Full moon {Cap. 8}



La oscuridad inundaba cada pequeño espacio aquella noche. No había nubes en el cielo y apenas algún pequeño sonido rompía el silencio. Seguramente algún animal, pensó el joven castaño mientras corría por el bosque en su rutina nocturna. ¿Por qué salía de noche? No estaba seguro, pero le gustaba la tranquilidad que solo la noche le podía dar. De pronto, un sonido de hojas crujiendo le hizo detenerse. El chico volteó hacía atrás, buscando algo en la oscuridad, pero no vio absolutamente nada. Volvió a retomar el camino, trotando esta vez, cuando nuevamente un sonido muy cerca de él y mucho más fuerte, se escuchó. El muchacho paró en seco y esta vez, se dio la vuelta completa, agudizando la vista en búsqueda de qué causaba tales sonidos.

Nada de nuevo.

Suspiró aliviado y cuando estaba por voltearse algo en las sombras se movió. Él se quedó ahí, quieto, y de pronto, unos centelleantes ojos azules fue lo único que pudo ver. No lo pensó y se dio vuelta echándose a correr. Más no era tan rápido o no como aquella cosa, que en unos pocos segundos se le abalanzó. Primero resonó un grito de dolor por todo el bosque y luego nada, silencio otra vez. Entonces un aullido se esparció, cubriendo las varias hectáreas llenas de árboles.

Esa noche, había también luna llena.

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Un mes atrás.


Dianne y Tom se encontraban limpiando el restaurante después de una larga jornada de trabajo, la cual había finalizado hace 10 minutos cuando los últimos clientes abandonaron el Walker’s. Los chicos mientras ordenaban todo, bromeaban el uno con el otro y platicaban de las cosas graciosas que les habían sucedido en el día; por ejemplo cuando Tom rechazó amablemente la invitación a cenar de la señora Troscoth, lo divertido de la situación es que ella era amiga de su abuela, una mujer de 72 años y con más arrugas que dientes. El caso de Dianne fue… lo contrario. La chica atendía una mesa donde un pequeño de 8 años festejaba su cumpleaños, la rubia le llevó su pastel y cuando se acercó a felicitarlo, él precoz mocoso le robó un beso llenando a Dianne de merengue. La chica enrojeció al instante y salió corriendo de ahí directo a la cocina para ocultarse.

—¿Y qué, te gustó al menos el pastel? —dijo el muchacho echándose a reír mientras su hermana lo mataba con la mirada.

—Ja-ja, muy gracioso Grandulón, pero si a esas vamos ¿Cuándo piensas salir con tu novia, la Sra. Troscoth? Acuérdate que si le das muchas largas se te puede morir —replicó la muchacha soltando una carcajada.

En ese momento el chico de ojos azules le dirigió una fingida mirada de enojo y comenzó a perseguirla por todo el restaurante.

—Ahora que te atrape, pagarás por tus palabras —sentenció Thomas en un tono de broma y continuó intentando atrapar a su hermana, que corría entre las sillas y mesas evitando que la alcanzara.

Más en ese instante, Susan apareció por la puerta de la cocina y observó en silencio el juego de sus hijos. Alargó un suspiro y movió la cabeza con desaprobación.

—¡Por Dios, creía que en casa tenía a un par de adultos y no a dos niños de cinco años! —dijo en voz alta la mujer, provocando que los chicos notaran su presencia y se detuvieran—. Y también se suponía que estaban limpiando el restaurante. —comentó después, mirándolos con seriedad esperando una explicación.

—¡Tom sale con la señora Troscoth! —gritó primero Dianne y Tom la miró como si lo acabara de traicionar.

—¡Pues al Monstruo la acosa un niño de 8 años! —gritó también a lo que la rubia respondió tirándole en la cara el trapo con el que había estado limpiando las mesas.

—¡Cállate, no es cierto!

—¡Si lo es! —respondió quitándose el trapo del rostro y aventándoselo a ella.

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¡Ya basta! ¡Ambos! Si siguen comportándose como niños de cinco años los pondré a cada uno en una esquina hasta que aprendan a portarse bien —la mirada de Susan fue tan severa que los dos se callaron al instante—. Anden, mejor terminen con esto rápido y váyanse a dormir —ordenó y se dio la vuelta, encaminándose a la casa. Una vez que cerró la puerta, la mujer se atacó de la risa al recordar los comentarios infantiles de sus dos hijos maduros.

Los dos jóvenes volvieron a sus actividades correspondientes, Dianne siendo la primera en terminar.

—¿Cierras tú Grandulón? —preguntó a su hermano mientras se ponía una chamarra y se acercaba a la puerta delantera del local.

—Si, yo cierro —respondió Tommy asomándose por la puerta de la cocina y al ver a donde se dirigía su hermana enarcó una ceja—. Eh, ¿A dónde vas?

La rubia se giró hacia él, poniéndole una carita inocente y haciéndole ojitos.

—Se me antojó un Chai, anda Tommy déjame ir, están por cerrar y prometo no tardar mucho —dijo hablando con voz infantil y haciendo un puchero.

El pelinegro puso los ojos en blanco y en un suspiro asintió con la cabeza, no podía resistirse a la carita esa que le ponía Dy.

—Anda, pero si tardas más de diez minutos le diré a mamá —comentó con seriedad, más la chica le dirigió una mirada asesina.

—Ya Tom, no tenemos cinco —respondió y antes de que él dijera algo más, la rubia salió a la calle.






Ni más de cinco minutos tardo la rubia en caminar al Starbucks que se encontraba a seis establecimientos del restaurante y obviamente por lo tarde que era, la atendieron muy rápido. Salió del lugar sonriente y sosteniendo su Té Chai, el cual era uno de sus favoritos. Le dio un pequeño sorbo, más por lo caliente de la bebida se quemó la lengua e hizo una mueca. Decidió entonces que mejor daría un paseo y en el trayecto el té se enfriaría lo justo para que pudiera tomarlo sin quemarse. Pronto se encontró en un parque cercano al restaurante, con la mirada buscó una banca para sentarse. Al llegar ahí de reojo observó una sombra, bastante grande, que cruzaba corriendo. A los pocos minutos escuchó un grito. Sin dudarlo ni un segundo dejó caer su bebida sacando al instante su cuchillo que acostumbraba llevar en su bota y se echó a correr en dirección del sonido.

Se encontró con un hombre hincado en el césped, que al parecer estaba herido. Dianne miro a su alrededor intentando buscar algo inusual pero solo vio oscuridad. Acercándose a él le preguntó si se encontraba bien. El joven se sobresaltó al escuchar su voz y giró el rostro en su dirección pero no le respondió. Cuando ella le tocó el hombro el muchacho se hizo a un lado evitando su contacto asustado. La mirada de la chica se dirigió a su antebrazo el cual sangraba profusamente. Regreso la vista a su rostro y reconoció al instante las facciones del hombre.

—¡¿Mike?! —exclamó asombrada hincándose—. ¿Qué paso? ¿Estás bien?

En ese momento el chico reconoció su voz y abrió los enormes ojos azules de par en par, con expresión atónita al ver a su ex novia.

—¿Holls? —preguntó desorientado sin mirarla directamente a los ojos—. A-algo me a-t-ataco, un… ¿un perro?... grande.

Ella no espero a que le dijera algo más y le ayudo a ponerse de pie.

—Luego me explicas, ven, vamos a que mamá te cure.






—¡Mamá! —gritó Dianne al lograr abrir la puerta ya que el muchacho iba apoyando casi todo su peso sobre su hombro. Alcanzó a cerrar con el pie y llevó al joven a la sala.

Inmediatamente al oír el grito bajaron Susan y Tom alarmados y preocupados por Dy. Susan se detuvo de golpe en la entrada de la sala al ver al joven que venía con su hija. Al ver su estado le pidió a su hijo que le llevara el botiquín de primeros auxilios.

—¿Qué sucedió? —interrogó cortando la manga de la camisa para revisar la herida.

—Y-yo… eh-m yo… ¡AUCH! ¡Tenga cuidado! —exclamó tratando de quitar el brazo que la mujer sostenía firmemente.

—¡Oye! —reclamó la rubia dándole un golpe—. No seas grosero y tampoco chillón.

—Claro, lo dices porque a ti no te está doliendo —replicó el ojiazul haciendo un puchero.

—¡Michael! No te muevas, necesito ver que tan profundo es para… —hizo una pausa y miró la herida haciendo una mueca—. Si, necesitarás puntos, ¿Crees poder aguantar o quieres que te ponga algo para el dolor? —preguntó mirándole esta vez a los ojos.

El chico dudó ante la pregunta de la mujer, ésta pensó que más parecía a un niño pequeño que a un hombre de 26 por el cabello revuelto y la mirada suplicante.

—¿Va a doler… mucho? —cuestionó dudosamente haciendo nuevamente un puchero. La mujer solo asintió rápidamente y el muchacho arrugó la nariz.

—Venga ya Mickey, dame la mano y no seas niña —dijo Dianne extendiendo su mano hacia él. Michael a regañadientes la tomó y apretó los dientes cuando Susan tomó la aguja y la sutura.

Minutos después ya curado y más tranquilo, Sue le llevó una taza de té y se sentó frente de él.

Pero antes de que la mujer pudiera hacer la primera pregunta, su hijo, que hasta ese momento había estado observando en silencio se le adelantó.

—Monstruo, ¿Quién es él? —dijo Tom cruzando los brazos sin dejar de mirar al extraño.

—Mi nombre es Michael, Michael Gallagher ¿Tú quién eres? —preguntó, enarcando una ceja hacia el otro muchacho.

—Mike, él es… él es mi hermano, Thomas —mencionó la rubia frunciendo el ceño y mirando molesta a su hermano.

Tom estaba a punto de replicar, cuando su madre intervino en la conversación.

—No es momento de presentaciones —comentó con seriedad mirando a su hijo y después volviendo la mirada a Mike—. Y tampoco es momento de explicaciones, todos necesitamos descansar ¿Dónde te estas quedando?

—Llegue hoy al pueblo, hace unas cuantas horas por lo que no he buscado donde quedarme. Pero si me llevan a un hote…

—¡Ni lo sueñes! —interrumpió la rubia y miró a su madre—. ¿Puede quedarse en el cuarto de visitas mamá?

—No necesitas preguntarlo Dy, vamos Michael, Tom te prestará una pijama —la mujer se puso de pie y alcanzó a ver el desagrado de su hijo mayor.

—Pero…

—No es pregunta chico, está decidido, te quedas aquí y lo mismo va para ti Thomas, compórtate —dijo, dando por terminada la conversación.

—Es mejor que le hagas caso Mike, ya sabes cómo es —la rubia se encogió de hombros y le ayudó a ponerse de pie y a subir las escaleras, llevando al muchacho a su habitación.

Una vez que lo dejó en el cuarto de visitas, Dianne se dirigió al suyo. Una vez ahí y como en raras ocasiones, no pudo dormir gracias a que los recuerdos la invadieron.

Recordaba esa ocasión en que lo conoció y como inmediatamente hubo química. Había sido bastante ‘gracioso’ o al menos para ella. Aquel día había quedado de verse con su padre para ir a comer, por lo que habían quedado de verse en la estación de policía de Texas, donde recientemente Jim había sido transferido. Más cuando ella llegó, su padre se encontraba ocupado interrogando al joven, que al parecer había sido arrestado por alterar el orden. Había iniciado una protesta contra las políticas de la Universidad donde estudiaba arquitectura. Cuando la chica se acercó a saludar a su padre, el muchacho volteo a mirarla y le sonrió coquetamente para el desagrado de James.

De esa ocasión comenzaron a frecuentarse, provocando el descontento de su padre, aunque por el lado de Susan el muchacho le parecía encantador. Y en realidad lo era, así como también era un buen chico. Dianne no pudo evitar quedar cautivada con su sentido del humor, su inteligencia y sus ocurrencias infantiles, al poco tiempo terminó ganándose el corazón de la rubia. Además de aquellos detalles, su sonrisa coqueta y sus miradas traviesas la convencieron definitivamente y cuando Michael le pidió ser su novia, Dianne no pudo decir más que un sí.

Sin embargo, la relación trajo serios conflictos con James, quien no terminaba de aprobar al joven y buscaba cualquier pretexto para que su hija entrara en razón. Primeramente, la diferencia de edades, ya que el chico tenía 22, mientras ella apenas 16; sin contar además que Dy era menor de edad. Otro, por ejemplo, las fiestas de la fraternidad a las que Michael llevaba a “Did”, como él solía decirle. Y aun con el enfado de su padre, Dianne continuó viendo al muchacho.

—¡Basta Dianne, te estoy diciendo que no quiero que lo veas! —gritó con enfado el hombre, comenzando la discusión diaria.

—¡Pues tú no puedes prohibírmelo papá, no lo harás! —replicó la joven, quien miraba con furia al hombre.

—¡Harás lo que yo digo y fin de la discusión! —contestó con un tono firme y severo, mirando a su hija a los ojos.

—No, no lo haré y no me importa lo que digas o hagas, no voy a dejar de ver a Michael, ¡Él es lo único bueno que tengo aquí desde que tuvimos que venir a Texas por tu culpa James! —reclamó y al instante se quedó callada al pensar en lo que le había dicho, arrepentida por sus palabras, porque sabía que no era verdad.

—Vete a tu habitación en este preciso instante señorita —dijo el fúrico hombre, señalando las escaleras y apretando la mandíbula. No estaba acostumbrado a ese tipo de rebeldía en su hija. ¿Desde cuando la chica lo llamaba por su nombre?

La adolescente salió corriendo escaleras arriba y al llegar a su cuarto azotó la puerta. James se volteó hacia su esposa, resoplando y mirándola con un gesto cansado.

—¿Podrías tan si quiera apoyarme? Ese muchacho no es bueno para nuestra hija Sue, pero ella no lo entiende —pidió el hombre suplicante. Más su esposa solamente se encogió de hombros.

—Lo siento cielo, pero yo no puedo tomar partido en esto —respondió la mujer acercándose a su marido y abrazándolo—. No puedes seguir imponiéndole cosas Jim, o buscará la forma de verlo.

—Pero Sue, ella… ella es todavía una niña —dijo con tristeza, devolviéndole el abrazo a ella.

—James, debes de entender que tu princesa ya creció —explicó, mirando con pesar al hombre—. Sólo acuérdate de que también tuvimos su edad.

Toda la discusión se debió a que Dianne había solicitado permiso para asistir a una fiesta junto con Mike, el cual a fin de cuentas le fue negado. Pero Dy no aceptó la decisión de su padre y después de que la enviara a su cuarto, la chica terminó escapando por la ventana. No fue horas más tarde, cuando Jim subió a disculparse por gritarle, que descubrió que se había marchado. Cuando la joven volvió de la fiesta, escaló a su ventana y al entrar la luz de su habitación se encendió, y así, pudo ver la figura de su padre sentado en su cama. Solo basta decir que Dianne quedó castigada indefinidamente, aunque eso no impedía que el chico la visitara. Y así, entre escapadas de ella para verlo y sus visitas, la relación duro casi un año, hasta la muerte de Jim.

