Beware of what you wish {Cap.11}
Cuando John llegó a su casa, se dio cuenta de que sus hijos estaban peleando ya que sus gritos se escuchaban hasta la calle.
— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó molesto.
Ambos chicos lo miraron sorprendidos por su llegada, Dean comenzó a quejarse de que su hermano le había sacado el aire a las llantas del Impala, su padre miró al alto muchacho frente a él.
— ¡Yo no toqué su estúpido auto, pero tú has estado metiéndote con mi computadora, la última vez que la vi estaba congelada en “bellezas asiáticas.com” y ahora está desaparecida casualmente! —gritó a su vez Sam.
El cazador frunció el ceño cuando se giró para ver a su hijo mayor, que evidentemente sabía de lo que su hermano hablaba, ya que su rostro estaba rojo como un tomate, aceptó haberla utilizado pero no haberla escondido.
Les dijo molesto que se dejaran de bromas infantiles, tenían cosas más importantes que hacer, les explicó que tenía que salir por unos días.
—Te vas a ir otra vez ¿verdad? Sigues queriendo cazar a ese demonio solo, eso no va a devolvernos a mamá, ella está muerta. No te entiendo, no puedes seguir tratándonos como niños—grito Sam, cansado de la obsesión de su padre.
John tratando de mantener la calma ante el tono irrespetuoso del muchacho, le contestó que para él siempre iban a ser sus niños y que trataba de mantenerlos a salvo.
—Con todo respeto señor… esas son estupideces, y Sam si vuelves a decir eso de mamá, te juro que te rompo la boca—contestó el mayor.
Sam lo miró sorprendido sin decir nada solo asintió, se dio cuenta que a su hermano mayor le había lastimado su comentario, no era común escuchar al muchacho dirigirse así a su padre.
— ¿Qué dijiste Dean? —preguntó cansado de la actitud de los muchachos.
El joven cazador le contestó que otras veces habían cazado solos, él los había mandado y no se había preocupado, le preguntó por qué ahora era diferente, a lo que su padre le respondió que no podía pelear igual si estaba preocupado por la seguridad de ellos, no esperaba salir bien librado de eso.
—Ah ¿Entonces es eso, una misión suicida? Vas a ir tras ese demonio sin importarte si te mata o sólo para conseguir tu maldita venganza. No sé por qué me extraña, siempre ha sido así, siempre ha sido más importante la cacería que cualquier otra cosa ¿Acaso te importa lo que podamos sentir Dean o yo si algo te pasa? Para que pregunte es obvio que no, estoy harto de todo esto.
El menor de sus hijos salió de la casa azotando la puerta, diciéndoles que los esperaba en casa de los Holls ya que era miércoles y los esperaban para cenar.
Dean observaba la escena entre ambos, quería intervenir para calmar a su hermanito pero muy en el fondo sabía que parte de lo que decía era verdad, ahora tenían un lugar fijo donde vivir a diferencia del pasado que se la pasaban de motel en motel o en casa de otros cazadores, en muchas ocasiones su padre los había dejado atrás para salir tras algún ser sobrenatural sin importarle cumpleaños, navidades o algún evento escolar.
El muchacho rubio recordaba la primera vez que su padre le había roto el corazón a su pequeño hermano, era el cumpleaños de Sammy y de Beth.
Flashback
John observaba al pequeño ángel dormido en sus brazos, se veía dulce e inocente, sus pequeños labios alrededor del pulgar esbozaban de vez en cuando una sonrisa.
El cazador pensaba con tristeza que esa sonrisa pronto se tornaría en un puchero que acabaría en llanto. Odiaba ver en alguno de sus hijos la decepción reflejada en sus ojos cuando les decía que debía marcharse pero hoy iba a ser mucho peor ya que era el cumpleaños del pequeño Sam.
Su mente también voló a Nebraska ya que también era el cumpleaños de Beth la gemela de Sammy, cumplían 3 años y le dolía en el alma no poder celebrarlo con ninguno de los dos ya que Bobby le había comentado de los ataques de un hombre lobo y debía ir a cazarlo.
—Johnny puedo decirle a Caleb y a Josh que vayan —comentó Bobby viendo la tristeza en la mirada de su amigo.
—No Singer, yo soy el más cercano y no podemos perder tiempo, después se los compensaré además tienen que entender que no siempre se puede —respondió viendo al otro cazador.
—Oh vamos John es solo un bebé ya tendrás mucho tiempo para que te entiendan pero hoy es su cumpleaños si quieres le llamo a Will para que traigan a Jo —insistió el experimentado hombre.
John estaba por replicar cuando sintió que lo observaban y bajo su mirada para confirmar que unos curiosos ojos verdes lo miraban.
