tyler vete a jugar al jardín y no molestes a nuestros clientes, te he dicho que no quiero que juegues con la pelota aquí dentro —la amonestó la mujer.

—Pero mami no fui yo, Maggie fue quién la arrojó  —replicó la pequeña ante el regaño de su madre.

—Pues dile a Maggie que ella sabe muy bien que tampoco puede jugar aquí dentro con la pelota —le dijo mirándola muy seria—. Disculpen si los incomodó —dijo sonriéndoles.

La pareja correspondió a su sonrisa diciéndole que no había problema, después de registrarse se retiraron a su habitación.

A la mañana siguiente la muchacha bajo a la recepción para preguntarle a Agatha si había visto a su marido ya que cuando se despertó, él ya no se encontraba en la habitación pero ésta le contestó que seguramente había salido a caminar por los alrededores.

Por la noche la joven se encontraba preocupada ya que su esposo no había regresado  aún, por lo que decidieron dar parte a la policía, la dueña del lugar se angustió ya que no era la primera vez que desaparecía un huésped.

En la cima de la escalera las dos niñas observaban la escena, ambas eran rubias pero una tenía el cabello lacio y la mayor lo tenía rizado, ésta ultima  sonrió maliciosamente.





Lawrence, Kansas

El Impala negro se estacionaba junto a la camioneta negra afuera de casa de los Holls.

—¡Mamá apúrate, ya llegaron Sam y Dean! — gritó la joven rubia al pie de la escalera.

La madre bajo las escaleras moviendo la cabeza cargando una mochila y una bolsa de lona.

—Por Dios Dy, no sé a que se debe tu ansiedad, no es necesario que grites —dijo la cazadora molesta.

Era bastante temprano como para comenzar a discutir con su hija pero Susan estaba algo irritable esa mañana, no había podido dormir bien ya que Tommy había quedado de llamarle a su llegada a Inglaterra pero hasta ese momento no tenía noticias suyas, no le agradaba la idea de marcharse sin haber recibido la llamada, sin contar que tenía un terrible dolor de cabeza y los gritos de la rubia no ayudaban.   

Los tres Winchester sonrieron ante el intercambio de ambas mujeres, sabían que la mujer pelirroja no estaba muy contenta con la idea de ir a acampar, prefería quedarse en la comodidad de su casa pero tanto su hija como los chicos Winchester le habían insistido en que los acompañara en la excursión a la que se sumo el patriarca.

—Mocosa ¿Qué es todo esto? —preguntó Dean señalando las cuatro bolsas  junto a la mochila.

—Mi equipaje por supuesto, vamos Dean sé un buen chico y súbelas al auto —le contestó la joven rubia sin voltear siquiera a verlo.

El cazador rubio la miró molesto, estaba por responderle que no era su sirviente pero su padre intervino para evitar un altercado entre los dos muchachos.

—Fierecilla no puedes hablar en serio, lo siento mucho pero vas a tener que reducir tu equipaje a una mochila y una bolsa, vamos a acampar en el bosque no a un desfile de modas y no me veas así que conmigo no funciona, puedes preguntarle a Sammy —dijo cruzándose de brazos al ver la mirada de cachorro desamparado que le lanzaba la joven Holls—. Y tú Dean borra esa sonrisa de tu cara y sube a mi camioneta las cosas de Susan, ustedes tres nos siguen en el Impala. Por cierto Sam ¿Por qué no llevas el cabestrillo? —ordenó John al ver la sonrisa burlona de su hijo mayor y la mirada de conejo asustado del menor, quién le respondió que lo había olvidado en su casa.

—Pero mamá dile que… —comenzó a quejarse la joven viendo a su madre pero ésta la interrumpió.

—Mira Dy, me duele la cabeza, no he tomado café aun y no estoy de humor para tus quejas o tus discusiones con Dean, haz lo que dice John y reduce tu equipaje, estoy a nada de cancelar nuestra ida —le dijo mientras cerraba los ojos y se frotaba las sienes para tratar de disminuir las punzadas que sentía. 

Dianne enojada tomó su equipaje y se marchó escaleras arriba marcando cada uno de sus pasos en las escaleras y murmurando entre dientes sobre lo injusta que era con ella ya que no tenía la culpa de que hubiera amanecido de malas.

—¿Qué dijiste? —preguntó la mujer.

—Nada mamá —contestó la chica tratando de aparentar inocencia.

—Eso pensé, apúrate te esperamos afuera —la mujer pelirroja se dirigió a la puerta seguida por el hombre de cabello oscuro. 

Iba a ser un largo trayecto hasta Connecticut —pensó el menor de los tres hombres, sabía que durante todo el trayecto tanto su amiga como su hermano mayor iban a buscar la manera de molestarse entre ellos y su padre no perdería oportunidad para regañarlo por su olvido, no veía la hora en que le retiraran el maldito yeso que abarcaba su mano y parte del antebrazo, resultado de lo sucedido en el hospital un mes atrás.

El cazador puso en marcha la camioneta y se encamino rumbo a la autopista checando por el retrovisor que el auto negro lo siguiera; llevaban un largo rato de camino y el cazador observaba por el rabillo del ojo a la mujer dormida a su lado, la cabeza cobriza estaba recargada contra la ventana, un mechón rebelde se había soltado y caía sobre su rostro, inconscientemente el hombre se lo acomodo detrás de la oreja con cuidado de no despertarla pero al sentir el contacto la mujer se giró y ahora descansaba despreocupada en su hombro lo cual provocó que el rudo cazador sonriera.

Desde el otro auto Sam le hizo una seña a su hermano, ambos muchachos  sonrieron al ver que su padre tenía un brazo alrededor de los hombros de la mujer y ella estaba apoyada en su hombro.