Y tal vez eso, era lo que impedía que ella pudiera dormir. El recuerdo de cómo dejó Texas sin siquiera despedirse de Michael, pues apenas arreglaron todo, Susan decidió volver a Lawrence por su propio bien y el de su hija, que se sentía culpable por la muerte de su padre a manos de un demonio al intentar salvarla.

Dianne dio varias vueltas en la cama, buscando sacarse todo aquello de la cabeza y minutos después, logro dormir.






Al día siguiente el muchacho bajo a desayunar y para su sorpresa, los otros ya se encontraban en la mesa. La primera en voltear a mirarlo fue Dianne, que le dirigió una sonrisa. El chico sonrió también y se acercó hasta la mesa, inclinándose sobre esta y dándole un beso en la mejilla a la rubia. Ella enarcó una ceja y le miró con algo de extrañeza.

—¿Y eso fue por…? —preguntó, mirándole a los ojos los cuales aún estaban somnolientos, sin contar que los mechones de cabello negro iban de un lado a otro revueltos, le hacía ver aun cansado, más su sonrisa demostraba todo lo contrario.

—Ya sabes, por… ¿Convertirte en mi heroína? —dijo y se encogió de hombros, restándole importancia.

—Claro… ya, mejor siéntate a desayunar —comentó, señalándole la silla junto a ella. En ese momento Dianne giró el rostro a su hermano, que miraba al otro chico con molestia. La rubia solo suspiró e ignoró el comportamiento de Thomas.

Susan, que hasta ese momento había estado frente a la estufa preparando pan francés, se dio vuelta y colocó un plato en el centro de la mesa con más de éstos.

—Buenos días Michael, ¿Cómo va esa herida? —cuestionó al chico de ojos azules que alargaba la mano para tomar uno recién hecho. Al escuchar la pregunta levantó la mirada hacia la mujer.

—Buenos días señora Holls. Va mejor, por cierto, siento todas las molestias que les he dado, esta tarde iré por mis cosas y buscaré un hotel —respondió comenzando a cortar un pedazo.

—Ni hablar muchachito, no te dejaremos quedarte en otra parte y ahora que lo recuerdo, ¿Podrías explicarme esta vez qué sucedió ayer? —la pelirroja enarcó ambas cejas con la mirada fija en Michael.

—No estoy seguro, estaba oscuro y algo... como, como un perro me atacó —comentó haciendo memoria de la noche anterior y al mismo tiempo frunciendo el ceño, sin mirar directamente a Susan.

—¿Estás seguro de que era un perro? —insistió la mujer, sentándose a la mesa y sirviéndose. Cuando el muchacho asintió Susan solo suspiro y miro a su hija—. Pues con más razón Dy, tendrás que llevarlo al hospital a que lo vacunen.

Michael inmediatamente miró a la mujer con ojos suplicantes, más Susan lo ignoró.

—Irás Michael, así Dianne tenga que llevarte a rastras —dijo, recordando la aversión que tenía el muchacho por las agujas. Éste solo asintió con desgana y se concentró en terminar el desayuno.

Después de la inevitable visita al hospital donde el chico, más que un hombre parecía un niñito aterrado, terminó dejándose poner la vacuna no sin antes hacer una rabieta. Dianne tuvo que contener la risa ante la actitud del joven. Una vez terminado ese episodio, la rubia llevó a Mike por un helado para consolarlo.

—Anda, solo porque fuiste un buen niño con el doctor yo invito —rió Dianne mientras hacían fila para pedir los helados—. Dos helados dobles, uno de chocolate y otro de vainilla por favor —pidió con amabilidad al encargado y después de pagar ambos helados se los entregaron.

Tomaron lugar en una mesa del mismo establecimiento y como era inevitable, el muchacho se puso a bromear. Más después de un rato donde las risas iban y venían, la mirada azul del joven se oscureció. Dianne lo miró con curiosidad.

—¿Pasa algo Blue Eyes? —le dijo, con el apodo que usualmente utilizaba para llamarlo.

—¿Puedo preguntarte algo Did? —cuestionó con inseguridad sin mirarla directamente a los ojos.

—Sabes que puedes preguntarme lo que sea Mike —respondió con sinceridad, inclinándose sobre la mesa acercándose más a él.

El chico titubeo un segundo antes de levantar el rostro y mirarla a los ojos con reserva.

—¿Po-porqué te fuiste así, sin explicarme nada? Un día te busqué y… y ya no estabas ¿Hice algo malo acaso? ¿Y-yo, te lastimé? —mencionó en un tono más bajo y con la penetrante mirada puesta en el rostro de ella.

La rubia se quedó sin palabras, mirándolo mientras los recuerdos de su partida llegaban a su mente, de la muerte de su padre, de la última vez que James le había sonreído, la había abrazado. Pero también la última vez que había reído con Michael, la última vez que había corrido a sus brazos y él la había levantado en los aires, la última vez que había visto aquel par de ojos azules que tanto le gustaban. Y cómo después aquel demonio apareció y su padre la salvaba.

—N-no fue eso, Mike, y-yo-o, déjame explicarte… —comenzó la chica que ahora temblaba y hacía todo lo posible por no llorar.

—¿No? ¿Entonces qué fue? ¿Qué ya no me amabas? ¿O acaso fue solo un juego de adolescente? En serio ¿No pudiste si quiera haberme llamado? —sus palabras fueron como balas para ella, que en ese instante rompió a llorar cubriendo su cara con ambas manos—. ¡Joder, contéstame Dianne!

Fue entonces, cuando ella escucho su nombre de los labios de él que se atrevió a mirarlo, solo la llamaba así cuando estaba enojado y aquello había terminado detonando su explosivo carácter.

—¡Dianne y un carajo! ¡No te atrevas a decir que era un juego, Michael, porque sabes muy bien que no lo fue! Y tampoco puedes reclamarme nada, pude estar mal al no haberte buscado, pero no tenía cabeza para nada, ¿Lo entiendes? ¡Para nada! Acababa de morir mi padre Michael, por mi culpa y teníamos que irnos… ni siquiera lo decidí yo, así como tampoco decidí irme sin despedirme —gritó, esta vez con furia sin poder evitar que las lágrimas corrieran por su rostro, de verdad le había dolido el hecho de que él pensara que solo había sido un juego para ella, siendo todo lo contrario—. ¡Yo nunca deje de amarte! —confesó al final, clavando sus ojos en los de él.

Y tal confesión dejó al joven helado. Los ojos, más que cualquier otra parte de su cara, eran los que demostraban con más fuerza la sorpresa que acababa de causarle. El remordimiento se apoderó de él, Michael no tenía idea alguna de la manera en que había muerto James y de pronto, se preguntó a qué se refería ella, pero sabía que no debía preguntarle, o no por el momento. La chica estaba por gritarle nuevamente, cuando el muchacho impulsivamente tomó su rostro entre sus manos y la besó.

Segundos después cuando se separaron la rubia le miró asombrada, a lo que él respondió sonriéndole con inocencia.

—Lo siento —susurró solo para que ella pudiera escucharlo.



Más Dianne le miró dolida y sin detenerse a pensarlo empujó su helado a la cara de él, ensuciándolo. Michael la miró con incredulidad e hizo una mueca cuando pasó su lengua por los labios y probó el helado.

—Agh, sigue sin gustarme el de vainilla —le dijo mirándola pícaramente y sonriéndole otra vez, empujando ésta vez el suyo a la boca de ella y acercándose a besarla nuevamente—. Me gusto más… no, no estoy seguro, espera… éste sabe mucho mejor—murmuró, mientras le besaba otra vez y segundos después le daba su mejor sonrisa.

La muchacha se quedó sin aliento, además de sin palabras. Pero antes de que ella hablara, él la interrumpió viéndola a los ojos tímidamente y haciendo un gesto casi infantil.

—¿Ya estoy perdonado? Prometo no portarme mal otra vez.

Dianne puso los ojos en blanco y suspiró, bajando la mirada a la mesa y negando con la cabeza más aguantando la risa.

—¿De verdad necesitas que te responda? –preguntó, levantando el rostro para encontrase con el de él.

—Puedo intentar disculparme nuevamente… —inquirió, con otra sonrisa.

—Eso me gustaría… —el chico volvía a acercarse a ella cuando la rubia se hizo hacia atrás—. Pero nos esperan en el restaurante.

Y mientras Dianne y Michael se retiraban de la heladería, afuera aparcado a unos cuantos metros estaba el Impala, donde Dean observaba las pasadas escenas con los celos a flor de piel y con un millón de preguntas dando vueltas por su cabeza. ¿Quién era ese tipo y qué hacía besando a Dianne? Peor aún, ¿Por qué la había hecho llorar primero? Encendió el motor y salió de ahí, no estaba dispuesto a continuar presenciando aquello.






Antes de volver al restaurante Michael pasó por su auto donde también se encontraban sus maletas. Entonces la chica se dio cuenta que no le había preguntado qué hacía en Lawrence. El muchacho la miro e inmediatamente supo lo que estaba pensando.

—Trabajo, vengo por trabajo —dijo respondiendo a la pregunta no hecha.

—¿Qué tipo de trabajo? ¿Serán unos días o…?

—Construcción, me han mandado a ver cómo va un proyecto que han empezado a construir, además debo dejar unos planos y hacer algo de papeleo. No creo estar aquí más de dos semanas —concluyó sin quitar la vista del frente mientras manejaba.

La rubia se quedó callada mirando por la ventana y a pesar de que Mike no le veía el rostro, supo que algo andaba mal.

—¿Sucede algo, Did? —preguntó con curiosidad mirándola con rapidez y volviendo la vista hacia la avenida, más continuaba observándola por el rabillo del ojo.

—No, no pasa nada —susurró ella, dejando la ventana para verlo a él.

El pelinegro sin decir nada se salió del camino y detuvo el coche.

—¿Qué…? —empezó Dianne, más la mirada de él le hizo detenerse.

—Mientes —la acusó con dulzura. La conocía y no le cabía duda alguna de que la chica mentía. Colocó una mano en su rostro y le hizo mirarlo—. Dime, por favor.

Ella giró el rostro huyendo de su toque y al mismo tiempo de su azul mirada. Después de unos segundos termino por suspirar y hacer una mueca.

—No sé, creí que estarías más por aquí, son cuatro años de no vernos y bueno… —sacudió la cabeza, intentando que el chico no la escuchara demasiado—. Pero nada, el trabajo es el trabajo —comentó con un toque de tristeza que él notó y volvió a mirarlo.

El muchacho no pudo evitar sonreír ante lo que le acababa de decir, se veía tan linda…

—Me quedaré más, ya lo había planeado —Dianne hizo el ademán de preguntarle algo, más él se le adelanto—. Quiero estar unos días contigo, además estoy herido de muerte… me deben unos días de descanso.

Una sonora carcajada llenó el lugar y de pronto toda la tensión desapareció. Dianne controló la risa pero lo miró sonriéndole de lado a lado.

—Enciende el auto que se hace tarde, Mr. Herido de muerte.






Susan se encontraba entregando algunas órdenes en el restaurante cuando un Lamborghini negro aparcó afuera. La mujer miró con curiosidad frunciendo el ceño, en ese momento Thomas apareció a su lado, mirando hacia la misma dirección que la pelirroja.

En el auto, Dianne alargó la mano y abrió la puerta, más antes de que pudiera bajarse Michael estiró su brazo y volvió a cerrar la puerta. La chica se le quedó mirando incrédula, levantando ambas cejas.

—¿Qué? —preguntó el muchacho ante aquella mirada.

—¿Me dejas bajar? —el chico negó con la cabeza, con una sonrisa juguetona iluminándole la cara—. ¿Ahora qué?

—¿Qué en este pueblo no existe la caballerosidad? —preguntó y sin dejarla responder bajó del auto y lo rodeo por el frente, abriéndole la puerta finalmente y extendiendo su mano para ayudarla a bajar.

Dianne suspiro, aguantando la risa al verlo ahí, esperando a que ella tomara su mano. La chica terminó por hacerlo, al ver cómo Mike enarcaba una ceja y le miraba con incertidumbre. El muchacho cerró la puerta del auto y cuando levantó la vista para dirigirse al restaurante se encontró con un joven ahí, que los miraba iracundo. Michael se preguntó si sería algo con ellos, o tal vez con él, aunque lo dudaba, apenas había llegado a la ciudad el día anterior y el tipo ese no le parecía conocido.

Pero Dean se giró hacia Dianne, con la misma mirada que se volvió más intensa cuando se dio cuenta que venían tomados de la mano.

—¿Quién carajos es este imbécil? —gritó a la joven. El otro muchacho sin dejar pasar un segundo más se colocó enfrente de la rubia, enfrentando a Dean.

Dianne puso los ojos en blanco, no podía creer que Dean estuviera haciéndole una escena… Además. ¿Por qué? Él nunca se metía en sus asuntos, como ella tampoco se metía con los de él. Entonces se dio cuenta de algo, el chico estaba celoso, no había duda de ello. Pero Dianne no iba a responderle, no ahí en la calle. Por lo que se acercó a Michael y pasó un brazo por la cintura del pelinegro, ocasionando que éste la mirara con algo de sorpresa pero al instante le correspondió, rodeándole la espalda con un brazo.

—No te importa Dean —respondió ella e ignorando al chico pasaron junto a él y entraron al restaurante.

Al entrar caminaron hasta donde Susan y Tom se encontraban. La mujer le sonrió a ambos, mientras el alto muchacho continuaba mirando el auto con asombro.

—¿Qué tal les fue? ¿Se portó bien el niño? —pregunto Sue a su hija, quien al instante se echó a reír. Ante aquella pregunta, la rubia no pudo evitar recapitular la tarde junto al muchacho, obviamente también recordó lo ocurrido en los helados, cuando él le dijo que no se volvería a portar mal.

—Si mamá, se portó bien, aunque tuvieron que ayudar dos enfermeros para que le pusieran la vacuna —dijo, mirando al chico a su lado con diversión.

En ese instante Susan se dio cuenta que ambos veían abrazados, por lo que sonrió aún más y se digirió a Michael.

—¿Ya eres mi yerno otra vez? —Dianne que había estado riendo paró en seco y miró a su mamá con los ojos abiertos de par en par.

—¡Mamá! —le reprochó dándole una mirada asesina. Pero Michael solo se echó a reír, con un gesto de total travesura. Ahí fue cuando Thomas reaccionó y volvió la mirada a su madre y después al otro muchacho, tan sorprendido como su hermana.

—No, señora —contestó Mike y articulando con los labios le dijo “Aún no”. Susan rio esta vez y Tom respiró aliviado, no le gustaba ese tipo para su hermana, de hecho, no le gustaba ningún tipo para su pequeña hermana.

—¿Y ese auto? —cuestionó Tom para cambiar de tema.