—Buenos días Sammy, feliz cumpleaños ¿Listo para levantarte? —dijo sonriéndole al adormilado chiquillo.
Pero el niño negó y después de bostezar se acurrucó nuevamente en sus brazos.
—Oh no señor nada de eso, es hora de levantarse ¿Por qué no vas y despiertas a Dean para que desayunemos con el tío Bobby? —comentó su padre haciéndole cosquillas.
Las risas infantiles se escuchaban por toda la casa ya que una vez que el niño rubio se levantó ambos chiquillos luchaban por vencer a su padre.
Cuando bajaron Bobby se encontraba en la cocina preparando el desayuno, en cuanto lo vio Sammy corrió hacia él que de inmediato lo levantó en brazos.
—Dios ya pesas mucho ¿Johnny que les das de comer, piedras? Este niño pesa mucho para tener dos años, tal vez si lo colgamos así crezca más —dijo levantando al pequeño de las piernas mientras este se retorcía entre risas.
—No tío Bobby hoy cumplo tes, ya no soy bebé soy gande —respondió el orgulloso niño mostrándole tres deditos en cuanto el amigo de su padre lo levantó nuevamente entre sus brazos.
—Hum ¿Así que cumples tres? Tienes razón ya eres grande mis disculpas señor, ¿Qué te parece si después de desayunar vamos al parque y después comemos hamburguesas y pay? —respondió Bobby fingiéndose sorprendido por la edad del pequeño y guiñándole un ojo al pequeño Dean que sonreía.
El pequeño en sus brazos negó con la cabeza, le dijo que no podían ya que su padre le había prometido llevarlos al cine pero que podían hacerlo al día siguiente.
Ambos cazadores se vieron directamente a los ojos, Bobby le pasó el niño a su padre ya que sabía que se avecinaba una tormenta.
—Respecto a eso Tigre me temo que no vamos a poder, papi tiene que trabajar y ustedes se van a quedar aquí con el tío Bobby pero en cuanto regrese vamos —dijo el pelinegro al niño sentado en su regazo.
—Pedo papi tú lo pometiste, dijiste que si era bueno en mi cumpleaños nos llevabas al cine y…y hoy es y… he sido bueno toda la semana, pod favod no te vayas, no vamos al cine pedo no te vayas —repetía Sammy mientras sus verdes ojos se llenaban de lágrimas.
Las suplicas del niño le partían el alma y por más que lo intentó no lograba calmarlo hasta que con la mirada le pidió a su hijo mayor su ayuda, el chico rubio entendió de inmediato lo que su padre le pedía e intervino para calmar a su hermanito.
— Sammy papi debe irse a trabajar pero tú y yo nos vamos a divertir mucho aquí con tío Bobby, te aseguró que le vamos a ganar jugando con la pelota y seguro después nos compra un helado—aseveraba el otro niño.
En cuanto Sammy escuchó la voz de su hermano, se retorció para que John lo bajara y corrió a abrazarse de Dean buscando consuelo.
—Pedo Deannie papi lo pometió, dile tú que no se vaya pod favod, papi dice que es malo decid mentidas pedo él mintió —le rogaba entre sollozos su hermanito que de pronto lo soltó y corrió a los brazos de Bobby. —Tío Bobby tú edes más gande que papi dile que no puede ise, dile que está castigado pod decid mentidas y te pometo que voy a sed bueno siempe pedo que no se vaya.
—Sammy tú siempre eres bueno campeón pero yo no puedo poner a tu papi en el rincón porqué se va a trabajar, hey ¿Qué te parece si después de comer yo los llevo al cine, que quieres ver? — le comentó el hombre frotando la pequeña espalda para calmarlo.
Cuando John se acercó, el castaño niño apretó sus bracitos alrededor del cuello de Bobby y escondió su cara negándose a verlo, después de un rato Bobby se dio cuenta de que el niño se había quedado dormido por lo que lo recostó en el sofá cubriéndolo con una manta.
—Gracias por todo Bobby en cuanto terminé con esto regreso no creo que me lleve más de dos días. Dean quiero que se porten bien y obedezcan a Bobby en todo, ya sabes que eres responsable de cuidar de Sam —dijo el cazador más joven.
—Sí señor, no te preocupes papá yo cuido a Sammy, regresa pronto y no te preocupes todo va a estar bien —aseguró muy solemne su hijo de 7 años.
—Winchester será mejor que te vayas de una buena vez antes de que Sam despierte y más te vale regresar en una pieza —lo apresuró el otro hombre.
Época Actual
Ésa había sido la primera de las muchas veces en que John había dejado atrás a sus hijos por irse de cacería.
Mientras en casa de los Holls, se desataba otra discusión.
—Suéltame Tom, sigo enojada contigo, quiero que me devuelvas mi diario—le dijo la chica tratando de soltarse de su hermano.