—Creo que a papá le gusta Susan —comentó despreocupado el rubio al volante—. Ouch  ¿Cuál es tu problema mocosa? —dijo al sentir el golpe en su cabeza viendo enojado a la joven por el retrovisor.

—Escuché lo que dijiste, ellos son solo amigos —respondió la rubia—. Sam por favor cambia la música, ya me canse de escuchar AC/DC —dijo sonriéndole a su amigo.

Dianne tomó nuevamente el libro que estaba leyendo y apoyó sus pies en el respaldo detrás del conductor.

—Ni se te ocurra Sam —advirtió a su hermano—. Niña las reglas en este auto es que quién conduce escoge la música y para tu mala suerte solo yo conduzco esta belleza, baja los pies y deja de patearme ¿Por qué no te portas como una niña buena y escuchas el aparato ese que traes? —replicó de inmediato.

—Dean ese aparato se llama iPod ¿Podrían los dos dejar de discutir? No entiendo por qué papá quiere que vayamos a acampar hasta allá, hubiera preferido quedarme en casa estudiando, la semana que viene tengo examen —dijo el alto muchacho volteando los ojos al ver la actitud infantil de los otros dos jóvenes que se sacaban la lengua.

Definitivamente iba a ser un largo viaje —pensó Sam recargándose en la ventanilla para tratar de dormir un poco.

John vio una cafetería al lado de la carretera junto a una estación de gasolina y decidió hacer una parada, llevaban ya tres horas y seguramente  los chicos estarían hambrientos además quería estirar las piernas. Una vez que la camioneta se detuvo la mujer abrió los ojos para ver el motivo de la parada, al darse cuenta de su postura de inmediato se enderezó sonrojándose y se disculpó ante la mirada divertida de su amigo.

—No te preocupes Sue, estás cansada después de trabajar todo el día en el restaurante y hoy eran las cinco  cuando salimos ¿Todavía te duele la cabeza? —le dijo sonriendo, la mujer negó con la cabeza correspondiéndole la sonrisa—. Vamos antes de que nuestros hijos se maten, seguramente mi “pequeño” debe de venir bastante gruñón  por qué no lo deje traer sus libros —dijo mientras le abría la puerta del auto.

Una vez dentro del local, Dean observo el menú en sus manos.

—Dios me muero de hambre.

—Dean, tú siempre tienes hambre —comentó Sam divertido.

La mirada  de su hermano dejó claro que no le hacia gracia su comentario lo que provocó que los demás rieran.

—Yo lo que necesito es café, mi nivel de cafeína está por los suelos —mencionó la pelirroja.

Dianne le sonrió dándose cuenta del cambio de humor de su madre, sabía que su madre era adicta a esa bebida y tenía que tomar por lo menos dos tazas para poder funcionar y esa mañana debido a la premura no había tomado ninguna.

Después de que terminaran su desayuno, el patriarca comentó que lo recomendable era parar a dormir en Mansfield, Ohio a donde llegarían alrededor de las 8 de la noche y continuar su viaje rumbo a Connecticut temprano.

Al día siguiente Susan estuvo tentada a preguntarle a su amigo a que se debía que quisiera ir a acampar tan lejos de Kansas siendo que muy cerca tenían lugares muy hermosos para eso, pero cuando llegaron al lugar se enteró de la verdadera razón.

En el pueblo corrían rumores sobre las desapariciones en el hostal y la cazadora se dio cuenta de que el acampar era solo un pretexto para poder investigar el caso por lo que decidió que dos podían jugar el mismo juego.

Después de un día, decidió que necesitaba estar en contacto con las comodidades de la civilización, realmente no estaba hecha para ese tipo de cosas, el dormir en una bolsa en el suelo le había provocado dolor de espalda sin contar la incomodidad de no contar con un baño decente por lo que les dijo que ellos continuaran su excursión pero que ella prefería dormir en el hostal, eso le daría oportunidad de investigar más.

John con el pretexto de no dejarla sola en el lugar le dijo que él también se quedaría en la posada, no iba a admitir que ya estaba viejo para ir de campamento; al final del día todos acabaron hospedándose en el lugar.

La dueña del lugar se alegró al ver entrar a los cinco  visitantes, dos niñas entraron corriendo y una empujó a John.

—Hola bienvenidos al Pierpont Inn, disculpen por eso —dijo la mujer frente a ellos.

—No hay problema, así son los niños, entendemos perfectamente —dijo John señalando con el pulgar a los tres jóvenes detrás de ellos.

—Muy gracioso papá —Le dijo Dean haciéndole una mueca.

—¿Quieren tres habitaciones o puedo darles una para ustedes con cama matrimonial y otra con tres camas para sus hijos? —preguntó la mujer.

Los chicos se rieron de la cara del patriarca que abría y cerraba la boca sin emitir ningún sonido parecía un pez fuera del agua.

—¿Qué pasa “papi” te quedaste sin habla? —lo bromeo Dianne.

La pelirroja movió la cabeza sonriendo por la broma de su hija.

—Preferimos dos habitaciones, una con dos camas para mi hija y para mi y la otra con tres camas para mi amigo y sus hijos —comentó sonriendo Susan.

—Disculpen mi error pero es que parecen una familia, sus habitaciones son la 237 y la 238, espero disfruten su estancia —se disculpó la apenada mujer corrigiendo su errónea suposición.

Una vez en su habitación Susan comentó el caso con su hija, Dianne le dijo que en la entrada había visto un macetón con un símbolo para hechizos hodoo, un quincunce, eran cinco puntos, cuatro de ellos están dispuestos formando un cuadrado y el quinto en el centro,  pero Susan le explicó que era vudú, la joven le preguntó cual era la diferencia a lo que la mujer procedió a explicarle.