—Es mío —dijo sin presunción, encogiéndose de los hombros. Entonces, miró al otro chico y sonrió, venía una broma—. Puedo prestártelo cuando quieras cuñado.

El rostro de Tom se puso rojo de la furia, mientras Susan reía a carcajadas por la reacción de su hijo. Dianne miró a Mike, como si lo reprendiera y le dio un codazo en las costillas.

—Bien, bien, yo mejor voy por mi maleta —levantó ambas manos en gesto de inocencia y sin decir más se giró y salió por la puerta.

La rubia negó con la cabeza, mientras Thomas lo siguió con la mirada hasta que salió. Susan miraba divertida a sus dos hijos, en definitiva, Michael le caía bastante bien, siempre lo había hecho. Pronto la puerta volvió a abrirse y ambos hermanos miraron en aquella dirección, esperando ver a Mike, más aquella figura que se acercaba era Dean.

Dianne se tapó la cara con las manos y cuando estaba por irse de ahí, el chico volvió a gritar.

—¡¿Por qué ese idiota te estaba besando?! —la chica se quedó paralizada ahí y todas las miradas, tanto de Dean como de su madre y Tom, se posaron en ella—. Bueno, primero dime ¿Por qué te hizo llorar?

La chica se dio vuelta y lo encaró, con una mirada que habría podido descongelar los glaciares; echaba llamas por los ojos.

—¿Qué te beso? —preguntó alarmado Thomas mientras se acercaba a la rubia.

Susan miró ahora con preocupación a su hija, ¿Por qué el muchacho tendría que haberla hecho llorar? Pero antes de que pudiera preguntarle, Dean se le adelantó.

—¡Explícame eso! —demandó y entonces la rubia explotó.

—¡Ya! ¡A nadie le importa, dejen de meterse en mi vida! —y sin más salió disparada hacia la casa, dejando a los tres sorprendidos.

Susan volteó a ver al muchacho Winchester y se cruzó de brazos, ella ya le había dejado muy claro que no le gustaban los escándalos en su restaurante.

—Es mejor que te vayas Dean, antes de que termines de colmarme la paciencia y llame a tu padre para que te enseñe a respetar un lugar público —Dean se calmó al escucharla y sin reprocharle nada se marchó. Había sido muy idiota de su parte, más por el hecho de que había expuesto sus celos. Joder, pero la verdad no podía evitarlo.






Dianne azotó la puerta detrás de si con furia. ¿De cuándo acá todos estaban interesados en su vida amorosa? Vaya, su padre había sido el único que se había pasado los años vigilando lo que hacían Michael y ella, cuidándola siempre. Eso todavía era entendible, se trataba de su padre, pero ¿Dean? ¿A él qué le importaba? Ella no acababa de comprenderlo, siempre se la pasaban peleando y él parecía odiarla a morir… O eso había creído, hasta lo sucedido en Connecticut. Dianne estaba segura de que él la habría besado de no ser por la interrupción de Sam, pero aunque ya había pensado antes en eso, no dejaba de creer que solo se debía a que Dean era un mujeriego de primera, no porque realmente estuviera interesado en ella, a pesar de la escena de… ¿Celos? ¿De verdad habían sido celos? A ella no le cabía en la cabeza, no, por supuesto que no podía ser eso. La rubia alargó un suspiró y decidió no pensar más en eso, no ahora que le había puesto de tan mal humor.

Se alejó de la puerta, mas cuando piso el primer escalón que llevaba a la planta de arriba, la puerta a su espalda se abrió y el chico de ojos azules apareció cargando una maleta en una mano y en la otra un pequeño portafolio de trabajo. Dianne le sonrió cuando él la miró y se dio vuelta para llegar hasta él. Cuando estuvo frente a Michael hizo una mueca al recordar la escena del restaurante. Se mordió el labio inferior y le miró avergonzada.

—Yo… siento lo de hace un rato —susurró, aunque él pudo escucharla perfectamente.

—¿Te estás disculpando? —cuestionó el joven dejando la maleta en el suelo y enarcando una ceja.

—Supongo —respondió, sin entender a qué iba Michael.

—Mal, así no me disculpé contigo en la heladería ¿O si? —preguntó dirigiéndole una mirada traviesa, pero Dianne le miró con mala cara.

—Ni lo sueñes Michael —advirtió con seriedad. Ella se estaba disculpando de verdad, aunque al chico aparentemente no le había molestado lo sucedido en el restaurante.

—Ya, no pasa nada, solo eran un par de bromas —se encogió de hombros despreocupado y regalándole una brillante sonrisa. La chica se la devolvió con dulzura y se acercó aun más. Michael abrió los brazos y ella entró en ellos al instante.

Volvía a sentir todo lo que cuatro años atrás tuvo que enterrar y le gustaba. Todo por él, aquel cautivador chico de ojos azules y sonrisa radiante, que la volvía loca.



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Aquella mañana Dianne había despertado con más ánimo del normal, aunque no sabía exactamente a qué se debía. Se terminó de arreglar antes de bajar al desayunador donde estaba solamente su mamá. La joven miró desconcertada a la pelirroja, quien tenía frente a ella una taza de humeante café.

—Buenos días mamá —saludó la rubia en un tono de notable alegría.

—Buenos días Dy —correspondió Susan, después dando un sorbo a su café.

—¿Michael no ha bajado a desayunar? —cuestionó la muchacha, al momento que se dirigía al refrigerador y de éste sacaba una botella de jugo de naranja.

—No cielo, no lo he visto —dijo la mujer, sin despegar la mirada del periódico.

—Qué extraño —murmuró y se acercó hasta la ventana, buscando el auto negro de Michael—. No está su auto… ¿Seguro que no le has visto?

—No Dy, seguramente tenía trabajo que hacer, no te preocupes —le miro, sonriéndole tranquilizadoramente—. Anda, apresúrate a desayunar, que hoy tenemos mucho trabajo en el restaurante.

La rubia asintió con la cabeza y sirvió un vaso de jugo, el cual tomó rápidamente. Susan terminó su café y se puso de pie para lavar su taza. Su hija hizo lo mismo con el vaso y una vez terminó, subió a su habitación.

—Vamos Dy, tu hermano ya ha de tener mucho trabajo y recuerda que hoy Daphne llega más tarde —ella solo escuchó como la joven bajaba de dos en dos las escaleras.

—¿No has visto mi teléfono? No lo encuentro por ninguna parte y quería llamarle a Mike —frunció el ceño, nuevamente extrañada con lo que pasaba.

—Dianne, ahorita no necesitas el teléfono, debemos irnos ya —su madre no dijo nada más y tomando sus llaves salió de la casa. La joven suspiró y le siguió a regañadientes.

Las siguientes horas fueron eternas para Dianne, quien seguía sin saber absolutamente nada del pelinegro. Su mente estaba tan absorta por él, que la chica se volvió más distraída de lo común. Perdió algunos pedidos, confundió un par de órdenes y cambio unos cuantos precios. Agotada por la situación, terminó sentándose en una mesa, en lo más lejano del lugar apartada del resto. Se llevó una mano a la cara y suspiró pesadamente. Alcanzó a ver su reloj, ya eran las seis de la tarde y no había señal de él. Generalmente no era tan paranoica, pero Mike le preocupaba. Aquel incidente en el parque había sido grave y no quería que le pasara nada más. Además, él la había acostumbrado a siempre decirle por donde estaría o cuáles eran sus planes del día. Estar en blanco respecto a eso le confundía y le preocupaba, sin duda alguna.

En cierto punto de su preocupación, decidió que si el muchacho no daba señales de vida en los próximos minutos, saldría ella misma a buscarlo. Podía parecer realmente irracional su reacción, pero ya no podía seguir esperando. Su ansiedad iba subiendo de nivel y sabía que el restaurante terminaría patas arriba si no le llegaba información de Michael. Por esa misma razón, decidió quedarse en aquella mesa mientras esperaba a saber algo de él, ya que de volver a su trabajo de mesera seguramente le traería un desastre más al local.

—¡Monstruo! —gritó Tom, en un tono lo suficientemente alto para superar el ruido del restaurante y por lo tanto, lograr captar la atención de Dianne—. ¿Qué se supone que haces aquí sentada? Hay mucha gente, deberías estar tomando las órdenes —suspiró y negó con la cabeza lentamente, con fingida decepción.

—Ya, ya, ahora voy Tom, solo me estoy tomando cinco minutos —replicó con un tanto de exasperación producto de la desaparición de Michael.

—Vale, tampoco escupas fuego —levantó las manos en un gesto inocente—. Ah, por cierto, me encontré esto tirado por ahí —entonces, sacó el teléfono de la rubia del bolsillo de su pantalón—. Si no lo quieres puedes dármelo, pero no lo botes por ahí ¿Está bien monstruo? —entornó los ojos, moviendo el celular de un lado a otro y finalmente colocándolo sobre la mesa.

—¡Oh, Tommy, gracias! —exclamó ella, visiblemente feliz ahora que tenía su teléfono y podía buscar a Michael—. ¡Te debo una!

—Podrás pagármela si vuelves ahora a tus deberes, yo no soy mesero —le sacó la lengua y se dio la vuelta, volviendo a la cocina donde probablemente ya le esperaban varios pedidos.

Tomando el teléfono de la mesa, rápidamente revisó si tenía algún mensaje o llamada perdida de Mike, sin embargo, fue más su decepción al encontrarse que no. Frunció el ceño y al mismo tiempo sus labios se curvaron formando una mueca. Qué extraño resultaba todo eso. Algo no andaba bien, definitivamente y con ese pensamiento en mente, rápidamente buscó su número y le marcó.

Después de haber marcado tres veces y haber escuchado el alegre mensaje del buzón de voz de Michael, finalmente contestó.

—Gallagher —respondió el chico instantáneamente.

—¡Dios, por fin contestas! —exclamó la chica, un tono de voz que mezclaba a la ansiedad, con el enfado y el alivio de encontrarlo—. ¿Por qué te marchaste en la mañana sin decirme nada?

—¡Did! Vaya, no vi que eras tú. Lo siento mucho, temprano me llamaron del trabajo, hubo una complicación y salí inmediatamente. Ha sido todo un caos, ¿Te comenté que estamos remodelando un edificio? —su voz, a diferencia de la de ella, sonaba despreocupada, aunque su disculpa había sido completamente sincera.

—Estaba preocupada —susurró y se mordió la lengua inmediatamente—. Yo uhm… sí, me contaste del edificio. Lo siento, debes de estar ocupado, te llamo después…

—¡No, no, espera! —alcanzó a decir antes de que la muchacha colgara—. Yo soy quien de verdad lo siente Did, prometo no volver a hacerlo. Me gustaría compensártelo, ¿Qué te parece si vamos a cenar?

—¿A cenar? No lo sé, hay mucho trabajo en el restaurante y primero tendría que preguntarle a mamá si no hay problema de que vaya y los deje a ella y a Tom con todo esto —dudó por un momento, mirando por todo el lugar y siendo nuevamente consciente de la gran cantidad de clientes que había esa noche—. Además, estás con mucho trabajo y yo no…

—Hey, Did, detente. Yo acabaré en un momento. Así que vete a poner más guapa y te enviaré la dirección del edificio para que nos encontremos ahí y salgamos a cenar. ¿Vale? Yo ahora le diré a tu mamá.

Dicho eso, el muchacho colgó dejando a Dianne totalmente sorprendida. La rubia tardó sólo un segundo en reaccionar y se puso de pie, yendo directamente a la cocina. En tanto Tom se encargaba de servir algunos platos, vio a Susan charlando animadamente por el teléfono. La mujer asintió con la cabeza y colgó. En ese momento se percató de la presencia de su hija.

—Dy, ¿Qué haces aquí? Ve a cambiarte ahora, no querrás tener esperando al pobre de Mike ¿O si?

Ante tal respuesta, Dianne no pudo más que fruncir el ceño y darle una mirada de extrañeza a su madre. Las cosas no encajaban, lo sabía.

—¿Quieres que me vaya, de verdad? ¿Con toda la gente que está afuera esperando a que les tome la orden o que les lleve sus pedidos? —negó con la cabeza, un tanto contrariada por la situación. Por supuesto que quería ir con Mike, pero tampoco podía dejar su trabajo como si nada.

—Sí, Dy, yo me encargaré de todo eso. Anda ya, que se te hace tarde —se acercó hasta su hija, quitándole la libreta de los pedidos—. Diviértete.

Sin cambiar su expresión, la chica se encogió de hombros y se dio media vuelta para marcharse.

—¡Eh, monstruo! —gritó su hermano y la rubia volvió el rostro para mirarlo—. Mas te vale llegar temprano o yo mismo iré por ti ¿Entendido?

La muchacha Holls le dedicó una mirada asesina y le sacó la lengua, antes de salir por la puerta y dejar atrás todo aquel caos.






El taxi se detuvo frente a un edificio, de unos cuatro pisos, de grandes ventanas y hecho de ladrillos. Encajaba con el pueblo, aunque tenía ciertos aspectos en su estructura que le hacían ver moderno. La chica pagó al conductor, bajó y volvió a corroborar que era la dirección correcta antes de entrar por las amplias puertas. Sacó su teléfono del bolso negro y rápidamente escribió un mensaje para Michael, dejándole saber que ya estaba ahí. Mientras él aparecía, la joven se acomodó una vez más el sencillo vestido verde. Segundos más tarde, el típico timbre del elevador le hizo levantar la mirada, encontrándose al instante con los orbes color zafiro y con la cálida sonrisa de él.

—Guau —fue lo primero que dijo el joven y ella no pudo evitar sonreír de lado a lado—. Te ves preciosa —se acercó hasta ella, dándole un suave beso en la mejilla antes de tomar su mano y caminar con ella hasta el elevador.

Dianne enarcó ambas cejas cuando él entró al elevador y ella se quedó afuera.

—¿Qué sucede? —preguntó el pelinegro, ladeando la cabeza.

—¿No íbamos a cenar? —los ojos verdes, que resaltaban debido al vestido, miraban al chico con duda.

—Sí, pero necesito mis llaves y mi portafolio, por la prisa de venir a recibirte los dejé —un poco apenado, encogió los hombros y haló de ella, para que finalmente subiera al elevador. Presionó el botón que llevaba al cuarto piso y le dedicó una encantadora sonrisa.

El elevador se movió con rapidez y unos cuantos segundos más tarde los dejaba en el cuarto piso. Michael tomó la mano de la rubia y la llevó hasta afuera de uno de los departamentos.

—Cierra los ojos —le pidió y ella inmediatamente enarcó una ceja.

—¿Para qué? Mike, cualquier cosa que estés… —Dianne no pudo continuar, pues el muchacho rápidamente le había tomado de la cara y plantado un beso—. Michael… —susurró y él colocó su dedo sobre los labios de la joven.