—Uh huh, ¿me puedes decir, yo para que quiero tú maldito diario? Mejor calma tu humor mocosa y devuélveme la pluma que me regalo papá por mí graduación, seguro sigues enojada por qué mamá no te deja tener un maldito perro —contestó molesto el muchacho.
Susan estaba cansada de escucharlos discutir, llevaban así ya varios días, su paciencia estaba llegando al límite, su hijo estaba de mal humor desde que su abuela había decidido marcharse a vivir con su hermana a Florida, él se había mudado a vivir nuevamente con ellas y su hija llevaba ya tiempo pidiéndole que le dejara tener un perro pero siempre obtenía la misma respuesta, un “no” rotundo, lo cual siempre provocaba que la joven estuviera de pésimo humor.
—Cállate, verás cómo voy a tenerlo, además ¿No se la habrás dado a la…con la que estás saliendo? —contestó burlonamente.
Su madre les dijo que ya era suficiente, no tardaban en llegar los Winchester y no quería oír una discusión más por parte de ninguno de los dos.
Durante la cena la tensión era evidente, reinaba entre los cuatro muchachos un silencio incómodo, por más esfuerzos que hacían sus respectivos padres por bromear.
La bomba estalló cuando John le comentó a Susan que se iba a ausentar un tiempo debido a su trabajo, en ese momento sin decir una palabra, Sam se levantó de la mesa y salió de la casa. Al ver su reacción su padre se disculpó y fue tras él, seguido de Dean que sabía que iba a haber un enfrentamiento entre los dos tercos Winchester.
—Samuel ¿Me puedes decir de que se trata ahora tu rabieta? — cuestionó su padre tomándolo del brazo.
El joven lo miró furioso, soltándose de su mano, le dijo que tenían que hablar, quería saber de qué se trataba el asunto del repentino viaje.
—Entra en la casa y discúlpate con Susan, Sam —ordenó su padre.
—No—contestó retándolo el alto muchacho.
El cazador estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.
—Dije que entres en la maldita casa y te disculpes, ahora mismo—repitió su padre en un tono más severo.
El muchacho lo miró desafiante cruzando sus brazos, su hermano trataba de calmarlo diciéndole que entraran para terminar de cenar y después hablaban en su casa.
—Uh huh y yo dije que no, primero nos necesitas, la última vez te fuiste sin decirnos nada, luego regresas y dices que es peligroso que te acompañemos ¿qué pasa contigo carajo? Es algo importante y queremos saber que es—respondió subiendo el tono de voz.
Dean jaló a su hermano menor hacia la casa, tratando de evitar un enfrentamiento mayor.
—Muy bien chico rudo, ya expresaste tu punto de vista, ahora vamos Sam, lo digo en serio—dándole una mirada reprobatoria.
El muchacho se giró para entrar en la casa, murmurando en voz baja que por esa razón se había marchado años atrás.
—¿Qué dijiste Samuel? —preguntó su padre caminando hacia él.
—Me oíste—contestó Sam groseramente.
El cazador sintió que su presión aumentaba, no podía creer lo que acababa de escuchar.
—¡Si te escuché, te marchaste y nos dejaste a tu hermano y a mí, cuando te necesitábamos, te largaste Sam, te largaste! —gritó acercándose más y tomó al joven por su chamarra.
El joven era igual de explosivo que su padre, por lo que también comenzó a gritar.
—¡Tú fuiste el que me dijo que me fuera, que no regresara, te encabronó el no poder seguir controlándome, tú cerraste esa puerta papá, no yo! —gritó a su vez mirándolo a los ojos. —Estoy harto de esto y no me salgas con la estupidez de que te preocupamos, nunca has estado cuando te necesitamos ¿Dónde estabas cuando Dean se rompió la pierna? De cacería, fue Bobby quién estuvo con nosotros en el hospital ¿O cuando me pidieron dar el discurso de despedida en mi graduación de la preparatoria por tener el mejor promedio? Otra vez de cacería, fue Dean quien estuvo a mi lado, así que mejor lárgate con tu maldita obsesión y déjame en paz.
Dean los separó, pidiéndoles a los dos que se calmaran, en ese momento su hermano echó a andar en dirección contraria a la casa, Dean miró a su padre y siguió a su hermano.
Cuando John entró en la casa, se disculpó por lo que acababa de ocurrir y les dijo que tenía que ir a buscar a sus hijos, Dianne le dijo que era mejor que se quedara, ella y Tom podían buscarlos ya que ambos necesitaban calmarse.
John asintió y los dos chicos salieron en busca de sus amigos.
Dean caminaba aprisa tratando de seguirle el paso a su hermanito, tratando de calmarlo.