El vudú es una religión, los esclavos haitianos lo llevaron desde Nueva Guinea en Africa, veneran a Dios al igual que a otras entidades, hay una mezcla entre el cristianismo y sus creencias africanas, existen el cielo y el infierno.

El hodoo es magia tradicional, Dios no tiene nada que ver y es parte africana, europea y en parte americana, se originó en Nueva Orleans, algunas personas piensan que es inofensiva ya que su efecto es psicológico es decir no te afecta si no crees.

El quincunce representa la resurrección, la unidad del alma individual con el alma cósmica y la eternidad y para otras significaba protección, aparecía en diferentes culturas pero definitivamente tenían que investigar pero sin levantar sospechas.

—Ha habido tres desapariciones en los últimos dos meses todas personas jóvenes. Pero con excepción de la maceta afuera, este lugar no parece ser un sitio de magia negra ni su dueña —comentó Susan revisando el hermoso recinto, era un poco tétrico pero en general lucía inofensivo.





En la otra habitación los Winchester también discutían las posibilidades, ellos pensaban que se podía tratar de un espíritu pero Sam creía que no forzosamente tenía que ser algo sobrenatural, lo cual provocó la molestia de los otros dos cazadores.

El alto muchacho salió para encontrarse con su amiga y a último momento su hermano decidió acompañarlo pero antes John les ordeno que fueran a ver a la dueña con cualquier pretexto para ver si podían averiguar algo más.

Dianne vio una vasija antigua en uno de los muebles y dentro estaban los mismos cinco puntos, más adelante vio a los chicos hablando con la dueña del lugar.

—¿Está bien su habitación, necesitan algo más? —les preguntó Agatha extrañada cuando tocaron a su puerta.

—Si todo está perfecto, nuestro padre quería saber si tienen algún horario para las comidas —dijo Sam sonriéndole.

Pero antes de que la mujer contestara, Dean se asomó a la habitación, dirigiendo la vista hacia el mueble.

—¿Son muñecas antiguas? Por qué él en casa tiene una colección enorme ¿Cierto? —dijo sonriéndole sarcásticamente a su hermano.

—Enorme —respondió pero con la mirada quería matar a su hermano por la broma.

—¿Podríamos verlas? De verdad ama las muñecas, deberías verlo poniéndoles esos pequeños vestiditos y realmente le alegraría el día ¿Verdad Sammy? —continuó el rubio sonriendo.

—Es verdad —respondió entre dientes Sam

La mujer sonreía dándose cuenta de que lo que quería era avergonzar al enorme muchacho que lo miraba sin poder disimular su molestia por lo que los dejo pasar.

—Whoa son muchas muñecas, nada tenebrosas —mencionó Dean.

—Debo admitir que si son algo tétricas pero han estado en la familia por muchos años, tienen valor sentimental —les comentó ella.

Sam veía una enorme replica del hostal y dentro había tres muñecos disfrazados y rotos, lo cual le pareció bastante raro, en ese momento entró Dianne con Tyler, la niña de cabello lacio que había tropezado con John.

—Mami, Maggie está siendo mala conmigo —se quejo la niña.

—Dile a Maggie que sea buena y se porte bien —respondió su madre.

Los chicos vieron a la niña y Sam le dijo que sus muñecos estaban rotos y le preguntó si quería que se los arreglara pero la niña le dijo que ni ella ni Maggie los habían roto, los habían encontrado así y después se los quitó al muchacho y salió de la habitación.

La mujer se disculpó por el comportamiento de su hija antes de que los muchachos se marcharan para encontrarse con su padre, ya en la habitación le comentaron a John lo que habían investigado cuando escucharon un grito.

Los tres hombres corrieron encontrando a Susan con Agatha y su hija en la sala, en uno de los sillones se encontraba uno de los muchachos perdidos, tenía el cuello roto y estaba disfrazado, Sam notó que era la misma vestimenta que uno de los muñecos de Tyler, la niña se abrazaba de su madre llorando.

Más tarde cuando la policía llegó junto con el forense, tanto John como las mujeres Holls se quedaron con Agatha para darle apoyo moral.

—Entenderé si se quieren marchar, les devolveré el dinero que pagaron por las habitaciones —dijo ella.

—No hay problema, no nos asustamos tan fácilmente —le respondió el cazador.

Dean comenzó a hablar con su hermano sobre lo sucedido, le dijo que tenía que buscar en su computadora otras muertes, obituarios, apariciones extrañas de cuerpos en esas mismas circunstancias y sobre la misma Agatha, la otra niña lo observaba desde lo alto de la escalera.

Esa noche cuando Dean entró a la habitación encontró a su hermano sentado en una silla y le preguntó que había encontrado en el internet.

—Eres mandón —dijo Sam.

Su hermano mayor se giró para verlo.

—Eres mandón y chaparro —continuó, comenzando a reírse.

—¿Estás borracho? Si papá se da cuenta de que tomaste estando en un caso te va a patear el trasero —preguntó molesto.

—Sip… ¿Y?... Estúpido —le respondió burlón.

Dean molesto le preguntó que estaba haciendo, estaban trabajando en un caso, Sam con los ojos turbios por las lágrimas comenzó a hablar sobre el muchacho muerto, decía que debía de haberlo salvado, pero su hermano le preguntó incrédulo que de que hablaba ni siquiera conocía al tipo pero su hermano insistió en que eso era una excusa, debía salvar tantas personas pudiera para poder cambiar su destino, su hermano lo miró sin entender a que se refería.