—Sólo cierra los ojos, Did. Confía en mí —ella obedeció y sin soltarle la mano, Michael abrió la puerta del departamento y entraron—. Espera, todavía no los abras —le soltó por un momento y Dianne escuchó el tintineo de dos copas. El ojiazul entonces volvió a su lado y dándole un suave beso en la mejilla le dijo—: Ábrelos.

La rubia abrió los ojos y de pronto, encontró todo a su alrededor iluminado. Michael había decorado todo el apartamento, había velas por doquier, un gran florero lleno de rosas y una mesa al centro, perfectamente arreglada para una cena. Dianne parpadeó un par de veces completamente incrédula. Ahora comprendía todo y hasta podía asegurar que aquel día Michael no había trabajado en lo absoluto, como le había hecho creer, sino que había pasado toda la mañana y la tarde arreglando aquel lugar. Por supuesto que también se dio cuenta que su madre había sido cómplice de su exnovio.

—Oh, Mike, está precioso —murmuró ella, completamente encantada y sin dejar de mirar todo a su alrededor. Se giró hacia Michael, quien sonreía de ante la expresión de ella—. Gracias, Blue Eyes —le besó la mejilla y él sonrió aún más.

—Te mereces esto y más, hermosa —le guiñó un ojo y a continuación, le entregó una de las copas ya servida—. Por nuestro reencuentro —dijo y chocó con suavidad su copa con la de ella, antes de que ambos le dieran un primer sorbo—. ¿Qué tal?

—Delicioso —murmuró y se sonrojó solo un poco. Dianne no era afecta a las bebidas con alcohol, pero estaba más que encantada con aquel vino, con él.

Mike se acercó a la rubia y le tomó de la mano para llevarla hasta la mesa, donde le acomodó la silla.

—Muy bien señorita Holls, usted no se mueva y permítame a mi atenderla —la muchacha no pudo evitar reír ante su comentario y asintió con la cabeza.

Sin más Michael comenzó a moverse por el lugar y en ese instante, comenzó a preparar la cena. En algunas ocasiones se acercaba a Dianne para darle a probar de algún ingrediente o pedirle su opinión sobre el sabor de la comida. La chica se dejaba mimar y siempre le hacía comentarios positivos. El joven terminó por servir y mientras ambos degustaban los fabulosos platillos, la conversación se mantuvo activa. Entre recuerdos y algunas anécdotas, las risas no paraban. A pesar de todo aquel tiempo que habían pasado lejos, no habían perdido la comodidad que existía entre los dos. Sentían como si sólo hubieran pasado unos pocos días sin verse, en vez de los cuatro reales años que habían pasado separados después de que la rubia dejara Texas tras la muerte de su padre. Dianne podía sentir como todo los sentimientos que tuvo que enterrar, muy rápidamente iban saliendo a la luz del sol. No podía ocultar que no había dejado de quererlo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo con curiosidad Dianne y él asintió con la cabeza, dándole luz verde a la muchacha—. ¿Cómo es que conseguiste este trabajo? Generalmente nadie tiene proyectos de este tipo en Lawrence y me parece curioso que precisamente fueras tú al que contrataran.

Aunque lo intentó, el pelinegro no logró ocultar una sonrisa que ella bien conocía. La sonrisa de inocencia que los niños pequeños ponen a sus padres cuando les han atrapado en medio de una travesura.

—¿Qué me ocultas Michael Gallagher? —preguntó enarcando una ceja y se le quedó mirando a la espera de una respuesta.

—Es una historia graciosa, te vas a reír –la sonrisa de hizo más grande en su rostro, pero terminó suspirando—. En realidad el trabajo lo busqué yo aquí, quería una excusa para venir a Lawrence.

—¿Porqué? —frunció el ceño.

—Vine a buscarte —respondió sin más

—Pero… ¿Cómo supiste que…?

—Eh, bueno… esa es la parte graciosa —se aclaró la garganta—. Me encontré con Annabeth en Nueva York y fuimos por un café, ya sabes, para recordar los viejos tiempos —se encogió de hombros—. Entonces, le pregunté por ti y me dijo que estabas aquí… En cuanto lo supe no lo dude, Did, yo tenía que venir por ti.

La rubia no supo que responder, pero una enorme sonrisa apareció en su rostro.

—Me alegra que lo hayas hecho —dijo por fin y se inclinó sobre la mesa para alcanzar a besarle la mejilla y al hacerlo, accidentalmente empujó la copa de vino frente a Michael y el contenido se derramó en su camisa—. ¡Dios, Mike, lo siento! —se disculpó inmediatamente intentando arreglar la mancha, pero fue imposible.

Dianne levantó la mirada cuando él no dijo nada y en ese momento él se echó a reír encantadoramente.

—Si querías que me quitara la camisa sólo tenías que decirlo —bromeó él, haciendo que la muchacha se sonrojara—. Te ves tan linda así —le besó la mejilla y se levantó de la mesa—. Ahora vuelvo —le guiñó un ojo y desapareció en una de las habitaciones.

Volvió minutos después con una camisa limpia y cuando ella intentó disculparse él la interrumpió asegurándole que los accidentes pasaban y que no le diera importancia.

Cuando terminaron de cenar, Mike recogió todo y sirvió un par de copas más de vino. Con una sonrisa traviesa se acercó a Dianne y le tomó de la mano.

—Quiero mostrarte algo, cierra los ojos —le pidió y ella accedió esta vez sin darle pero alguno. Con cuidado el ojiazul guió a la rubia por el departamento hasta el pequeño balcón—. Muy bien… ábrelos —susurró y la rubia abrió los ojos inmediatamente, quedando maravillada con lo que veía. Aquel balcón tenía una vista directa hacia el pueblo, completamente iluminado. Sonrió de lado a lado, mientras sus ojos paseaban detenidamente y se maravillaba aún más.

—Esto es increíble, jamás pensé que Lawrence podría verse así de bella… —dijo sin aliento. Estaba tan enfrascada en sus pensamientos que apenas y se dio cuenta que Michael se había colocado junto a ella y sin decir palabra alguna, le había rodeado la espalda con un brazo.

Una corriente de viento la hizo temblar un poco y el muchacho la atrajo más hacia él, para protegerla del frío. Fue en ese momento que Dianne finalmente despegó la mirada del pueblo para verlo a él, quien en todo ese tiempo la había estado mirando absorto.

—¿Qué sucede? —preguntó en un tono bajo y con una pequeña sonrisa.

Mike se encogió de hombros y le sonrió.

—Tú.

—¿Yo? —respondió, enarcando una ceja y riendo un poco. Una nueva ráfaga les hizo reír y temblar a ambos, que no dejaron de mirarse en ningún momento.

El joven levantó su mano y la llevó hasta el rostro de ella para acomodarle un par de mechones rubios que por culpa del viento le caían sobre los ojos.

—No sabes cuánto había extrañado mirar esos ojos —dijo él, robándole el aliento una vez más—. Par de hipnotizantes esmeraldas y la sonrisa de ángel…

La rubia cerró los ojos, momento que él aprovechó para besarle la frente y luego la mejilla.

—Dianne… —susurró a su oído y ella se estremeció.

La loción de él le llenó los pulmones y de no ser porque él la estaba sosteniendo, Dianne seguramente habría caído. Estar con él era como un sueño, algo tan mágico que le hacía perder toda noción de la realidad. Para ella no había nada más que ellos dos ahí, en aquel balcón, abrazados. Como en los viejos tiempos.

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró con una brillante sonrisa y un gesto cálido. Ese era su Michael, el muchacho del que se había enamorado perdidamente a los dieciséis años y al que le había roto el corazón al abandonarlo sin explicación alguna. Estaba ahí, con ella y sólo para ella. ¿Qué más podía pedir?

—Did… —murmuró él, colocando su mano sobre la helada mejilla de la rubia.

—¿Si?

—He esperado tanto por esto que ya no puedo contenerlo ni un segundo más. Aún te amo, jamás dejé de amarte tampoco —confesó, con los azules ojos mirándole con intensidad—. Y después de haberte encontrado no quiero dejarte escapar otra vez.

La chica le miraba sorprendida, pero al mismo tiempo completamente encantada. En los últimos años había soñado con volverlo a ver y tener la oportunidad de estar a su lado otra vez. Era difícil de creer que realmente estaba sucediendo y por ello, no podía formular ni una sola palabra.

—Sé mi novia de nuevo, Dianne, te prometo que esta vez… —imitando la manera en que Michael siempre le interrumpía, Dianne le tomó de la cara y lo besó. Esa era su respuesta y ella supo que él lo había comprendido cuando el ojiazul le correspondió el beso con intensidad.

—Sí —susurró sobre sus labios y Michael sonrió de lado a lado.

—Te amo —murmuró mirándola a los ojos y le dio un suave beso—. Ahora, acompáñame.

El muchacho le tomó de la mano y comenzó a caminar hacia la puerta.

—¿Acompañarte a donde? —preguntó ella siguiéndole.

—Ya verás.

Michael no dijo nada más y los condujo fuera del departamento, bajando por el ascensor y al salir a la calle, abrió la puerta de su auto para que ella subiera. Dianne le miró completamente extrañada, puesto que no entendía el porqué de la prisa del joven y mucho menos, a donde la llevaría. Sin embargo, no hizo ninguna pregunta y solo subió al auto. Michael sonrió y subió, arrancando de inmediato.

Tan sólo unos minutos más tarde el deportivo se detenía. El pelinegro la miró con los azules ojos brillantes por la emoción y ella no pudo contener la sonrisa. Al salir del auto Michael le tomó de la mano y comenzaron a caminar. Dianne a lo lejos alcanzó a divisar una cabaña escondida entre algunos árboles. Estaba a punto de preguntar qué hacían ahí cuando el muchacho se detuvo y la miró.

—Cierra los ojos —le pidió con una enorme sonrisa.

—¿De nuevo? ¿Qué no se acaban las sorpresas? —rió un poco pero terminó por cerrar los ojos.

—No, ya sabes que me gustan las sorpresas —dijo él colocándose atrás de ella, rodeándole con un brazo la cintura y la fue guiándola por el camino.

—¿Falta mucho? —preguntó sin dejar de sonreír.

—Ya casi —dijo entre algunas risas y dándole un beso en la mejilla—. No cambias, siempre tan desesperada.

Caminaron un par de metros más y finalmente se detuvieron. Dianne sintió como Mike la soltaba y se alejaba un poco de ella, por lo que enarcó una ceja.

—Aún no abras las ojos —le advirtió el joven a lo lejos en un tono divertido. La rubia se mordió el labio inferior con impaciencia y supo que él se acercaba de nuevo puesto que el sonido de su risa fue aumentando—. De acuerdo, ábrelos.

Dy no esperó un segundo más y al abrir los ojos se encontró con cientos de luces frente a ella, que por un momento le cegaron y le obligaron a parpadear repetidas veces. Sus ojos comenzaron a recorrer el lugar, uno que a pesar de estar en el mismo Lawrence ella jamás había visto. Logró ver con total claridad la cabaña que había visto a lo lejos y ahora también veía un enorme lago frente a ella. Pero lo más sorprendente de aquella escena estaba a tan solo unos pasos de la rubia. Ahí en la orilla, Michael había formado figuras, tal como los niños hacen castillos de arena al ir a la playa, sólo que en vez de castillos el pelinegro había moldeado la ciudad de Nueva York y la había llenado de luces.

—Esto… —la chica miraba boquiabierta las torres y edificios, fascinada y al mismo tiempo sin comprender del todo su significado. Entonces se giró hacia a él, quien no le había quitado la mirada de encima—. Mike…

El muchacho dio unos pasos hacia a ella, con aquella sonrisa tan típica de él en los labios, la cual se ensanchó al escuchar su nombre.

—¿Qué es todo esto? —preguntó sonriendo de lado a lado, con todo el gesto radiante por la emoción y la sorpresa.

—Es Nueva York —respondió el entre broma y soltó una carcajada. Dianne le dio un juguetón golpe en el brazo.

—Ya sé que es Nueva York bobo, pero no entiendo que tiene que ver —frunció levemente el ceño y sintió como Michael le tomaba una mano para besarle el dorso de ésta.

—Quiero que vengas a Nueva York conmigo —dijo y al ver la confusión en el rostro de la joven, se apresuró a continuar—. Antes de que digas cualquier cosa deja que te explique ¿De acuerdo? —en cuanto ella asintió con la cabeza él prosiguió—. Te encontré, ese era mi objetivo al venir y ahora que te tengo de nuevo lo último que quiero es tener que marcharme otra vez y estar separado de ti —le dio un suave apretón en la mano, haciendo una leve mueca—. Quiero quedarme aquí contigo y para eso debo arreglar algunas cosas en Nueva York, así que ven conmigo… No podría estar lejos de ti ni siquiera por un par de días —contrajo el gesto un poco más, como si sólo pensar en estar lejos le causara dolor—. Did…

—Si —le interrumpió, como ya se le había hecho costumbre y llevó una mano hasta la mejilla de él—. Claro que te acompañaré, tampoco podría estar sin ti aunque fuera solo un día.

Apenas la escuchó la sonrisa se hizo aún más grande en su rostro e inmediatamente le abrazó.

—No sabes lo feliz que eso me hace —dijo sin soltarla, casi sin aliento por la emoción—. Gracias… —se inclinó y le dio un pequeño beso en los labios. Después de unos segundos la soltó y enarcó una ceja, sonriéndole traviesamente—. Hace algo de calor… ¿No te parece? —comenzó a caminar hacia el lago, sin quitar la mirada de ella—. ¿Nadas conmigo?



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Al volver a casa, la primera en enterarse de la noticia fue Susan. La mujer pelirroja no podía haber estado más feliz de que su hija y Michael volvieran a estar juntos. Sin embargo, eso no los salvó del regaño que les dio por haber llegado tan tarde a casa, a lo cual, Mike salió a la defensa de su novia y claro, Susan no pudo evitar sentirse conmovida por la mirada de perrito mojado que le había dado el muchacho pelinegro y terminó por olvidar el asunto.

Ya por la mañana, Tom quedó completamente sorprendido al encontrarse con la pareja besándose en la cocina mientras ambos preparaban el desayuno. Prácticamente había matado con la mirada a Michael y de no ser porque Dianne lo detuvo, Tom se le habría ido encima.

—Ey, tranquilo grandulón —dijo la rubia colocando las manos en su pecho para detenerlo.

—Pero monstruo, ustedes, él…

—Sí, sobre eso —interrumpió la muchacha y le dio la mejor de sus sonrisas—. Resulta ser que tienes cuñado.

—¡¿Qué?! — gritó, abriendo los ojos de par en par y mirando a Dianne—. ¿Cuñado, éste tipo? —su rostro entero enrojeció por el enfado y fue cuando Mike se acercó hasta el alto muchacho y extendió su mano hacia él.

—Oye, calma, mis intenciones no son malas —dijo en un tono amigable, esperando que le estrechara la mano—. No voy a lastimarla.

Tom se quedó mirando la mano del joven y un segundo después, le dirigió una mirada iracunda y se dio la vuelta, marchándose y dejándolo con la mano extendida.