—Sam, sé que no estaría mal que nos dijera que pasa, pero me estoy empezando a cansar de las continuas peleas entre ustedes dos, detente un momento—pidió el rubio cansado de perseguirlo.
Desde que su hermano era adolescente pasaba lo mismo, siempre tenía que ser mediador entre ambos Winchester.
—Es su forma de tratarnos como a niños, siempre dándonos órdenes, espera que lo obedezcamos sin cuestionar nada, si no es imprescindible no nos dice nada, eso funcionaba de pequeños pero ya no ¿no me digas que te gusta obedecerlo a ciegas y dejar que él decida todo?— decía sin dejar de caminar.
Su hermano mayor lo miraba sin decir nada tratando de comprender lo que el chico vociferaba.
—Si es necesario, es nuestro trabajo y es la forma en la que papá hace las cosas, no hay tiempo para errores Sammy— contestó desviando la mirada.
—Papá jamás me va a perdonar por no querer cazar y haberme marchado a Stanford, ¿Sabes lo que sienten los padres cuando ganas una beca completa? Orgullo Dean, no te echan de la casa— dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Su hermano recordaba ese día, en el momento en el que el chico le había dicho a su padre su decisión de marcharse a la universidad, su padre se había puesto furioso y le dijo que había cosas más importantes que la escuela, esto provocó una terrible discusión entre ellos.
—Sam recuerdo esa pelea y tú también dijiste algunas cosas no muy agradables además a veces no respetas mucho a papá— le recordó su hermano mayor, sonriéndole sarcásticamente.
El joven se detuvo y se giró para mirarlo, tenía razón. El otro muchacho trataba de recuperar el aliento y apelando al cariño que sabía que el joven tenía por su amiga, le dijo que debían regresar ya que no merecían la grosería que les había hecho al salir de esa manera de la casa, el chico avergonzado asintió.
—¿Piensas qué no lo respeto? Si lo hago, pero no importa lo que haga nunca es lo suficientemente bueno, no sé si papá va querer verme después de lo que pasó, siempre ha estado decepcionado de mí, por no querer ser como ustedes ¿Crees que siga muy enojado? —preguntó inseguro el muchacho castaño.
El mayor le puso la mano en el hombro y le contó que después de su partida, lo siguieron hasta la universidad, su padre se encontraba asustado de que le pudiera suceder algo estando allá solo, quería asegurarse de que estuviera a salvo por eso después de un tiempo decidió que lo mejor era mudarse para allá.
—Nah, Sammy en definitiva eres raro, como la chica rubia de “Los Monster”, papá no está decepcionado de su “niña”, no te preocupes lo peor que puede pasar es que papá quiera calentar tu trasero, pero tu hermano mayor te va a defender del malvado ogro llamado John Winchester—bromeó mientras le revolvía el largo cabello.
Sam puso los ojos en blanco ante el comentario de su hermano, su padre no le había pegado desde esa ocasión cuando supieron que eran hermanos de Jo, años atrás.
—Dean, es Sam y además no tengo 4 años y no soy una chica…— empezaba a decir cuando escucharon unos gritos, reconociendo la voz de Dianne y corrieron hacia donde se encontraba la joven.
Sorprendidos, vieron como un hombre de mediana estatura, arrojaba a Tom al suelo con bastante fuerza, desapareciendo momentos después. Sam ayudó al otro muchacho a levantarse preguntándole si se encontraba herido, a lo que él negó, les explicó que el tipo comenzó a molestar a la joven pero cuando él lo enfrentó, se burló de él y lo lanzó contra el pavimento.
—Sam, ¿Qué crees que sea ese hijo de puta? No puede ser humano, es bastante fuerte para haber lanzado de esa manera a “Gigantón” —susurró tratando de que los otros no lo oyeran.
En ese momento, el hombre se apareció ante ellos y tomando a Dean por el cuello, lo levantó del suelo medio metro, sin que ninguno lo pudiera evitar.
—No pretendan jamás averiguar lo que soy, se los advierto, ah por cierto Sam y Dianne son el punto débil de sus padres y los malos ya lo saben, les aconsejo sean buenos niños, y que jueguen en otra parte y tengan cuidado— diciendo esto lo soltó, cayendo el cazador al suelo.
Sam lo empujó contra una reja de alambre esperando que luchara pero el hombrecillo le sonrió para después desaparecer dejándolos confundidos.
Sam vio que cerca de donde había estado el extraño hombre, había un montón de envolturas de dulces en el suelo. Decidieron que lo mejor era alejarse de ahí, Dean para distraerlos y que comenzarán a hacer preguntas, los invitó a un bar para tomar unas cervezas.
En la casa Susan y John platicaban mientras esperaban el regreso de sus hijos.