—¿Recuerdas lo que te conté en el hospital, qué tal si me convierto en alguien malvado? —le dijo golpeando la mesa a su lado con su mano enyesada.

—Ok, hora de dormir Sasquatch, vamos —dijo ayudándolo a ponerse de pie.

El alto muchacho le dijo que debía cuidarlo a lo que éste respondió que siempre lo hacía, pero el otro insistió en que debía vigilarlo y que si veía que se convertía en algo así, debía matarlo. Su hermano lo miró asombrado por sus palabras.

—Dean tienes que hacerlo, no sabemos en lo que me puedo convertir, todos los que están cerca de mi mueren —insistió nuevamente.

—Pues yo no estoy muerto ni tú tampoco a menos que papá se dé cuenta de tu estado —dijo sentándolo en la cama.

—Dean por favor eres el único que puede hacerlo, prométemelo —rogaba su hermanito.

Dean le dijo que no le pidiera eso pero la mirada de su hermano era de profunda tristeza cuando nuevamente le pidió que se lo prometiera, por lo que el mayor por fin hizo lo que le pedía.

—Gracias Dean, gracias — Le dijo tomando su rostro entre sus manos.

—Duérmete Sammy antes de que llegue papá y caliente tu ebrio trasero —le dijo subiendo las largas piernas a la cama.

El joven cazador vio como su hermano se acomodaba boca abajo y se quedaba profundamente dormido, se pasó la mano por el rostro, tenía que hablar con su padre sobre los temores de su hermano menor.





Mientras, la joven Holls fue a platicar con Sherwin, el viejo que ayudaba a la mujer con el lugar, le comentó tratando de sonar casual sobre el descubrimiento del cuerpo del muchacho.

El anciano le dijo que si la gente sabía lo que sucedía ahí, el hostal se iría a la quiebra, la joven le sonrió y le preguntó que tanto conocía el lugar a lo que éste le sonrió a su vez antes de responderle que conocía hasta el último rincón.

—¿Me podría contar historias sobre el lugar? —le pidió fingiendo inocencia.

El hombre asintió y la llevó a la sala donde le mostró fotografías y le contó la historia de la familia Thompson, la joven rubia vio una fotografía que llamó su atención, en ella estaba una niña en compañía de una mujer de color, en el cuello de la mujer colgaba un amuleto, era un quincunce. Le preguntó al hombre sobre la niña y éste al ver la foto le respondió que era Agatha con su nana haitiana.

Cuando Dianne le contó a su madre sobre su hallazgo, le preguntó si sería posible que la nana le enseñara practicas vudú a lo que su madre le respondió que debían investigar a la familia Thompson más a fondo.





A la mañana siguiente John y Dean regresaron a la habitación después de desayunar encontrando al menor de ellos sentado en el suelo del baño frente al inodoro, por el color pálido de su rostro era obvio que había vomitado.

—¿Qué Sammy, adorando al dios de porcelana? Espero que te hayas dado cuenta que mezclar Tequila con Whiskey no es buena combinación —le dijo su padre sarcástico.

El muchacho gruño y le dijo que la boca aún le sabía a Tequila, ante ese comentario su hermano sonrió maliciosamente.

—¿Sabes que es bueno para la resaca Sammy? Una gran hamburguesa con bastante tocino chorreando grasa servido en un cenicero sucio —comentó sonriendo aún más cuando su hermano gruño nuevamente.

—Te odio —dijo el enorme muchacho.

—Apuesto a que si, Sammy ¿Qué recuerdas de anoche? —le preguntó esperando que no recordara la estúpida promesa pero por respuesta escucho otro gruñido.

—Dean deja en paz a tu hermano —lo amonestó John—. Vamos Tigre, toma estas aspirinas y quiero que bebas toda el agua en ese vaso, tenemos que hablar con Agatha, pero primero lávate los dientes, tienes muy mal aliento ¿Qué descubriste Sammy? —le dijo poniendo los analgésicos en su mano y haciendo una mueca por el olor proveniente de la boca de su hijo menor.

El muchacho después de hacer lo que le había dicho, les comentó que en la familia de la mujer había historia respecto al vudú ya que buena parte de la servidumbre desde su bisabuela eran provenientes de Haiti.

—¿Tú crees que Agatha sea la que este haciendo esto? —preguntó el rubio a su padre.

—No lo sé sinceramente pero debemos averiguarlo —respondió el cazador más viejo.

En ese momento escucharon que llamaban a su puerta, era la joven Holls y su madre, deseaban saber si las acompañarían a dar un paseo, los dos hombres más grandes aceptaron pero el menor les dijo que prefería tomar una ducha antes pero que después los alcanzaría.

Mientras caminaban en el bosque cerca de la casa, los cuatro tenían la sensación de que eran vigilados pero cuando alguno se daba la vuelta no veían nada.

En la parte trasera de la casa encontraron unos juegos infantiles, inconscientemente la muchacha rubia se sentó en uno de los columpios y el otro chico la siguió, la verdad era que ninguno de los dos tenían muchas ganas de continuar el paseo.

—Sue ¿Por qué no dejamos que los chicos se diviertan un rato y mientras tú y yo continuamos el paseo?  —le preguntó a la cazadora y ésta acepto ante la mirada de fastidio de su hija.

—Niños jueguen bonito y no se peleen, pórtense bien —les dijo ella soltando una carcajada al ver la expresión de ambos.

—Muy graciosa mamá —respondió la muchacha haciéndole una mueca.

Ambos padres estaban por marcharse cuando unos metros delante de ellos vieron a una joven que los observaba, había algo raro en su expresión. Cuando se acercaron a ella se desvaneció para aparecer nuevamente unos metros más adelante, era como si quisiera que la siguieran.