Michael suspiró con fuerza y se encogió de hombros, volviéndose hacia Dianne que aún miraba el lugar por donde su hermano se había marchado.

—No te preocupes por él Did —le abrazó y le dedicó una media sonrisa—. Me alegra que te cuide así y además, tu papá era mucho peor.

Aquel comentario hizo reír un poco a la rubia y le abrazó también, recargando su cabeza en el pecho de él.

—Cómo extraño a papá, cuánto daría porque hubiera estado aquí haciéndonos una escena —rio un poco más.

—Lo sé —le beso la frente, mientras acariciaba su espalda—. Lo sé.





Más tarde, salieron a la central de autobuses, pues esa mañana llegaba una de las mejores amigas de Dianne al pueblo. La pareja esperaba tomados de la mano y en cuanto la rubia vio bajar del autobús a su amiga, soltó la mano de Michael y salió corriendo a abrazarla. La muchacha de cabellos oscuros y ojos azules dejó caer su maleta y le abrazó de vuelta.

—¡Annabeth! —gritó sin soltar el abrazo— No te imaginas lo que te extrañe boba, más te vale no irte de nuevo o te mataré —bromeó provocando las risas de su amiga y también las de Michael. Al escucharlo reír, Annabeth dejó de abrazar a Dianne y miró con sorpresa al joven.

—¡Si viniste! —dijo y le abrazó también, acercándose a su oído para susurrarle—: Me alegra que volvieras por ella.

—No la iba a dejar escapar por segunda vez —le respondió terminando el abrazo y tomó la maleta de la muchacha—. Gracias, sin ti no estaría aquí —la ojiazul sonrió y giró hacia Dianne que los miraba extrañada, para tomarla del brazo y comenzar a caminar al auto—. Y cuéntame, ¿De qué me he perdido?






—¿Entonces se van a Nueva York? —preguntó con emoción Annabeth al momento que entraban al restaurante—. ¡No me la creo!

Dianne rio y entró tras de ella tomada de la mano con Michael. Sus risas provocaron que las tres personas que ya estaban ahí levantaran la mirada hacia los jóvenes recién llegados.

Susan sonrió al reconocer a Annabeth y se alejó de Sam y Dean para acercarse a saludar a la muchacha.

—¡Annie! —exclamó la mujer abrazándola con cariño—. Me alegra que estés aquí, te extrañamos como no tienes idea.

—También los extrañe mucho Susan y antes que nada le agradezco que me deje quedarme con ustedes, espero no darle molestias —dijo la chica sin dejar de sonreír.

—Jamás serías una molestia cariño, lo sabes —le guiño un ojo y miró a su hija y a Mike—. Al menos no nos llegaste de sorpresa como otros —bromeó la pelirroja, causando que el muchacho aludido se sonrojara levemente.

—Bueno suegra, no puede mentir, le encanta que esté aquí.

En ese momento se escuchó un ruido tras de ellas, seguido de un quejido de dolor.

—¡Hijo de puta!

—¡Dean! —gritó la pelirroja al escuchar al mayor de los Winchester, pero en cuanto se giró para encarar al muchacho se dio cuenta que éste tenía la mano empapada de sangre, pues había roto el vaso que había estado sosteniendo—. ¡Dios mío! —de inmediato se acercó a donde ambos estaban sentados, seguida por Dianne, Mike y Annabeth—. Muéstrame la mano —pidió ella, pero el rubio quitó la mano.

—No es nada, solo un pequeño corte —replicó él, haciéndose el duro—. Lo que pasa es que yo sangro mucho —dijo intentando excusarse debido a la gran cantidad de sangre.

—Déjate de tonterías —le tomó la mano y comenzó a revisarla—. Necesitas puntos, Dy tráeme el botiquín por favor.

La rubia suspiró y antes de marcharse le dirigió una mirada a Dean, quien prácticamente le ignoró. Al volver le entregó el botiquín a Susan, quien comenzó a sacar todo lo que necesitaría para curar la herida

—¿Qué es todo esto? —preguntó Dianne mientras le ayudaba a Sam a quitar todos los papeles que estaban sobre la mesa.

—Estábamos con los preparativos de la fiesta —dijo sonriéndole a su mejor amiga y después mirando en dirección a Annabeth.

—¡Oh, lo siento! Ella es Annabeth —la rubia señaló a la pelinegra que se encontraba junto a Michael, mirando la escena sin decir nada—. Mi mejor amiga de toda la vida —la muchacha se acercó a la mesa y le sonrió al castaño—. Ann, él es Sam.

—Mucho gusto Sam —respondió la chica y le sonrió de lado a lado. A pesar de que Sam había extendido su mano, ella le saludó con un beso en la mejilla.

—El gusto es mío —se sonrojó ligeramente, pero sonrió también. Entonces dirigió su mirada al muchacho de ojos azules, que había tomado lugar junto a Dianne.

—¡Claro, él es Michael! —Dy se echó a reír—. Entre tantas cosas olvidé que no te lo había presentado. Lo siento Sammy.

—Un gusto también —contestó entre algunas risas y estrechó la mano del joven—. Ahora si tienes muchas visitas Didi.

—Tengo mucho que contarte Sammy, apenas acaben con… —en ese momento se vio interrumpida por Dean, quien se aclaraba la garganta para llamar la atención—. Ah sí, esto… Él es Dean —dijo medio de mala gana y volvió a ignorarlo. El muchacho le sonrió a Annabeth y se pasó de largo a Mike.

—Ya está chico duro —anunció Susan terminando con los puntos y colocando encima una gasa para proteger la herida—. Intenta no romper más vasos —guardó todo de vuelta en el botiquín y comenzó a alzar los restos del vaso roto. Al terminar y asegurarse de que la mesa estaba completamente limpia se dirigió a los muchachos que mantenían una conversación animada—. Chicos ¿tienen hambre?






—¡Gracias por todo Susan, nos vemos mañana! —Sam se despidió de la mujer por último, antes de salir y encontrarse con Dean, a quién dirigió una mirada irritada.

—¿Qué? —preguntó el rubio.

—Te pasaste —dijo comenzando a caminar hacia el Impala que estaba estacionado al otro lado de la calle.

—¿Yo? ¿A caso viste al tipo? —Dean le siguió el paso—. Es un imbécil.

—Bueno, ¿A ti qué te importa? —el alto muchacho se quedó viendo a su hermano, con una mano en la puerta del copiloto—. Es asunto de Dianne y hasta donde yo sé, ella jamás te ha importado —sonrió de lado burlonamente y entró al auto.

Dean se quedó completamente estático y pasaron unos cuantos segundos antes de que reaccionara y subiera al auto.

—No es por la mocosa —dijo a secas evitando la mirada de su hermano.

—No, seguro que no —replicó con sarcasmo—. Por eso no te pasaste toda la comida con tus celos.

—¿Celos, de ese niño de cara bonita? No jodas Sam, yo… —suspiró exasperado y movió la cabeza de un lado a otro—. No me interesa hablar más de eso —no dijo más y en cambio, encendió el auto y se puso en marcha. Todo el camino a casa, se mantuvo en completo silencio.






—¡Mamá! —gritó Dianne bajando las escaleras y dirigiéndose a la cocina—. ¿No has visto mi abrigo? Ese que es blanco y que me regaló la tía Charlie la navidad pasada —preguntó la muchacha, hablando más rápido que nunca.

—Tranquila cariño —Susan río por la evidente emoción de su hija por el viaje a Nueva York—. Lo colgué detrás de tu puerta, en el closet ya no había espacio para nada más.

—Muchas gracias —la rubia besó efusivamente la mejilla de su madre y salió corriendo escaleras arriba en busca del abrigo.

—No sé cómo es que la dejaste ir ma —dijo una voz detrás de ella, lo que hizo que Susan diera un pequeño salto por la sorpresa.

—¡Tom, me asustaste! —murmuró la pelirroja, mirando en su dirección—. ¿Qué más podía hacer? Ya no es una niña y además, está en buenas manos, Peter es un muy buen hombre y te aseguro que no le pasará nada a tu hermana.

—Pero va con ese tipo ma y a mi sigue sin gustarme —suspiró con fuerza, lo que hizo reír a Susan—. ¿Porqué te ríes?

—Eres idéntico a tu padre, siempre sobreprotegiendo a Dianne y cuidándola de cada chico que se le aproxima —se acercó hasta él y colocó sus manos sobre los anchos hombros del muchacho—. Estará bien, Michael es un buen joven y la ama, estate tranquilo Tommy.





Nueva York.

En el vuelo a Nueva York Dianne estaba nerviosa ya que el ojiazul le había comentado que no les había avisado a sus padres de su arribo, quería que fuera una sorpresa.

— ¿Qué tienes Holls, no te sientes bien? —preguntó preocupado al ver la expresión en la cara de su novia.

— ¿Qué? Ah no estoy bien es solo que… Blue Eyes ¿Estás seguro que es buena idea que no les avisaras de nuestra llegada? a tu papá hace mucho que no lo veo y a tu madre no la conozco bien ¿Qué tal si me odian? —preguntó la alterada joven.

—Hermosa cálmate, ellos te adoran desde el momento en que ven lo feliz que me haces y lo mucho que te quiero además eres una mujer increíble, hermosa, inteligente y graciosa —respondió él sonriéndole y dándole un suave beso.

—Adulador —dijo ella sonriéndole a su vez.

Cuando llegaron a la hermosa casa el muchacho la tomó de la mano entrelazando sus largos dedos con los de ella dándole un ligero apretón, la atrajo hacia él y la besó nuevamente antes de entrar.

Una vez dentro Michael dejo su equipaje en el vestíbulo y llamó a sus padres para hacer notar su presencia pero la única que acudió fue una hermosa mujer de cabello castaño y grandes ojos azules sorprendida de verlo acompañado.

—Mike ¿qué haces aquí? Pensé que estabas en Lawrence, tú debes de ser Dianne yo soy Elena es un gusto por fin conocerte —comentó la castaña mujer abrazando efusivamente primero al muchacho y después a ella.

—Igualmente señora Gallagher tiene una casa muy bonita —respondió tímidamente la rubia Holls.

—Por Dios no me hables de usted que me haces sentir vieja, llámame El todos me dices así, Mike ¿Por qué no la llevas a la sala y le ofreces algo de beber mientras yo pido que le lleven su equipaje al cuarto de huéspedes?

Después de un momento la castaña mujer regresó con ellos, ambos Gallagher platicaron bastante rato y Dianne solo intervenía en la plática cuando le preguntaban algo directamente, se limitaba a ver la interacción entre la mujer y su novio que reía de sus propias bromas, era claro que Michael y Elena se llevaban basta bien y la mujer adoraba al muchacho.

Cuando el muchacho preguntó por su padre Elena le comentó que seguía en su oficina y les sugirió descansar un rato en lo que su marido llegaba pero ambos respondieron que no estaban cansados.

—El ¿Por qué no mejor vamos a sacar a papá del F.B.I y los invito a cenar? Quiero ver su cara cuando vea a Did —dijo dándole una traviesa sonrisa.

—Vale pero primero déjame llamarle y ver si no está fuera del edificio prometo no decirle que están aquí ¿Por qué no aprovechan se refrescan y cambian de ropa? —respondió ella dándole una sonrisa de complicidad.

En cuanto entraron en el lugar Michael le preguntó a uno de los colaboradores de su padre si Peter estaba ocupado pero el hombre negó y le comentó que estaba en su oficina, el muchacho sonrió y le pidió a Dianne su móvil para llamarlo y hacerle una broma.

El teléfono del agentó sonó y él contestó bastante formal ya que no reconocía el número, Michael hizo señas para que Dianne y Elena guardaran silencio y fingió la voz.

—Agente Gallagher usted no me conoce pero llamó para reportar el robo de un auto, es un BMW plata, placas PBR557…—comenzó a decir el joven muy serio.

—Demonios ese es mi auto ¿Dónde lo vio? —preguntó sobresaltado el agente poniéndose de pie frente a su escritorio.

En ese momento el travieso muchacho no pudo más y estalló en carcajadas, su padre dirigió extrañado la mirada a donde procedían las risas y su cara se iluminó al ver a su hijo teléfono en mano riendo.

Bajó corriendo la escalera que estaba frente a su oficina y abrazó a su hijo sonriendo para después fingirse molesto.

—¿Acaso no sabes jovencito que hacer una denuncia falsa es un delito? —le dijo poniendo sus manos en sus caderas y frunciendo el ceño.

—Oh vamos papá solo fue una inocente broma, mira quién viene conmigo.

—Dianne Holls está si es una hermosa sorpresa ¿qué hacen aquí? —dijo el agente sonriendo y de inmediato abrazó a la muchacha.

En ese momento su esposa intervino, le comentó que habían ido a secuestrarlo para ir a cenar, el hombre besó a su esposa y sin decir más fue por su saco y las dos parejas salieron del edificio rumbo al restaurante.

Durante los siguientes días tanto Michael como Elena se encargaron de mostrarle a la joven la gran ciudad y llevarla a todos los sitios de interés pero un día la castaña mujer les dijo que la iba a llevar de compras por lo que solo salieron ellas dos.

Al día siguiente cuando Dianne bajó a desayunar notó que Elena y Michael hablaban en voz baja y en cuanto la vieron se callaron e intercambiaron miradas de complicidad lo que le pareció sospechoso pero no le dio importancia.

—Did he decidido qué ya es momento de que conozcas uno de nuestros edificios más emblemáticos: el Empire State y después papá y El se van a reunir con nosotros en el restaurante para almorzar —le comentó el ojiazul.

—Si señor lo que usted mande —respondió ella en tono de burla y riendo se levantó y lo abrazó.

Ambos jóvenes salieron tomados de la mano dirigiéndose al lugar.

Una vez que subieron al mirador del rascacielos para sorpresa de la joven, Mike se hincó sobre una rodilla y muy formalmente comenzó a hablar lo que provocó que todos a su alrededor los miraran sonriendo.



—Did la primera vez que nos vimos yo estaba siendo regañado y a punto de ser encarcelado por tu padre, la primera vez que salí contigo tu padre me llamó delincuente pero realmente la que es una criminal eres tú por qué me robaste el corazón. ¿Recuerdas las veces que te escapaste por tu ventana para salir conmigo? —comentó el atractivo muchacho sonriéndole.

—¿Gallagher qué haces? —preguntó ella ruborizada al ver que todos los observaban. —Si lo recuerdo más de una vez acabé castigada, papá te llamaba así pero eres mi delincuente y por cierto el naranja no es tu color —respondió ella volteando los ojos y sonriéndole una vez más y él muchacho continuó con su discurso.

—Cuando desapareciste me di cuenta de que lo único que quería eras tú, nada me satisfacía, cada vez que salía con otras mujeres o me iba de parranda o a jugar cartas lo único que podía hacer era pensar en ti, en tus hermosos ojos esmeralda, en la primera vez que te besé, por eso no te pienso dejar escapar nuevamente, Dianne Nicole Holls ¿Quieres iniciar ésta nueva aventura conmigo, te casarías conmigo? —preguntó Michael sacando del bolsillo de su saco un estuche que abrió y en el interior había un hermoso anillo de compromiso.