—Te juro Sue, que a veces desearía que fueran pequeños otra vez, todo era más fácil, Sammy tenía mejor carácter jamás discutíamos y me veía como si fuera un superhéroe — decía mientras daba un trago a su café.
No sospechaban que eran observados por el extraño ser que atacó a sus hijos momentos antes.
—Créeme que yo también lo he pensado, sería más sencillo si “tus” hijos fueran pequeños, en especial Dean—dijo riéndose de su amigo.
El hombre se atragantó con el café por tratar de contener la risa.
—¡Hey! Tu Fierecilla no creo que haya sido siempre un dulce ni tampoco tu “pequeño” Tommy—dijo levantando una ceja.
John recordaba que de pequeño Tommy había sido un niño bastante inquieto, lo había conocido desde que nació, lo había dejado de ver cuando el chico tendría 4 años, le recordó todas las veces que el niñito se le había escapado en la época que ella lo cuidaba.
—¿Te acuerdas la vez que Mary y yo fuimos a ayudarte a buscarlo por qué el pequeño monstruo se había escondido en un closet y no lo encontrabas, qué tenía dos años? Te veías muy graciosa reptando bajo las camas, buscándolo tratando de que no se te arruinara la blusa nueva que traías puesta— el hombre podía tener sentido del humor, cuando se relajaba pensó ella.
John veía el reloj discretamente, habían pasado varias horas desde que los muchachos se fueron, estaba preocupado pero no quería incomodar a la mujer.
—Muy gracioso John, ha ha no pensé que recordarás esa época. Me encantaría que hubieras conocido a mi hija cuando era pequeña, era una niñita muy dulce— contó la cazadora tratando de distraerlo.
Se había dado cuenta de que el hombre, se estaba poniendo impaciente no dejaba de ver el reloj atrás de ella.
—¿Estamos hablando de la misma Fierecilla, la que me atacó cuando tenía once años y que pasó, sigue terca con qué quiere un perro? — dijo poniendo cara de incredulidad.
La cazadora volteó los ojos.
El hombre que los observaba, sonrió maliciosamente, ¡Cuidado con lo que desean chicos! —pensó y desapareció.
Unos minutos después llegaron los cuatro jóvenes, bastante ebrios y apestando a cerveza, el cazador iba a marcharse pero su amiga le dijo que lo mejor era que se quedarán a dormir y al día siguiente, juntos hablarían con ellos, él acepto.
En la habitación de Tom se quedó Sam con el muchacho y en la de invitados, John con Dean.
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A la mañana siguiente, Susan escuchó un grito en la habitación de su hija, de inmediato corrió para ver que sucedía, para su sorpresa se encontró con una Dianne de tres años, lo mismo le ocurrió a los otros tres chicos.
Esa mañana, los cazadores se despertaron con cuatro niños bastante alterados y con resaca por la borrachera de la noche anterior, Tom y Dean de ocho, Sam de cuatro y Dianne de tres.
—¿Papá, que carajos está pasando? Seguro sigo borracho y estoy alucinando o es una pesadilla—dijo el niño rubio mientras veía su ropa que le quedaba bastante grande.
Su padre no supo que contestarle, estaba tan sorprendido como todos en la habitación, de pronto Sammy al tratar de correr al baño para vomitar, cayó de bruces tropezando con la enorme ropa que traía puesta, John sin pensarlo, lo levantó en brazos y lo llevó al baño, después de que el pequeño vació el contenido de su estómago, su padre le lavó la cara y nuevamente en brazos lo llevó a la habitación.
—Papá… ¿Qué demonios cdees que estás haciendo? Bájame, maldición y Dean, no seas estúpido, no podemos tened todos la misma pesadilla— dijo molesto el chico en sus brazos, mientras se retorcía incómodo además de que solo lo cubría la enorme camiseta que el niño trataba de mantener en su lugar ya que cabía por el orificio del cuello.
Era raro escuchar ese tipo de expresiones en un niño tan pequeño, que no podía todavía pronunciar bien las palabras— pensó Susan.
—Tenemos que calmarnos para poder averiguar que está sucediendo, necesitamos recordar todo lo que pasó ayer, John quédate con los chicos en lo que voy a comprarles algo de ropa, no pueden andar todo el día solo con camisetas, no me vean así Sammy y Dy…ah y chicos, les aconsejo que cuiden su lenguaje—les dijo a todos.
La observaron tomar su bolso y partir, el cazador les pidió a los chicos mayores que vigilaran a los pequeños, mientras llamó a Bobby para ver si podía averiguar algo.
Una hora después, la mujer regresó cargada de paquetes, había comprado varios pares de pantalones vaqueros, playeras, ropa interior, así como zapatos y calcetines, además de pijamas entre otras cosas.