Continuaron caminando hasta donde ella se quedo parada mirando al suelo, el patriarca se acercó más y cubierto por hojas secas estaba su cadáver, también estaba disfrazado al igual que el del muchacho encontrado en la sala, traía puesto un vestido como de princesa y el largo cabello rubio lo tenía trenzado.

—¿Está muerta? —preguntó Dianne.

—Duh, obvio niña o a lo mejor está fingiendo —le contesto sarcástico Dean.

—¿Y qué quieres hacer, picarla con una rama? —preguntó ella burlona pero en eso vio que él asentía y levantaba una rama del suelo —¡Hey! No vas a atizarla con una rama —le advirtió quitándosela de las manos.

Susan le preguntó a John si sabía que estaba sucediendo fingiendo miedo ante el fantasma pero antes de que el cazador respondiera escucharon que el fantasma decía una palabra: sótano y señalaba hacia la casa. 

Dianne les dijo que prefería regresar ya que se sentía algo mareada, cuando el rubio se acercó para ayudarla, ella salió volando y cayó al suelo como si alguien la hubiera empujado.

En ese momento salió Sam y sin pensarlo  levantó en brazos a su amiga, quién de inmediato le pidió que la bajara pero el enorme muchacho la ignoró y le dijo a la otra mujer que la iba a llevar a su habitación.

Mientras el alto muchacho la llevaba, su hermano le contó lo sucedido, Sam tenía una teoría, le dijo que pensaba en cuentos infantiles.

—Eso es lindo Sammy ¿Y piensas seguido en eso? —le preguntó burlón.

—Hablo de los homicidios Dean —respondió molesto por las payasadas de su hermano—. El chico de ayer estaba vestido como Peter Pan y por lo que me contaste la chica parecía Rapunzel… ¿La  que estaba presa en una torre y tiraba sus largas trenzas para que el príncipe escalara y la rescatara de la bruja? —continuó él.

—Dios Sammy ¿Podrías ser más gay? —lo miró, asombrado que supiera sobre cuentos. Su hermano volteo los ojos—. No contestes eso —dijo el muchacho rubio.

—Eres un idiota Dean ¿Ya olvidaste que cuando era pequeño tú me los leías antes de dormir?

El mayor de ellos recordó que en esa época su hermanito no se dormía si antes él o su padre no le leían, casi siempre prefería que fuera su hermano mayor ya que modificaba las historias inventando  situaciones donde ellos eran partícipes de las mismas.

Sam les explicó sobre los cuentos y como los originales tenían finales muy distintos de la versión de Disney, eran como el folklor de la época, llenos de violencia que se dulcificaron con los años hasta convertirse en historias para dormir.

—¿O sea que piensas que lo que está ocurriendo son dramatizaciones? —le preguntó la joven Holls.

—Eso me temo Didi, lo que no sé es por qué  o quién hace todo esto ¿Necesitas algo más? —le preguntó a su amiga que ya se encontraba reposando en la cama, al ver que ella negaba le dijo que lo mejor era que descansara.

Ambos jóvenes se encontraron en la recepción con los padres y decidieron que lo mejor era dejarla dormir un rato mientras ellos comían algo.

Dean subió a su cuarto para cambiarse de ropa cuando sintió que lo observaban, estaba tomando su arma pero de pronto todo se oscureció para él. Cuando su hermano y su padre subieron a la habitación encontraron la puerta abierta y el arma de Dean en el suelo pero no había señas de él.

Esto intranquilizó al padre ya que conocía a su hijo mayor y sabía que algo no estaba bien ya que su hijo jamás sería tan descuidado de dejar su arma tirada, pero Sam le dijo que a lo mejor había pasado algo con la joven Holls y había salido de prisa para ver que sucedía.

Ambos Winchester fueron a la habitación de las mujeres para ver si el joven cazador se encontraba ahí pero la pelirroja les dijo que no lo había visto.

—¿John pasa algo? —preguntó la rubia desde su cama.

—No encontramos a Dean ¿Te dijo si pensaba ir a alguna parte Fierecilla, o escuchaste algo? —respondió el hombre de cabellos oscuros, le preguntó preocupado.

La muchacha rubia negó con la cabeza y de inmediato se puso de pie, los tres la miraron extrañados.

—¿A dónde crees que vas? Jovencita deberías quedarte en cama, te diste un buen golpe —la amonestó el patriarca.

—A buscar a Dean por supuesto, no pienso quedarme sentada mientras tu hijo está perdido —le contestó ella saliendo de la habitación seguida de cerca por su amigo.

Cuando el cazador iba a replicar, Susan le dijo que ni lo intentara, conocía a su hija y cuando se le metía una idea en la cabeza era casi imposible hacerla cambiar de opinión, era bastante terca.

—¿Me pregunto a quién se parece? —comentó el hombre con expresión inocente, la mujer le dio un ligero golpe en la cabeza.

—Muy gracioso John.

Durante bastante rato estuvieron buscando al muchacho rubio sin éxito, cuando estaban por entrar en el privado de la dueña, ella apareció detrás de ellos bastante enojada.

—¿Qué están haciendo? Me acaba de decir Sherwin que han estado revisando todo el hotel, los quiero fuera de mi propiedad o llamo a la policía —les dijo Agatha alterada.

—Mira mujer, por mi puedes llamar a la guardia nacional si quieres la verdad me da idéntico, mi muchacho está desaparecido y no voy a parar hasta encontrarle ¿Fui lo suficientemente claro? Así que si no vas a ayudar no estorbes —le contesto de manera bastante tosca.

La mujer lo observo durante un momento, los ojos verdes eran bastante fríos y reflejaban el enojo y la preocupación del rudo cazador y decidió hacerse a un lado y desaparecer de su vista marchándose molesta.