—Oh por Dios Blue Eyes eres un idiota pero te amo, si, si si por supuesto que me quiero casar contigo —respondió ella emocionada mientras veía como él le colocaba el anillo en su dedo anular.

El muchacho se puso de pie y la besó provocando un estallido de aplausos por parte de los presentes, lágrimas de felicidad y emoción corrían por las mejillas de la muchacha rubia mientras veía los hermosos ojos azules de él, en ese momento llegó un representante de relaciones públicas del edificio para felicitarlos y regalarles una botella de champaña como era la tradición cuando ocurría una propuesta de matrimonio en el lugar.

Una vez que salieron del lugar la joven buscó su teléfono, quería llamar a su madre para contarle pero la recepción era bastante mala por lo que decidió que lo mejor era llamarle por Skype en cuanto llegaran a la casa Gallagher.

Michael habló con sus padres y decidieron que lo mejor era comer en la casa y en la noche salir a celebrar el compromiso de los jóvenes por lo que Elena y Peter compraron comida china y se reunieron en la residencia.

Todos estaban emocionados por el acontecimiento pero fue Elena la que calmó los ánimos y les dijo que lo mejor era que la muchacha le diera la noticia a su familia por lo que los mayores dejaron a los chicos subir al loft del pelinegro para que se conectaran con la pelirroja.

Eran las 5:30:00 en Lawrence y los Holls habían quedado para cenar con los Winchester cuando Susan recibió el mensaje de su hija diciéndole que era urgente que se conectara a la computadora.

—Dy ¿qué pasa, tú y Mike están bien, les pasó algo? Cielo vamos di algo me estás preocupando —la mujer veía en la pantalla a su hija emocionada con lágrimas en los ojos.

—Mamá Mike me pidió que me case con él, mira —dijo mostrándole el anillo, en ese momento el joven apareció junto a su hija sonriendo.

—Hola suegra ahora si ya es oficial ¿Cree que será posible que entre mi madre y usted puedan organizar la boda para dentro de dos meses? —preguntó el muchacho sonriendo.

La pelirroja se llevó la mano a la boca, su pequeña se iba a casar, lágrimas de felicidad inundaron los azules ojos.

—Dy, Mikey felicidades pero dos meses es muy poco tiempo, hay mil cosas que hacer, que planear, tu vestido, los menús, tengo que hablar con tu madre Mike y ¿ya decidieron donde va a ser? Dios Tom se va a desmayar, tenemos que ver la lista de invitados —la cazadora hablaba a mil por hora provocando la risa de los jóvenes del otro lado de la pantalla.

La pareja junto con la emocionada madre hablaron y planearon durante un buen rato hasta que la rubia se dio cuenta de la hora.

—Mamá ya nos tenemos que ir por que vamos a salir a cenar, los padres de Mike hicieron una reservación y nos tenemos que terminar de arreglar, dale la noticia a Tom y a los Winchester y dales muchos besos y mi amor a todos, mañana me vuelvo a conectar para que platiquemos y te pongas de acuerdo con Elena, te quiero, bye —comentó la rubia feliz.

—Nos vemos mañana mi niña hermosa y otra vez felicidades estoy muy feliz por ambos además están muy guapos y cielo solo te faltan los aretes y el labial pero los dejo ya irse, te conectas como a las 11, les voy a avisar a los chicos por qué seguro van a querer hablar contigo dale saludos a tus padres de mi parte Mikey —respondió feliz la cazadora.

Ambos jóvenes terminaron de arreglarse y bajaron para encontrarse con los padres de él, tanto Peter como Michael vestían de etiqueta ya que el lugar que habían reservado era muy exclusivo y exigía ese tipo de indumentaria.

El “Alain Ducasse” en Essex House era conocido como uno de los restaurantes más caros y exclusivos de Nueva York y a los padres del muchacho les pareció el lugar perfecto para celebrar el acontecimiento.

Elena aprovechó el momento para tomar algunas fotografías tanto de su marido con su hijo como de la feliz pareja para recordar ese momento.

Cuando regresaron de cenar ya entrada la madrugada, Michael convenció a la rubia de ir a la piscina para nadar antes de irse a dormir, la joven no estaba muy convencida pero por la mirada que le dirigió su prometido no se pudo negar.

—¿Te he dicho últimamente que te amo? —preguntó él atractivo joven acercándose a ella dentro de la alberca.

—Déjame pensar, mmm no en los últimos cinco minutos —respondió Dianne abrazándolo.

—¿A no? Que desconsiderado de mi parte, déjeme resarcir mi grosería futura señora Gallagher —dijo él con una sonrisa traviesa y sin más la besó apasionadamente.





Lawrence, Kansas.

Cuando Susan entró en la sala tanto Tom como Annabeth y los Winchester la vieron preocupados al notar las lágrimas y le preguntaron si había sucedido algo malo.

—No de hecho tengo una maravillosa noticia que darles, acabo de hablar con Dy quién por cierto les manda saludos y besos a todos y me acaba de dar una maravillosa sorpresa, Michael y ella se van a casar —les explicó feliz la mujer pelirroja.

En ese momento se escuchó un vaso estrellarse en el suelo y todos voltearon a donde procedía el ruido y vieron al mayor de los chicos Winchester que acababa de entrar en la habitación.

—Dean ¿Estás bien? estás pálido —cuestionó su hermano acercándose a él.

—Si por supuesto, lo que pasa es que sentí un mareo y se me cayó el vaso Sammy —respondió Dean agachándose para recoger los pedazos de cristal evitando la mirada de los demás.

Tom sin prestarle mucha atención a lo sucedido con el mayor de los muchachos Winchester se dirigió a su madre molesto.

— ¿Cómo que el Monstruo se casa? Mamá no puedes hablar en serio, Didi y el tipo ese apenas se conocen a papá no le hubiera agradado la noticia.

—Tom es cierto que retomaron su noviazgo hace poco pero Mike y Dy han estado enamorados desde que se conocieron en Texas, no quiero que vuelvas a comentar que a tu padre no le agradaría la noticia por qué no es cierto, él estaría feliz por tu hermana y tenemos que alegrarnos por ella, no quiero que mañana que se conecte le vayas a hacer pasar un mal rato o que seas grosero con Michael ¿quedo claro? —lo amonestó su madre.

Sam y Annabeth quisieron saber todos los detalles y la hora a la que se iba a conectar al día siguiente su amiga, estaban felices por ella y esperaban que les contara todos los detalles.

A Jo realmente le daba igual ya que entre ella y la rubia Holls no había mucha afinidad, John no comentó nada pero no despegaba la vista de su hijo mayor que por más que lo quisiera ocultar era evidente que la noticia le había afectado.

Durante la cena Susan, Sam y Annabeth no paraban de hablar sobre el tema, Tom escuchaba malhumorado pero sin comentar nada mientras que John continuaba atento a la reacción de su hijo mayor que al parecer no tenía mucho apetito ya que casi ni probo la cena.

Cuando Susan le ofreció su postre preferido el rubio declinó ante la sorpresa de todos y le dijo que prefería marcharse alegando que no se sentía bien, John lo acompañó al auto.

—Dean ¿Quieres que le diga a Sam o a Beth que te lleven a la casa? —sabía que algo más le sucedía al muchacho.

—Estoy bien papá debe de ser algún virus estomacal o me va a dar gripa, los veo más tarde pero pensándolo bien dile a Susan que me guarde un trozo de pay —respondió con su acostumbrada sonrisa ladeada solo que ésta vez la sonrisa no llegó a su mirada.

El hombre asintió y lo vio marcharse en el Impala negro. Susan no hizo ningún comentario cuando el patriarca regreso pero estaba segura que lo que realmente le pasaba al muchacho era que la noticia de la boda le había afectado bastante.

Los siguientes días trascurrieron con cierta normalidad, Sam y la amiga de la joven Holls hablaban con frecuencia con la rubia y pasaban cada vez más tiempo juntos, Dean se concentró en su trabajo en el taller y su carácter sarcástico regresó nuevamente pero la cazadora pelirroja estaba segura de que una vez más el rubio estaba enterrando sus sentimientos.





En cuanto Dianne y Michael regresaron de su viaje Susan notó algunos cambios en el joven de ojos azules, parecía más alerta a sonidos, olores y su herida había sanado por completo, demasiado rápido para el gusto de la pelirroja y la noche en que fueron a recogerlos al aeropuerto parecía bastante nervioso.

Después de que el ojiazul se marchara ya entrada la madrugada Dianne y Annabeth continuaron conversando en el cuarto de la rubia por mucho tiempo, ambas jóvenes se conocían desde muy pequeñas, a lo largo de los años habían compartido muchas cosas entre ellas la cacería ya que la castaña también era una hábil cazadora aun cuando se separaron al Dianne mudarse a Lawrence la amistad continuo.

Esa noche era la fiesta de Sam, la tarde había estado bastante ajetreada en el Walker’s debido a esto, Susan corría de un lado a otro checando que todo estuviera en orden y listo para en la noche.



El cielo estaba estrellado y la luna llena brillaba en todo su esplendor, el clima estaba a su favor ya que no era una noche calurosa ni había llovido ese día. Los chicos Winchester llegaron temprano, lucían muy apuestos vestidos de etiqueta.

—¡Dios mío creía que había visto todo, qué guapos están, creo que entre ustedes dos y Tom van a ser la sensación de las chicas! ¿Verdad que se ven guapísimos Annie? —exclamó Susan al verlos entrar.

El comentario provocó que el chico castaño se ruborizara mirando tímidamente a la amiga de Dianne que le sonreía al lado de la pelirroja y asentía.

—¿Dónde está Jo? Pensé que venía con ustedes —preguntó Susan buscando a la rubia Winchester con la mirada.

—No había terminado aún de arreglarse, me dijo que Tom iba a pasar a recogerla ¿No me digas que te gusta mi hermanita Parker, qué cómo viste que Dianne ya no te hace caso buscas una nueva presa? —respondió irónicamente el mayor de los Winchester.

—Por supuesto que no Winchester solo somos amigos además no es asunto tuyo si me gusta o no —contestó a la defensiva el alto joven de cabello oscuro.

—Por supuesto que es asunto mío después de todo es mi hermana y no quiero que te le acerques gigantón además ¿Qué haces aquí, no deberías estar en la cocina? —empujándolo provocando que derramara sobre su camisa el agua que tenía en su vaso.

—No te voy a pedir permiso enano y no digas estupideces ¿de dónde sacas que a mí me interesa Dy? Y donde yo esté no te importa —dijo acercándose más al otro joven que ya se había quitado la corbata listo para la pelea.

— ¡Basta los dos, Dean déjalo en paz y ponte la corbata y tú Tom más vale que controles tu carácter! No quiero problemas con ustedes dos ésta es una noche especial para Sam y espero se comporten —dijo la cazadora interponiéndose entre los dos muchachos.

Ya de por si la pelirroja estaba molesta ya que el patriarca había salido fuera alegando que tenía que ir a ver a un cliente del taller y no podía postergar el viaje por la fiesta de su hijo pero la cazadora sabía que la realidad era que se iba de cacería con Caleb, iban tras un wendigo.

Estaba por decirle a Sam que se llevara a su hermano pero se dio cuenta de que el menor de los chicos platicaba animadamente con la amiga de su hija por lo que les lanzó a ambos rivales una mirada de advertencia.

En ese momento su teléfono vibró, era su hija que le preguntaba si había visto sus aretes y si ya había llegado su novio, la mujer movió la cabeza.

—Tom ¿puedes por favor decirle a Dy que sus aretes están en mi tocador donde los dejó esta mañana y que Mike aun no llega? Por favor cámbiate la camisa.

El muchacho asintió y se marchó dejando al otro aún más enojado por la mención del neoyorquino. La castaña se volvió hacia Sam.

— ¿Por qué tu hermano piensa que hay algo entre Dianne y Tommy, que no sabe que son como hermanos?

—Nop, no le hemos dicho nada es divertido verlo hacer sus escenas de celos aun cuando según él no le gusta tu amiga —dijo dándole una sonrisa enmarcada por sus hoyuelos.

Cuando estaba por llegar a la casa de Dianne el ojiazul recibió una llamada, era un amigo suyo que tenía un laboratorio médico a donde había mandado hacerse unos análisis ya que últimamente se sentía un tanto raro.

La llamada lo incomodó, ya que como sospechaba sus resultados estaban alterados y el hombre al otro lado de la línea le sugirió un chequeo más a consciencia ya que había algo raro.

Cuando Michael entró en la casa fingió que todo estaba bien ya que no quería que su prometida se preocupara y al verla esbozó una gran sonrisa.

—Estás preciosa como siempre Did, voy a ser la envidia de todos por tener a la mujer más increíble y hermosa de todo el mundo —le dijo el apuesto joven besándola.

—En eso estoy de acuerdo contigo Michael ¿podrías soltarla un momento? —escucharon al alto joven bajando la escalera incomodo por el beso—. Realmente estás deslumbrante monstruo, aquí están tus aretes, los dejaste en la recámara de mamá ¿Vas a bailar conmigo aunque sea una vez cierto? —dijo Tom interponiéndose entre los enamorados.

—No seas celoso cuñado no pienso acaparar todo el tiempo a ésta belleza, ven Did déjame te pongo esto —respondió divertido Mike ante el desplante del hermano y poniendo en la muñeca de la joven un corsage que hacía juego con su vestido.

La rubia lucía un vestido magenta y llevaba el cabello recogido, sonrió a ambos muchachos y entrelazo sus brazos con ambos saliendo del lugar. Cuando entraron en el local escucharon a Susan regañando al mayor de los Winchester.

—Pero Susan…

—Pero nada Dean, como vea que vuelves a hacer algo como lo de hace rato te advierto que hablo con tu padre ¿Qué pasa contigo? si no peleas con Tom lo haces con Michael y me estoy cansando de tu actitud ¿Entendiste Dean Winchester? —dándole un jalón a su oreja al ver que no respondía.

—Ow, si señora entendí —respondió frotándose la parte afectada.

El muchacho se alejó dirigiéndose a donde se encontraba su hermano lanzando a los dos muchachos con Dianne una furiosa mirada. La castaña se reunió con su amiga y su prometido dejando a los dos hermanos solos.

—Vaya Dean ahora si hiciste enojar a Susan, si no quieres problemas con papá te aconsejo que no hagas travesuras y seas un buen niño —le dijo su hermano burlón.

—Basta Sam que no estoy de humor para bromas, esos dos me las van a pagar ¿Qué preferencia tiene Dianne con los de pelo negro y ojos azules? No respondas, olvídalo de todas maneras no me interesa lo que la mocosa haga —respondió molestó viendo como el chico Parker se marchaba para ir a recoger a Jo.