Después de que los chicos mayores se bañaron y vistieron, el problema comenzó cuando les tocó su turno a los pequeños, se rehusaban a que sus padres los bañaran, trataron de razonar con ellos pero ambos niños eran bastante tercos y decidieron dejarlos intentarlo solos.
De pronto del baño donde se encontraba Sam, se escuchó un golpe, John entró y se encontró a su hijo menor en el suelo de la regadera tratando de contener las lágrimas, había resbalado tratando de alcanzar las llaves del agua, el hombre consoló a su pequeño y decidió que lo mejor era prepararle el baño, colocar todo a su altura para evitar nuevos accidentes y permanecer cerca pero dándole algo de privacidad, lo mismo aplicó Susan con su hija.
A la hora de vestirse fue diferente ya que para disgusto de los niños, tuvieron que auxiliarlos ya que tenían la mente de dos jóvenes adultos, pero el cuerpo y los reflejos de dos niños pequeños.
Después de un rato de luchar con los niños, que se retorcían cuando trataron de ponerles los zapatos, se dieron por vencidos y fueron los otros chicos quienes los convencieron y se los pusieron, mientras la cazadora les preparó el desayuno.
—Mamá… ¿Qué sinifica esto? No somos bebés—preguntó la niña seria, al ver los platos de plástico y los vasos entrenadores, frente a su lugar y el de su amigo, sin contar las sillas especiales para niños que había traído del restaurante.
Sabía qué eso iba a desatar una discusión cuando los compró, pero no quería que salieran lastimados si se les llegaba a romper algún vaso de cristal o los platos.
Ambos chicos se negaban a sentarse en esas sillas, alegando que podían en sillas normales, John perdió la paciencia.
—Miren chicos, tienen dos opciones, o se sientan en las sillas o en nuestras piernas, no son bebés pero ninguno de los dos alcanza la mesa, es su elección pero sigan con esa actitud y créanme, el sentarse no va a ser agradable para ninguno de los 2— dijo mirando a ambos pequeños frente a él.
Ya era bastante embarazoso, necesitar ayuda para bañarse o vestirse como para tener que sentarse en las piernas de su padre o que lo amenazara frente a todos con…eso— pensó Sam, se trató de subir en la silla para niños frente a él.
—Buen niño— entendiendo la elección, John subió a ambos niños en sus respectivas sillas.
La mujer entendía que era una situación difícil para los chicos. Dios, debería estar furiosa con los cuatro por llegar borrachos en lugar de consentirlos —pensó ella, pero para aligerar la situación les preparó sus desayunos preferidos a cada uno, cuando terminaron colocó frente a dos de ellos, dos tabletas de Tylenol infantil y traía un gotero con la versión pediátrica para los pequeños, ante la mirada interrogante de todos los chicos.
—No me miren así sé que les duele la cabeza, mastíquenlas…y no Tom, no es una petición es una orden, Sam y Dy abran la boca— dijo ella adelantándose a la queja que veía venir de parte del niño de ojos azules, quién odiaba tomar cualquier medicina.
Una vez que los cuatro obedecieron, les pidieron que les contaran si les había ocurrido algo inusual la noche anterior, Dean les narró el encuentro con el extraño hombre.
Su padre se levantó para llamar a Bobby y contarle sobre eso, un momento después regreso, la preocupación se reflejaba en su semblante, ¿Cómo le iba a explicar lo que le había contado el otro cazador a su amiga? — pensaba.
—Sue… chicos, según Bobby parece ser que el hombre con quién se enfrentaron ayer parece que es Loki — explicó John que según la leyenda, se decía que era un dios timador de la mitología nórdica, astuto e intrigante, imprevisible, bromista y caprichoso, con predilección por los dulces, las mujeres y el vino.
Les dijo que tenían que ser pacientes, sabía que no era sencillo pero iban a hacer lo posible para regresarlos lo antes posible a su edad real, le había pedido a su amigo que se trasladara a Lawrence.
—Qué fácil para ti decirlo, cuando no edes tú el que mide menos de un meto, y habla así, John — reclamó la pequeña con el ceño fruncido y los bracitos cruzados en su pecho.
Al verla con el ceño fruncido, el cazador estuvo a punto de soltar una carcajada, se veía bastante tierna pensó él, estuvo tentado a levantarla en brazos y abrazarla pero sabía que en ese momento, no era lo más conveniente, no si quería evitar un berrinche.
—John, pensé que Loki era precisamente eso, un mito ¿me estás diciendo que si existe pero que razones tendría para atacar a los muchachos? —preguntó la mujer fingiendo asombro, él guardó silencio no sabía cómo decirle que muchas leyendas en realidad existían.
De pronto registró la ausencia del menor de sus hijos, le preguntó al mayor si no había visto para donde se había ido su hermano, el chico asintió y señaló la recámara de Tommy, cuando éste entró se encontró al chico pensativo sentado en el suelo.