El cazador la observo mientras se alejaba, había algo en la mirada de esa mujer, estaba seguro que ocultaba algo, iba a averiguar que era.






Dean despertó en lo que parecía un sótano, se encontraba amarrado a una silla y no vestía ya pantalones de mezclilla ni camiseta si no unos mallones, camisola, túnica y una capa.

—¡Qué demonios! —exclamó al ver su vestimenta. 

Pronto se dio cuenta de que no se encontraba solo, frente a él estaba una niña de unos ocho o nueve años de cabello rizado, disfrazada de princesa.

La niña le sonreía pero cuando escuchó su expresión frunció el ceño.

—Eres un príncipe muy grosero, te iba a invitar a una merienda pero ahora te vas a quedar ahí castigado —dijo molesta.

—Disculpe señorita mi grosería pero no me gusta estar amarrado, tal vez me podría ayudar —le respondió educadamente.

Dean se percató del macabro juego de la niña ya que al fondo del lugar estaba el cadáver del otro muchacho desaparecido y decidió que lo más prudente era continuar  con la fantasía de la niña por lo menos hasta que se pudiera liberar o lo rescataran, también se percató de que era un espíritu; la niña sonrió maliciosamente y le dijo que no lo podía soltar.

—¿Tú nombre es Maggie, cierto? —pero se dio cuenta de que no era la pregunta adecuada por lo que intentó nuevamente—. Disculpe si me equivoqué princesa ¿Cuál es su nombre? —preguntó nuevamente.
La sonrisa de la niña se amplió.

—Soy la princesa Aurora y tú eres Philip mi príncipe azul, eres más guapo que los otros —le respondió la niña rubia.

En ese momento entró en la habitación Agatha, se veía muy enojada, se dirigió a donde estaba la niña.

—Margaret te he permitido que  “juegues” con algunos de los huéspedes pero ésta vez fuiste muy descuidada, si desaparece uno o dos chicos no hay problema pero en dos meses van tres y éste tiene familia y lo están buscando y por lo que he visto su padre es un cazador, tenemos que deshacernos de él rápido y lejos de aquí —la regaño la mujer.

—¡No! Se va a quedar aquí conmigo por siempre y para siempre y no hay nada que puedas hacer para detenerme, durante un tiempo lo hiciste pero ya no más o Tyler también se queda —le dijo la niña mirándola furiosa.

Dean sabía que tenía que intervenir con delicadeza antes de que las cosas entre sus dos secuestradoras se salieran de control.

—Princesa Aurora ¿Por qué no me enseñas a que más podemos jugar? Créeme que no deseo marcharme —le comentó sonriéndole.

—Eres un mentiroso, más que un príncipe pareces Pinocho, te vi abrazando a la tonta esa con la que ibas caminando —contestó la niña molesta.

Cuando el joven cazador se dio cuenta sus ropas cambiaron nuevamente a unas bermudas con tirantes y calcetas largas; así que fue ella la que arrojó a Dy, esto es peor que la indumentaria de príncipe —pensó el muchacho rubio.

—Discúlpame princesa, no volveré a hacerlo prefiero seguir siendo tu príncipe —dijo fingiendo arrepentimiento.

La niña sonrió y cambio de nuevo su indumentaria por la de Philip, la mujer aprovecho que la niña estaba distraída para salir de la habitación.


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John y las mujeres Holls habían decidido separarse para cubrir más terreno en la búsqueda del muchacho.

—Mamá no creo que se trate de vudú, tengo el presentimiento que es algo más, para hacer un hechizo vudú necesitas mezclar hierbas, cantar y hacer un altar y no hemos visto nada de eso, hay algo más —le dijo en voz baja.

Susan le dijo que tenían que averiguar que podría ser, hacia tiempo que había aprendido a seguir las corazonadas de su hija, ya que rara vez se equivocaba.

En cuanto la pelirroja vio a la dueña del lugar le dijo que era mejor que mientras se aclaraban las desapariciones, ella y sus hijas se fueran del hotel al igual que los empleados, todos estaban en peligro, la mujer la vio desconcertada.

—¿Hijas? Solo tengo una —dijo ella.

—Tyler nos dijo que tenía una hermana llamada Maggie —replicó Dianne.

—Tuve una hija llamada Margaret pero murió hace un par de años, las dos eran muy unidas —les aclaró ella.

—¿Dónde está Tyler? —preguntó John, quién había escuchado parte de la conversación.

La mujer le dijo que seguramente en su cuarto o en la habitación de los juguetes pero cuando fueron a buscarla, la niña no estaba por ningún lado, la mujer les exigió saber que era lo que ocurría, tenía que ver hasta donde estaban enterados.

—¿Quieres la verdad? Mis hijos y yo pensábamos que se trataba de vudú pero ahora estoy seguro que es un espíritu enojado, el de tu hija Margaret, ella sigue aquí —le respondió el mayor de los cazadores.

—Estás loco — replicó Agatha, esperando que no averiguaran la verdad sobre su hija Maggie.

—Eso me han dicho pero no tenemos tiempo para mayores explicaciones, tenemos que encontrar a Dean y a Tyler ya —contestó seco sin importarle que las mujeres Holls lo escucharan.

Sam entró en la habitación corriendo, les dijo que en el sótano había encontrado sangre y otro cadáver, al igual que la ropa de su hermano.

—Agatha te lo suplico, dinos lo que sepas de lo contrario tu hija y mi hermano van a morir, corren grave peligro —suplicó el enorme muchacho.