Poco a poco los invitados fueron llegando; mientras la música sonaba algunas parejas se decidieron a moverse hacia la pista de baile, Tom se acercó a su hermana que no se había separado del neoyorquino y platicaba animada con Sam y Annabeth, la tomó del brazo para bailar con ella, ya en la pista la alejó de los demás.

—Dean está que echa chispas cualquiera diría que quisiera matar a tu novio con la mirada o a mi ¿Oye hermanita realmente va en serio, te vas a casar con ese tipo? —preguntó el alto muchacho mientras se balanceaban al ritmo de la tranquila melodía.

—Claro que es en serio Tom y tú deberías de pensar en hacer lo mismo o vas a seguir viviendo siempre en casa con mamá, van a decir que mi hermano mayor es un solterón que cuida gatos o que eres gay —bromeó la rubia con una amplia sonrisa.

—Oh no para nada me gustan los gatos ni los hombres, lo he pensado pero no sé cómo tome mamá cuando le diga que quiero independizarme y poner mi departamento de soltero pero volviendo a ti solo quiero que seas feliz hermanita, no puedo imaginar a mi pequeño monstruo como una mujer casada, no quiero ser tío pronto eh —respondió él con una enorme sonrisa.

De pronto Michael cayó de rodillas y se llevó las manos a la cabeza, Dianne corrió a su lado preguntándole que pasaba pero el muchacho solo decía que le dolía todo el cuerpo. Sam con ayuda de Tom sacaron al muchacho del lugar llevándolo al patio trasero rumbo a la casa mientras Susan le decía a los invitados que no sucedía nada y continuaran la fiesta.

En ese momento sucedió lo que nadie se esperaba, el apuesto muchacho comenzó a transformarse en un hombre-lobo. Dean de inmediato le gritó a Sam que fuera por las armas y a Tom que se llevara a la rubia Holls pero algo extraño pasó, el ser se volvió hacia la muchacha en cuanto escuchó su nombre en labios de ella que gritaba desesperada.

— ¡Dean por favor no le hagas daño es Michael te lo suplico! ¡Blue Eyes soy yo amor tranquilo, nadie te va a lastimar!

—Mocosa no digas tonterías es peligroso, ¡Sam, Tom llévensela ahora! —ordenó el joven cazador.

El enorme hombre-lobo se acercó despacio a ella sin atacarla, era como si supiera quién era ella pero al ver las armas y que los cazadores comenzaban a rodearlo se agitó, desgraciadamente Annabeth se interpuso en su huida saliendo herida.

Sam de inmediato tomó a la joven en sus brazos y la subió al asiento trasero del Impala apurando a su hermano para que la llevaran a un hospital, más tarde tratarían de dar caza al animal.

En cuanto llegaron al nosocomio las enfermeras y los médicos separaron al alto joven de la víctima del ser sobrenatural, cuando preguntaron qué había sucedido les explicaron que un perro la había atacado.

En la residencia Holls Susan y Tom trataban en vano de calmar a la joven mientras que la chica Winchester trataba de que la gente en la fiesta no se percatara de lo ocurrido.

Dos horas después el mayor de los chicos Winchester regresó a la casa Holls, cuando le preguntaron qué había sucedido con el muchacho neoyorquino fingiendo no saber nada, el rubio les explicó sobre los hombres-lobo y les dijo que Michael había logrado escapar, solo esperaba que no lastimara a nadie más.

Dean se ofreció a llevar a Dianne al hospital para ver el estado de su amiga, Susan le aseguró que en cuanto la gente se fuera Tom y ella la alcanzarían ahí pero antes de que se marchara la rubia le hizo prometer que no dañaría a Michael si lo veía.

En el hospital Sam les explicó que una vez que los médicos limpiaron a Annabeth se dieron cuenta de que solo necesitaría algunos puntos ya que las heridas de la chica no eran de gravedad pero que preferían que se quedara esa noche para monitorearla.

—Gracias a Dios, cuando vi tanta sangre realmente me asusté. Ya ves Dean te dije que Mike no era peligroso, no quiso dañar a Anne fue un accidente, júrame que no lo vas a lastimar —comentó aliviada la rubia al saber el estado de su amiga.

—Dianne sabes que no te lo puedo jurar, un hombre-lobo no es un perrito es un ser peligroso…—respondió el muchacho rubio pero su hermano lo interrumpió.

—Dean tal vez Bobby sepa de alguna forma de romper la maldición y haya forma de salvar a Mike, tú lo viste cuando se acercó a Didi, no tenía intención de lastimarla—dijo tratando de convencer a su hermano.

—Joder, vale vamos a ver que dice Bobby al respecto pero si ataca a alguien más…

—No lo va a hacer, te lo aseguro. Gracias Dean —Respondió de inmediato la chica Holls y sin pensarlo le dio un beso en la mejilla sorprendiéndolo.

Solo esperaba que su padre no se enterara antes de que consiguieran curar al arquitecto o Michael sería historia sin importar que tanto rogara Dianne.





John se encontraba cazando un wendigo con Caleb cuando recibió la llamada de Bobby, le comentó que había recibido algunos reportes de extrañas muertes cerca de Lawrence, parecían ejecutadas por perros negros o tal vez por algún hombre-lobo.

—No te preocupes Singer, Caleb y yo ya terminamos aquí así que regreso a Kansas y lo investigo —aseguró el cazador a su amigo antes de cortar la llamada.

El hombre más joven lo miró preocupado, tenían que regresar para hacerse cargo antes de que ocurrieran más muertes o si era un licántropo antes de que convirtiera a alguien más.

El experimentado Winchester le aseguró que no era necesario que fueran los dos ya que en Lawrence estaban los chicos y entre los tres se podían hacer cargo de la situación, ambos hombres se despidieron y Caleb regresó a Lincoln.
Una vez en su pueblo natal John encontró a sus hijos en su casa y les contó la llamada de Bobby sin sospechar que sus hijos guardaban un secreto les ordenó comenzar a investigar.

—Papá encontré algo sobre las muertes y los cuerpos están en Topeka, necesitamos verlos para saber de qué se trata —comentó su hijo menor mostrándole la información en su Laptop.

—Bien, mientras Dean y yo vamos a investigar quiero que tú te quedes y estés pendiente de los Holls, evita que salgan de noche por lo menos hasta que resolvamos esto, hoy otra vez es luna llena y no quiero que lo comenten con su hermana prefiero que ella se quede con los Holls, no quiero correr riesgos, Sam dile que vaya a ayudar a Susan en la preparación de la fiesta —le ordenó el cazador.

—La fiesta fue ayer papá y de todas maneras Jo está con ellos —contestó cortante el muchacho castaño antes de marcharse a casa de su amiga.





En la capital del estado ambos Winchester se presentaron con el forense como agentes federales para que les permitieran ver los cadáveres, tenían mordidas bastante grandes, a todos les faltaba el corazón y los asesinatos habían ocurrido en luna llena 28 días atrás. Ambos cazadores regresaron a su motel para analizar la situación.

— ¡Genial, nos enfrentamos a otro hombre-lobo papá y lo mejor es que sabemos cómo matarlos, desde que era niño no nos enfrentábamos a uno, va a ser divertido! —exclamó emocionado el rubio mientras buscaba las balas de plata entre la bolsa de armas.

—Claro niño es pan comido y después de que lo matemos te llevo a Disneylandia ¿No? —respondió sarcásticamente el padre—. Dean esto no es un juego, los licántropos son peligrosos necesito que te concentres y lo tomes en serio, voy a llamar a tu hermano para ver si sabe algo más, espera un momento ¿A qué te refieres con otro, qué me estás ocultado muchacho? —le dijo John molesto.

—Ah nada papá quise decir que nos enfrentábamos a un hombre-lobo —respondió Dean desviando la mirada, sabía que cuando se enterara de que le había mentido era hombre muerto pero tenía que ganar algo de tiempo.

Sam le comentó a su padre que la policía había encontrado dos cuerpos más en Lawrence después de los de Topeka, lo que quería decir que el ser se había trasladado al pueblo, eso al cazador no le gustó nada le dijo que su hermano y él regresaban ese mismo día.

Al día siguiente les pidió que fueran a entrevistar a la mujer que había encontrado el último cuerpo al parecer no era de allí.

Era una joven bastante agradable pero estaba bastante asustada, les dijo que su nombre era Madison, su jefe, otra compañera de trabajo y ella eran de California, habían ido de trabajo a Topeka pero que no sabía o no podía recordar mejor dicho como habían acabado en el pueblo, una mañana fue a buscarlos a su cuarto y ambos estaban muertos les contó entre lágrimas.

— ¿Qué hacían ambos en el mismo cuarto? —preguntó Sam mientras Dean volteaba los ojos.

—Mantenían una relación, eran novios ambos eran buenas personas no sé quién les pudo querer hacer algo así, ¿por qué me preguntan eso, no se supone que los atacó un animal? —les explicó la chica.

—Claro pero queremos cubrir todas las posibilidades —respondió nuevamente el alto muchacho dándole un puntapié a Dean ya que su hermano no dejaba de coquetear con la joven.

Ambos muchachos regresaron a su casa para informar a su padre lo que habían averiguado.

John les dijo que uno de ellos necesitaba quedarse con la forastera en la casa para protegerla en caso de que el monstruo regresara por el hotel mientras el otro junto con él buscaban a la bestia para matarla antes de que siguiera haciendo daño.

Cuando vio la forma tan democrática que escogían sus hijos para decidir cual se quedaba con la muchacha solo movió la cabeza.

— ¿En serio chicos, piedra, papel o tijeras? Lo siento Dean perdiste, Sam cuida de ella y cualquier cosa me avisas al celular —en ocasiones le sorprendía lo infantiles que podían ser ambos jóvenes.

Sam se sentía incómodo de quedarse solo con ella en su casa pero no tenía otra opción, después de un rato ambos jóvenes comenzaron a conversar.

La chica morena le comentó que no se había regresado a California ya que la policía le había “sugerido” que no se marchara hasta que la investigación terminara por lo que estaba destinada a quedarse ahí por un tiempo.

Durante la conversación Madison le comentó que tiempo atrás la habían asaltado y que extrañamente su agresor la había mordido, eso sorprendió al joven que se disculpó cuando su hermano llamó tenía que decirle lo que se había enterado, tal vez era solo una coincidencia pero tenía que comentárselo.

— ¿Qué lleva puesto? —preguntó el rubio para avergonzar a su tímido hermano.

—Dean eres un imbécil, pásame a papá tengo que contarle algo —respondió molesto Sam.

Cuando Sam habló con su padre respecto a lo del asaltante, John le dijo que tuviera cuidado ya que Madison podía ser el monstruo. Ya estaba oscureciendo y le preocupaba que Sammy estuviera en una habitación encerrado con una mujer-lobo, colgó y él y Dean emprendieron el regreso del hotel.

Mientras tanto en la casa de los Holls, Susan hablaba con su hija en la cocina ya que Tom y Jo habían salido a comprar algunas cosas que hacían falta.
—Dy no me gusta lo que te voy a decir pero quiero que lo tomes con calma, sabes que a Mike no lo mordió un perro, fue una mujer-lobo, acabo de colgar con Bobby, John y los chicos ya se están encargando de eso —comentó la pelirroja.

— ¿Estás segura? Mamá no vamos a matar a Mike debe de haber algo, estoy segura que él no mataría a nadie…—comenzó a discutir la chica pero su madre la interrumpió.

—Nadie está hablando de matarlo, Bobby dice que según la leyenda si matan al que lo mordió la maldición se rompe pero mientras hay que encerrarlo hasta estar seguras pero tú sabes que si no lo logran Mike no se va a poder controlar, vamos tenemos que hablar con él —le aclaró calmándola.

Ambas mujeres fueron a la sala para hablar con el muchacho neoyorkino que había regresado esa mañana y parecía no recordar el incidente, estaba segura de que no iba a ser fácil convencerlo.

Cuando le explicaron, el ojiazul las miraba como si hubieran perdido la razón, esos eran cuentos para asustar a los niños.

—Did ¿de qué están hablando? Los monstruos no existen, nena tranquila te juro que te voy a buscar ayuda, estás delirando los hombres-lobo no son reales —dijo asustado el muchacho pensando que su novia se había vuelto loca.

—Mickey escúchame, te juro que si son reales yo los he visto ¿no has notado que tus sentidos se han agudizado? Tus heridas sanaron demasiado rápido, lo que te dice Dy es cierto además te vimos transformarte —respondió Susan tratando de que se calmara.

Ambas mujeres le explicaron todo sobre la leyenda y a lo que se dedicaban también le contaron respecto a los Winchester y la teoría que tenían de cómo evitar que atacara a alguien pero cuando Susan se le acercó el joven instintivamente dio un brinco hacia atrás en el sofá.

—Tranquilo Blue Eyes, mamá no te va a lastimar —dijo Dianne tomándolo de la mano.

—No, solo quiere encerrarme en una jaula como un animal, vaya suegra que voy a tener —respondió éste enojado.

—Tranquila Dy, Mike tiene razón para estar enojado, lo que le hemos contado es difícil de creer para cualquiera debe pensar que soy un tipo de lunática demente —dijo al ver que la rubia estaba por reclamarle a su novio el comentario—. Puedo asegurarte Michael que lo único que quiero es ayudarte y proteger a mi hija, hoy por la noche sufrirás otra transformación y no creo que quieras lastimar a Dy o alguien más pero es algo que no vas a poder controlar, no me gusta encerrarte pero no tengo elección, no te voy a mentir Mike las posibilidades no están a nuestro favor, sé que estás asustado pero solo quiero ayudarte —aclaró Susan mirándolo directo a los ojos.

El muchacho vio la sinceridad en su mirada y decidió confiar en ella y asintió levantándose para acompañarlas al sótano. Michael tenía mucho que pensar de lo que le habían dicho y no era fácil asimilarlo.

Una vez en la jaula lo amarraron a una silla y cerraron la reja, él les preguntó cuánto tiempo tendría que estar ahí a lo que le respondieron que solo hasta que amaneciera ya que si lo que pensaban resultaba, una vez que los Winchester hubieran matado a quién lo mordió todo terminaría y podrían seguir con su vida como siempre.

Dianne tomó otra silla y la colocó fuera de la jaula ya que ella quería quedarse con él, no pensaba dejarlo solo. Su madre le entregó un rifle, les explicó que contenía dardos tranquilizantes al ver la mirada asustada de ambos jóvenes, no podían confiarse a que la jaula lo retuviera una vez que cambiara, si es que lo hacía.

Se despidió de ambos y subió las escaleras, esperaba que todo resultara bien ya que de lo contrario tendría que matar al prometido de su hija; se dirigió a buscar su arma para cargarla con balas de plata y a preparar café, ésta iba a ser una larga espera.