—Hey Sammy, ¿Estás bien? Oye habla conmigo niño, ¿Qué pasa? —preguntó su padre preocupado.
La rizada cabeza se volvió hacia él, lo miró a los ojos y se puso de pie, para después bajar la mirada nuevamente, John se percató que los ojos del pequeño tenían lágrimas que luchaba por impedir que brotaran.
—Papá, la pelea de ayed… lo siento… no quise decid… ¿Te vas a id, cuando Bobby llegue vedad? —preguntó el niño muy serio, mordiendo su labio inferior para evitar que le temblara, John reconoció la señal de que su hijo, estaba a punto de romper en llanto.
El chico tenía la misma mirada de cachorro abandonado que John recordaba haberle visto cada vez que tenía que partir de cacería cuando sus hijos eran niños, le partía el corazón.
Se puso en cuclillas para que sus ojos quedaran a la altura de los de su hijo y pasó su mano por la cabeza de su pequeño, acariciando su rizada melena.
—No te preocupes por la pelea Sammy, sé que no quisiste decir eso, cuando esto acabe tendremos tiempo para hablar y no, no me voy a ir hasta que vuelvan a la normalidad, ustedes son lo más importante para mí, lo sabes ¿verdad? — le preguntó tomándolo afectuosamente por el cuello.
El chico asintió y ambos salieron de la habitación para encontrarse con los demás mientras esperaban al otro cazador, John se enfrascó con sus hijos en la computadora de Susan tratando de averiguar lo más que pudieran sobre el mitológico ser, mientras que Susan preparaba la cena con la ayuda de Tommy y hasta donde podía y se lo permitían de Dianne.
Bobby Singer llegó poco antes de la hora de la cena, miraba sorprendido a los cuatro niños, no era lo mismo que te lo contarán a verlo— pensó el cazador.
Pasadas las ocho de la noche, Susan se dio cuenta que los dos pequeños no paraban de bostezar y estaban algo gruñones, en especial Sammy que se quejaba de que no lo dejaban hacer nada pero sobre todo de la pijama de superman que Susan le había comprado, la mujer lo comentó con su amigo que estuvo de acuerdo en que tenían que acostarlos.
La mujer no tuvo mayor problema con su hija, ya que estaba muy cansada para discutir pero con el niño fue diferente, cuando se dio cuenta hacia a donde se dirigía su padre, comenzó a luchar en sus brazos alegando que no estaba cansado y que podía ayudarlos con la investigación, John tuvo que acostarlo en la cama varias veces ya que en cuanto se daba la vuelta, el obstinado chiquillo se bajaba de la cama y se dirigía a la sala.
Lo amenazó diciéndole que si lo volvía a ver fuera del cuarto, lo iba a lamentar iba a ser un pequeño muy triste, salió de la habitación dejando a un Sammy muy enojado.
—Dean deja que tu hermano se duerma, necesita descansar y no te quiero rondando por esa habitación, aunque Sammy te llame — dijo al otro chico, quién se dirigía a la habitación al escuchar que su hermanito lo llamaba.
Al escuchar las palabras de su padre, se detuvo y emprendió el regreso para sentarse junto a ambos cazadores. John sabía que sus dos chicos estaban muy unidos y que bastaba una palabra de alguno de los dos para que él otro corriera a su lado, pero a pesar de que Sam tuviera 23 años mentalmente, físicamente ahora tenía el cuerpo de un pequeño de cuatro por lo que tenía que dormir más.
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Los tres adultos se encontraban cada vez más preocupados, habían pasado ya tres días y no encontraban ninguna cura a lo que les pasaba a los chicos, además de que cada vez más iban olvidando su edad real y se comportaban más como niños, habían comenzado ya en los más pequeños las rabietas y las travesuras propias de su edad y les interesaba más jugar que saber cuándo regresarían a su edad adulta.
En los grandes se acentuaba el buscar el liderazgo y la competencia, quién podía hacer mejor las cosas y quién era más osado y valiente, las peleas por impresionar a los pequeños o las guerras de globos con agua.
También llegaron las temidas preguntas de los pequeños de Susan, el niño le preguntó dónde estaban sus papás y Jimmy así como Dy preguntaba por su papito, la mujer los tomó de la mano y los llevo a la sala, donde se sentaron.
—Tommy tus papás están en el cielo, son ángeles al igual que papi Dy, ellos los cuidan desde allá, ahora yo soy tu mamá Tommy— al ver los ojos llorosos de ambos niños se le hizo un nudo en la garganta.
—¿Puedo id allá? Pometo no tadame, solo quiedo ved a papi — preguntó su hija inocentemente.
—Lamentablemente no amor, no puedes ir al cielo a ver a papi pero estoy segura que desde allá él nos está cuidando — explicó tratando de ocultar las lágrimas que habían comenzado a formarse en sus ojos.