La mujer asustada de no poder encontrar a su hija menor, les contó que desde hacia muchas generaciones, su familia practicaba el vudú y la hechicería pero solo como protección hasta el día que su hija mayor murió ahogada en la piscina del hotel; ella la había podido controlar con el quincunce pero de un par de meses a la fecha ya era imposible.

—Cuando comenzaron las desapariciones, tienes que ayudarnos o Maggie va a seguir lastimando gente inocente —dijo John.


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Tyler, Maggie y Dean se encontraban en el solario donde se encontraba la alberca.

—Maggie ¿Por qué tiene que estar amarrado? No me gusta este juego, tengo miedo —le dijo la niña atemorizada mientras veía hacia abajo.

Los tres estaban en un angosto pretil arriba de la piscina cubierta, el muchacho rubio estaba amarrado y amordazado por más que trataba de luchar no lograba liberarse y miraba asustado a las niñas, no temía por su vida si no por la de Tyler, ya que el espíritu le decía a la otra niña que debía saltar; era claro que su hermana se había convertido en un espíritu vengativo.

—Maggie estoy asustada, no sé nadar —rogaba la más pequeña.

—Lo sé pero te prometo que no te dolerá y así podremos estar juntas por siempre junto con el príncipe y nadie nos molestará, por favor ya no quiero estar sola, si quieres puedo conseguirte a un príncipe para ti—dijo Maggie con voz tranquila.

La pequeña niña miraba asustada hacia la alberca. 

Agatha los llevó a donde se encontraban Dean y las niñas pero en cuanto la niña muerta los vio, arrojó al vacío tanto a su hermana como al joven cazador.

Tanto el rubio como la niña estaban enredados con la cubierta de plástico que cubría la piscina, los dos hombres trataban de romper algún cristal para poder entrar.

—Sam sigue intentándolo, yo voy por el otro lado —ordenó el patriarca.

El muchacho castaño al ver que su hermano mayor y la niña comenzaban a hundirse, tomó un macetón y comenzó a golpear el cristal con éste mientras por el otro lado John pateaba una puerta; una vez que lograron su cometido, ambos Winchester se lanzaron sin pensar al estanque.

Las mujeres veían como salían empapados Sam con Tyler y John con Dean, ambos inconscientes, en cuanto llegaron a la orilla comenzaron a darles resucitación.

El espíritu de la niña desapareció del lugar al escuchar que lo llamaban, eran los fantasmas de los chicos asesinados.

Una vez que tanto el muchacho rubio como la niña estuvieron despiertos y fuera de peligro, John le dijo a la dueña del lugar que necesitaban hablar. Le explicó que debía decirle en donde estaban los restos de su hija si quería que el espíritu de su hija descansara en paz ya que estaba enojada, desesperada por que no entendía realmente que había sucedido y estaba matando gente, era la única forma de detenerla.

—Pero ya nunca la voy a volver a ver —dijo la mujer llorando.

—Entonces prefieres que lo que sucedió hoy se vuelva a repetir hasta que finalmente Tyler también muera, sé que es duro pero es lo mejor —le reclamó duramente el hombre.

La mujer pelirroja logró convencer a la dolida mujer y una vez que les dijo en donde estaba enterrada su hija, John salió de la habitación y Susan le recomendó despedirse de su hija pero le pidió que no le comentara nada.

La mujer fue a la habitación que había pertenecido a su hija mayor y la llamó, la niña la miró temerosa por un momento.

—Mami ¿Estás enojada por lo que le hice a mi hermana? —preguntó acercándose a ella.

La mujer la miraba con lágrimas en los ojos y negó con la cabeza, le dijo que la amaba y que siempre estaría con ella.

—Pensaba que ya no me amabas, me mantuviste lejos durante mucho tiempo, pero no te preocupes sé lo que el papá del príncipe va a hacer y está bien, estoy cansada de estar sola y quiero irme con papi —dijo acercándose a su madre. 

—Si Maggie, estás lastimando gente y debes parar, es tiempo de que te vayas, de que yo te deje ir, adiós nena, te quiero —respondió la mujer, gruesas lágrimas surcaban su cara y por fin se permitió llorar por su hija muerta.

—Voy a estar bien, adiós mami —terminó de decir antes de desaparecer,  ésta vez para siempre.






Mientras John se encargaba de salar y quemar los restos que la mujer le había indicado, Sam y Dianne habían llevado a Dean a su habitación. La experiencia por la que el rubio acababa de pasar le había dejado agotado, por lo que le habían dejado en su cama y en lo que Sam fue a cambiarse de ropa, Dianne se quedó con él. 

—Bonita ropa, hasta eso no te ves mal en mallas… —comentó la chica riéndose un poco. Al momento Dean le hizo mala cara, pero cuando estaba por responderle, ella se adelantó—. Hasta eso tienes buena pierna —las carcajadas le invadieron cuando el muchacho se puso rojo hasta la médula.

—¿No puedes compadecerte siquiera de mi? Casi me mata una mocosa que ni de cerca me llega a los hombros —resopló, con algo de molestia pero intentando cambiar el tema.

Y lo logró, porque el semblante de Dianne se había quedado en blanco y le miraba preocupada.

—¿Qué pasa? —preguntó el muchacho entonces.

—Me asustaste Dean, cuando estabas en el agua y cuando John te sacó y estabas inconsciente… —movió la cabeza de un lado a otro, intentando olvidar aquel momento—. Si no fuera por los primeros auxilios…

La puerta del baño entonces se abrió, Sam apareció ahora con ropa limpia y seca.

—¿Qué? ¿Cuáles primeros auxilios? —preguntó alarmado.

—Los que papá te dio —respondió al instante Sam, con una sonrisa burlona.

—¡No jodas, que asco! —dijo, comenzando a limpiarse la boca—. Quedaré traumado de por vida.