En la casa Sam pasaba algo similar, cerró la puerta con llave, había amarrado a la joven a una silla y ella asustada trataba de convencerlo de su error cuando él muy serio le explicó de que se trataba, ella no entendía como había pasado de ser un joven dulce a este hombre demente, lo que le decía no tenía sentido. Minutos más tarde la mujer se transformó, rompiendo sus ligaduras atacó al castaño arañándolo en la cara y lanzándolo contra una pared, en ese momento entró John disparándole al corazón. El monstruo se transformó nuevamente en la joven que no entendía que había ocurrido poco antes de morir.

—Papá ¿por qué la mataste? Ella realmente no sabía lo que pasaba lo vi en sus ojos cuando le dije lo que sucedía, tal vez si hubiéramos buscado al que le hizo eso la podríamos haber salvado —le reclamó el castaño.

— ¡Basta Sam! Estaba por matar a mi hijo ¿qué debería haber hecho tal vez dialogar con ella mientras te destrozaba? Por Dios Santo Samuel ¿Qué, ahora defiendes a los monstruos? Hubiéramos podido tardar meses si es que alguna vez encontrábamos al que la mordió y mientras ella iba a seguir matando inocentes, es hora de que madures y te des cuenta de que en nuestra profesión no nos podemos tocar el corazón —aseveró molesto su padre.

El joven pateó la silla y salió furioso del lugar para dirigirse a casa de su amiga, mientras su padre y hermano se hacían cargo del cuerpo ya que no lo podían dejar ahí.

En la casa Holls, cuando Susan bajo al sótano ya había amanecido y afortunadamente nada había sucedido por lo que dejaron salir al ojiazul de la jaula, Dianne de inmediato se abrazó de él, no se había transformado lo cual quería decir que los Winchester habían matado al otro ser y todo había terminado.

—¿Eso quiere decir que ya no voy a convertirme en el malvado lobo feroz, ya no te voy a comer? —le dijo a la rubia en sus brazos sonriéndole después de besarla.

—No sé ¿ya no me quieres comer? —contestó ella pícaramente.

La mujer atrás de ellos sonrió y movió la cabeza.

—Dianne Holls eres una niña traviesa —dijo él fingiendo regañarla—. Tal vez cuando tu madre no nos esté viendo —susurró en su oído y con la cabeza señalando a la pelirroja que los miraba levantando una ceja.

—Chicos por qué no desayunamos y después ambos se duchan, duermen un rato, en habitaciones separadas, no sé ustedes pero yo muero de hambre y necesito un café fue una larga noche —dijo divertida la cazadora al ver la cara de ambos chicos.

La joven se ruborizó al darse cuenta de que su madre había escuchado su comentario, los dos asintieron y la siguieron a la cocina.

Cuando Sam llegó le contaron que Michael había pasado la noche con ellas y no se había transformado, tal vez al John matar a la mujer había roto la maldición que pesaba tras el joven arquitecto.

Más tarde Sam habló con Dean mientras estaban en la cocina de la casa Holls.

—Dean ¿tú crees que haya funcionado realmente, que al morir Madison de verdad se haya roto la maldición?

—No lo sé Sammy, vamos a ver qué ocurre hoy por la noche pero creo que es mejor que le contemos a papá lo sucedido por qué si pasa algo y sabe que lo pudimos evitar vamos a estar en un buen problema con él —respondió el mayor de ellos.






Michael se encontraba en el departamento que había comprado para Dianne y para él, pasó la vista por el lugar recién remodelado y amueblado, en esas paredes estaban concentrados su amor y sus sueños.

Estaba sentado en la mesa de la cocina dibujando con carboncillo un retrato de la chica rubia, se sabía de memoria sus facciones pero no lograba concentrarse, se pasaba las manos por el cabello y la cara, se levantó caminando de un lado a otro tratando de encontrar una solución. Se sentía desesperado después de lo sucedido en la fiesta sin contar que esa mañana despertó en el bosque desnudo y cubierto de sangre.

Se sentó nuevamente pero al ver el retrato, su angustia y desesperanza aumentaron, frustrado arrojó todo al suelo. Sabía que solo había una alternativa, sacó la pistola que tenía en caso de emergencia y las balas de plata de la caja que había conseguido y tenía guardadas, mientras las veía, las lágrimas comenzaron a rodar por su cara manchada.

Se preguntaba por qué estaba sucediendo todo eso justo cuando había por fin encontrado a Dianne, cuando ella había aceptado ser su esposa y por fin iban a ser felices.

El muchacho tomó el teléfono y llamó a su padre a Nueva York.

—Hola papá… si soy yo, no pasa nada solo llamaba para decirte que te quiero… seguro si… debe ser que estoy un poco ronco… vale ¿Está El por ahí?... Hola El llamaba para saludar… ¿Te puedo pedir un favor? Dale un gran abrazo a papá de mi parte y por favor cuídense… hahaha no te preocupes todo está bien…bueno, los dejo por qué tengo que bañarme e ir por Dianne, hay una comida por el cumpleaños de unos amigos suyos… no, no es en su casa es en un parque ecológico, ok vale… mamá los quiero mucho y gracias por todo, bye —cortó la comunicación antes de que Elena comenzara a hacerle preguntas, las cuales no iba a poder responder.
 
Se pasó la mano por la cara para limpiarse las lágrimas y se dirigió al cuarto de baño para ducharse.






Susan había escuchado hablar a los Winchester entre ellos respecto a lo sucedido en la fiesta de Sam y el otro hijo de la luna.

—Dean ¿Hicieron lo que les ordené? No pongas esa cara que sabes perfectamente a lo que me refiero —ladró molesto el patriarca al ver que su primogénito fingía no entender su pregunta.

—Papá por favor, hoy no…—interrumpió Sam molesto.

—Lo siento mucho Sam pero esto es importante, ocurrió otro asesinato ayer anoche y no va a parar solo por qué es tu cumpleaños y el de tu hermana. ¿Y bien, qué pasó? Estoy esperando Dean, quiero un reporte completo —remarcó el mayor de los tres girándose para ver directamente a los ojos del muchacho rubio pero en eso su hijo menor soltó un bufido y se marchó en busca de su gemela que se encontraba platicando animadamente con el chico Holls y Annabeth mientras el chico pelinegro asaba carne.

—Déjalo papá, yo después hablo con él —le dijo el muchacho tomándolo del brazo cuando se percató de su intención de ir tras el chico, su padre estaba bastante molesto desde que le contaron la verdad.

—Es bastante claro que el cadáver que se encontró hoy fue una víctima del novio de Dianne, es una lástima por qué se ve que es un buen chico pero no puedo permitir que le haga daño a ella o a alguien más. No me veas así muchacho, ¿tú crees que quiero causarle ese dolor a mi fierecilla? Haría lo que fuera por qué no sufriera pero no hay otra opción más que matarlo, tenemos que idear un plan para que nadie sospeche de su muerte, no olvides que es hijo de un agente del F.B.I. —dicho esto procedió a explicarle lo que debían hacer.

Ninguno de los dos se percató de la presencia de la mujer pelirroja, quién cautelosamente había escuchado todo, debía poner tanto a su hija como al joven arquitecto sobre aviso, más adelante idearían la forma de ayudar al pobre muchacho.

La mujer estuvo pensativa un buen rato, no sabía que hacer ya que por una parte estaba la felicidad de su hija pero por otra era su seguridad y sabía muy en el fondo que John tenía razón, si había matado a la que había convertido a Mike y aun así él se transformó entonces la creencia de que al morir el creador la maldición se rompería era totalmente falsa, eso significaba que el dulce muchacho de ojos azules estaba destinado a convertirse en hombre-lobo cada mes por toda su vida.

Susan estaba buscando la oportunidad para hablar con la pareja pero sin resultado ya que siempre estaban acompañados de alguien más hasta que fue precisamente Michael quién la abordó pidiéndole si podían hablar. Los tres discretamente se dirigieron a un claro cerca de ahí.

—Michael anoche te dejamos en el sótano de la casa y en la mañana ya no estabas y encontramos la puerta abierta ¿Dónde estuviste, que pasó? —lo cuestionó Susan.

—No lo sé, lo último que recuerdo es estar sentado en el sótano y hoy en la mañana desperté en el bosque ¿pasó algo malo verdad? —respondió inquieto el pelinegro.

—Lo que pasó fue que encontramos un cuerpo destrozado y le faltaba el corazón —respondió seco el cazador rubio que se había acercado a donde estaban ellos.

El muchacho levantó la vista al cielo tratando de contener las lágrimas que se comenzaban a formar en sus ojos. Dianne miró enojada al joven cazador.

— ¿Por qué no te marchas Dean? Esto es una conversación privada —declaró enojada Dianne.

—O sea que hasta antier éramos dos, si la mujer que me mordió está muerta, solo quedo yo, yo maté a esa persona —afirmó angustiado pasando su mirada entre el cazador y la pelirroja.

La mujer asintió, le explicó apesadumbrada que podían encerrarlo durante las noches de luna llena pero no había ninguna seguridad de que no volviera a escapar como la noche anterior y alguien más podía morir, les contó lo que había escuchado.

—¡Basta los dos, dejen de hablar así! Mamá no puedes estar pensando hacer lo que dijo John, buscaremos otra solución, Blue Eyes nos vamos a casar no puedes estar hablando en serio, mamá por favor él no recuerda cuando cambia y tú Winchester déjanos en paz y metete en tus asuntos —la chica trataba de hacerlos entrar en razón, no podían hablar en serio.

—Did no quiero herir a nadie más, si te lastimo no me lo perdonaría nunca, por favor necesito que me comprendas, Dean tiene razón es la única solución, yo hice eso —suplicaba el muchacho.

En ese momento el muchacho saco el arma que traía guardada.

—¡Oh por Dios Mike por favor guarda eso, mamá Mike no controla cuando cambia, no es su culpa por favor es Mike de quién hablamos sabes que nunca me haría daño, no vamos a matarlo es inocente! —por las mejillas de la chica resbalaban sus lágrimas.

—Dianne escúchame sé que esto te parece una locura pero Michael tiene razón y como dices no lo puede controlar y por eso sabes que puede matar a alguien más, demonios pasé toda la noche investigando, hablé con Bobby y no hay nada que revierta la maldición, daría lo que fuera por estar equivocado pero desgraciadamente no hay cura y merece saberlo, lo siento —el muchacho rubio sabía que a ambos chicos se les estaba partiendo el corazón y realmente deseaba que hubiera otra solución.

—Holls no puedo hacerlo yo solo, necesito que me ayudes, por favor — le suplicó el muchacho extendiéndole el arma.

—¡No Michael! No me pidas eso, no puedo, te amo.

—Y yo te amo más pero Did soy un monstruo —respondió el muchacho.

—No tienes que serlo, buscaremos alguna forma ok ¿verdad mamá? Yo puedo…aun cuando sea lo último que haga voy a salvarte, ¿me escuchaste Gallagher? —insistía la rubia.

—Hermosa lo intentaste, sé que lo hiciste, por favor ayúdame esto es lo único que queda por hacer, por favor Did hazlo, quiero que seas tú —por su cara corrían también las lágrimas.

—No puedo, no quiero —negó Dianne abrazándose a él y besándolo con desesperación.

—Amor no quiero morir, de verdad no quiero pero no puedo vivir así, ésta es la única forma en que me puedes salvar, por favor te pido que me salves —ambos lloraba abrazados mientras con una mano él le acariciaba el cabello.

Susan se dio cuenta de que era demasiado lo que el muchacho le pedía a su hija y para su sorpresa Dean se acercó y tomó el arma de la mano del ojiazul, al darse cuenta Dianne se dio media vuelta y se alejó del claro unos metros. Sin palabras Susan le dijo al devastado joven que en un momento regresaba, él solo asintió viendo como la pelirroja seguía a su novia no sin antes pedirle al rubio cazador que no hiciera nada hasta que ella regresara.

Dianne tenía el rostro desencajado y trataba de mantener los sollozos bajo control.

—Dy lo siento cariño —la rubia la miraba desolada.

—No, tienes razón… él tiene razón —dijo Dianne devastada.

—Quédate aquí Dianne, yo me encargo —murmuró Dean que se había acercado y la miraba con tristeza pero la joven lo interrumpió.

—No… él me lo pidió a mi… tengo que…—lanzando un sollozo extendió su mano.



Dean le entregó el arma sabiendo que la joven estaba destrozada, estaba por hacer lo más difícil para cualquier cazador, matar a un ser querido, al amor de su vida.

—Solo esperen aquí —les pidió la chica limpiándose las lágrimas.

La cazadora y el muchacho Winchester vieron con pesar a la chica regresar al claro donde Michael la esperaba pero antes les dirigió una dolorosa mirada.

—Cierra los ojos amor y piensa en lo mucho que te amo —escuchó que le decía al pelinegro.

Después de unos segundos, se escuchó un disparo y ambos cazadores brincaron por el estruendo, Dean corrió hacia donde estaban ambos jóvenes, Dianne estaba en el suelo y abrazaba al muchacho muerto meciéndolo como si lo arrullara y le acariciaba los cabellos.

Susan se arrodilló junto a ella y los abrazó a ambos ya que la joven no soltaba a su novio, en ese momento llegaron corriendo los demás, todos se sorprendieron por la escena.

—Tommy llévate a tu hermana por favor, John llama al 911 y explícales que trataron de asaltar a Mike y le dispararon, por favor cariño suéltalo —ordenó la cazadora.

Tanto Tom como Sam se llevaron a Dianne a la casa acompañados de Annabeth, la chica rubia estaba en estado de shock e iba con ellos como autómata. Dean miraba la escena impactado, jamás imaginó que Dianne tendría la fortaleza para hacerlo, deseaba abrazar y consolar a la muchacha y se acercó pero la joven lo rechazó.

Una vez que tanto la policía como la ambulancia se fueron la cazadora habló con Peter Gallagher, padre del novio de su hija, tenía que darle la terrible noticia, el agente le notificó que llegarían por la mañana.

Edward Richemond la llamó al celular, él había sido el jefe de James cuando trabajaba para la policía de Lawrence, para ofrecerle ayudarla y agilizar los trámites para que le entregarán el cuerpo del chico para cuando llegaran los padres.

Al día siguiente John fue a recoger a los dolidos padres mientras su amiga se encargaba de terminar los últimos trámites, solo faltaba saber si el funeral sería en Lawrence o en Nueva York.

Una vez que se reunieron con los Gallagher, Peter les informó que era su deseo que fuera Lawrence la última morada de su hijo por lo que el funeral se llevó a cabo al día siguiente.

Dianne todo el tiempo estuvo flanqueada por su hermano quién no se le separaba al igual que el menor de los Winchester, todo el tiempo se la pasó llorando solo se le escucharon dos o tres palabras desde la muerte del chico, tenía la mirada totalmente vacía como sentía ella su corazón.

La pelirroja sabía que solo el tiempo curaría las heridas que en ese momento tenía su pequeña, desgraciadamente siempre quedaban cicatrices y esperaba que Dianne las pudiera sanar, la pregunta ahora era ¿cuánto tiempo tardaría?