Sam comenzó a reír a carcajadas y la rubia le lanzó uno de los cojines de la cama.

—Ya dile la verdad, ¿Qué no ves que va a quedar más traumado de lo que ya está?

—Está bien, está bien —controló un poco las risas—. No fue papá quien te dio respiración de boca a boca, fue Dianne —y diciendo aquello salió disparado de la habitación, huyendo antes de que comenzaran a pelear.

Dean se le quedó mirando con sorpresa y fue ahora la chica la que enrojeció un poco.

—Tú hiciste… 

—Si, fui yo. ¿Ahora qué, te vas a morir doblemente del asco? —la rubia se levantó de donde había estado sentada y se acercó hasta la ventana, con los brazos cruzados.

El joven se reincorporó en la cama y le miró, frunciendo el ceño. ¿Por qué repentinamente había tomado esa actitud? 

—No quise decir eso, es solo que me sorprende viniendo de ti… —dijo sincero.

—¿Por qué Dean, por qué te sorprende que venga de mi? ¿Tiene algo de malo? —cuestionó, un tanto molesta.

—No, Dianne, no, joder —se sentó en la cama, preparándose para levantarse cuando ella le vio y se acercó de inmediato.

—No pienses en si quiera mover un dedo —le ordenó, pero él no le hizo caso y se puso de pie frente a ella—. ¡Dean!

—¿Por qué te preocupas tanto? ¿Por qué te preocupas por mí? —preguntó en tono bajo, mirándole a los ojos.

La chica giró el rostro en otra dirección, intentando huir a la respuesta, pero él le tomó por la barbilla y le obligó a mirarla.

—¿Por qué Dy? —repitió.

Ella resopló, ahora sin poder evitar la mirada verde de él.

—Porque… —hizo una breve pausa—. Porque me importas.

La respuesta fue cualquier cosa menos lo que se esperaba. Dean sonrió un poco. 

—¿Te ríes de mi? —susurró ella, sin comprender la expresión de él.

—No. Es solo que… —no terminó la oración.

—¿Qué? —preguntó ella, con curiosidad.

No dijo nada y a cambio sonrió un poco más. Dean se acercó más a ella y cuando estaba por besarle…  La puerta de la habitación se abrió repentinamente. Ambos se alejaron de inmediato.

—Oh, lo siento, no quería interrumpir… —comentó sonriendo de lado a lado al ver aquella escena—. Vengo por las llaves de papá —se apresuró hasta la pequeña mesa y tomó el llavero. Justo cuando salió y estaba por cerrar la puerta, se asomó y les dijo—: Adelante, pueden continuar donde se quedaron.

Dean, molesto, inmediatamente tomó una almohada y la lanzó hacia la puerta con la intención de golpear a su hermano. Pero Sam fue más rápido y alcanzó a cerrarla antes del impacto.

Todo quedó en silencio después de eso y ambos jóvenes se huían las miradas. Solo pasaron unos minutos más cuando Dianne finalmente habló.

—Creo que debería irme para que puedas cambiarte y descansar —se dio la vuelta y rápidamente alcanzó la puerta.

—¡Dianne! —exclamó Dean pero ya era muy tarde, la joven ya se había marchado dejándolo solo.


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Al día siguiente los Winchester y las mujeres Holls decidieron marcharse para regresar a Kansas por lo que se despidieron de Agatha y de su hija.

—¿Maggie ya no está aquí? —le preguntó Susan a la pequeña.

—No, estoy segura, la vería —respondió la niña parada al lado de su madre.

Susan se disculpó con la mujer por incomodar a su hija, pero ella le dijo que no se disculpara ya que ellos habían salvado a su pequeña y la habían ayudado.

—Por cierto Dean, te veías lindo en ese atuendo —se burló su hermano cuando se encaminaban rumbo al Impala.

—Cállate Sammy, lo que pasa es que te da envidia que yo le parecía más guapo. Fue un buen día salvaste a la niña, podía haberlo hecho yo pero no quiero que te sientas inútil —respondió sarcásticamente.

—Gracias Dean, lo aprecio realmente, pero de verdad te veías bien con capa y mallones —continuó Sam tratando de no reírse.

—Eres hilarante hermanito y tú mocosa ni una palabra más —le advirtió levantando un dedo frente a ella que se fingió ofendida. 

Al parecer, Dean volvía a su actitud normal después de lo que había pasado el día anterior. Dianne no le dio más importancia y subió al auto.

—Dean, esto no cambia lo que hablamos la otra noche —dijo Sam muy serio antes de subir al auto.
Dean se le quedó mirando como si no supiera de qué hablaba mientras Dianne se terminaba de treparse al asiento trasero y se ponía los audífonos del iPod.

—¿De que hablas Sammy? Hablamos de muchas cosas —Sam lo miró dándole a entender que sabía de lo que le hablaba—. Sam estabas borracho —le reclamó.

—Si pero tú no y lo prometiste —dijo el castaño, todavía serio mientras se acomodaba en el asiento.
Dianne había alcanzado a escuchar pero no entendía de lo que hablaba su amigo pero después lo averiguaría, se daba cuenta de que no era el momento ya que en la mirada de ambos chicos Winchester había tristeza. Abrió su libro, ahí donde lo había dejado y comenzó a leer sin más.

Antes de que Dean pusiera en marcha el auto miró por el retrovisor a la joven rubia. Sin duda alguna aquel viaje y todo lo que le había ocurrido en él le habían dado al muchacho bastante para pensar.

Finalmente, la camioneta negra salió de la propiedad seguida por el Impala, ninguno se dio cuenta de que en la última ventana del piso superior,  Maggie observaba su partida y sonreía.