Los dos niños lloraron largo rato abrazados de ella hasta que el cansancio los venció pero lo que más le extrañó es que el pequeño lloraba por Jim y no por sus papás.
Bobby les propuso trasladarse a su casa, ya que necesitaba sus libros por lo que la mujer hizo los arreglos necesarios, empacaron y se marcharon rumbo a Sioux Falls al día siguiente.
El trayecto fue más largo de lo acostumbrado por las constantes paradas para llevar a los niños al baño y a comer evitando los McDonald’s ya que el miedo de Sam por los payasos había surgido con más fuerza. Los grandes prefirieron viajar con el “tío” Bobby mientras que los pequeños viajaban en el asiento posterior de la camioneta de Susan, habían conseguido dos sillas para auto, con un cliente de ella que las tenía guardadas.
John miraba por el retrovisor a los dos chicos que dormían profundamente, para descanso de sus padres ya que Sam había entrado en la etapa de preguntar “por qué” para todo y Dianne lo imitaba, no paraban de hablar y preguntaban todo, en especial si podían tener un perrito lo cual provocó que ambos padres voltearan los ojos.
—Por fin se durmieron, es oficial Sue, estoy ya muy viejo para lidiar con esos pequeños monstruos, si vuelvo a decir que desearía que fueran pequeños otra vez, por favor dispárame — dijo el cazador pelinegro con una sonrisa.
En el rostro del hombre se reflejaba el cansancio y la tensión por los últimos días, de no ser por qué tanto Dean como Tommy les ayudaban con los pequeños ya le hubiera dado un infarto, cada vez que los acostaban para tomar una siesta era un problema— pensaba el cazador, había sido difícil la primera vez como para repetir la experiencia.
—No puedes negar John, que son bastante tiernos, cuando duermen por supuesto— dijo dándoles una mirada sobre su hombro, Dianne tenía abrazado un oso de peluche que le había dado su padre muchos años atrás y que la joven conservaba y Sammy tenía el dedo pulgar metido en su boca, una costumbre que le había costado mucho trabajo a John años atrás quitarle al niño.
Otra de las cosas que para John fue muy tierno, fue cuando los hijos de Susan en la confusión que les provocaba la situación comenzaron a llamarle “Papi” ante el disgusto de Dean, quién recordaba que no era hijo de la mujer y se lo repitió a su hermano, a quién no le importó y también llamaba a Susan “Mami”
Una vez en la casa del cazador, se acomodaron los tres chicos junto con John en el cuarto de invitados y Susan con la niña en la habitación de Bobby que amablemente les había cedido, le dijo que él podía dormir en el sofá de su despacho.
Bobby traía en brazos a la pequeña, que jugaba divertida con la gorra de baseball y el cabello del hombre, mirando a los tres niños frente a él les dijo las reglas de su casa.
—No pueden entrar en mi despacho, no toquen ni las armas ni los libros, no pueden entrar a la cocina solos ni dibujen en mis papeles o en las paredes, ¿Quedo claro? — les preguntó muy serio.
—Sí, señor— respondieron los dos mayores.
El pequeño Sammy iba haciendo pucheros, no estaba de buen humor, le había pedido a su padre que le diera un dulce pero éste se lo negó, diciéndole que al día siguiente después de comer se lo daría, era tarde y ya no era hora de dulces.
Mientras el cazador les terminaba de explicar las reglas a los niños grandes, el pequeño se había tirado al suelo a punto de hacer una rabieta, cuando sintió que lo levantaban y se dirigían a la cocina, su padre no estaba de humor para consentir ese comportamiento.
—Johnny gracias por recoger la basura del suelo, ahí está el bote, chicos todo lo que esta tirado en el suelo es basura y va al bote menos mis libros — dijo señalando el basurero en la cocina, recordaba de la poca tolerancia que tenía su amigo por los berrinches.
Ambos cazadores se miraron y John entendió lo que Bobby quería evitar, simularon que iban a meter a ambos chicos en el basurero.
—¡Tío Bobby no los tiren son Sammy y Didi! — Tommy les gritó asustado.
Los dos hombres fingieron sorpresa al ver a los niños en sus brazos y comenzaron a hacerles cosquillas.
—Ya ven, eso pasa cuando se tiran al piso, no distinguimos si es basura o son ustedes, no más rabietas ¿cierto Sammy? — preguntó su “tío” alborotando el rizado cabello del pequeño.
El chico asintió recargando su cabeza en el hombro de su padre, quién le frotaba la espalda. Después de un momento se dio cuenta que su niño estaba profundamente dormido, cuando lo recostó en el sillón, el chico se despertó poniendo sus pequeñas manos en su rostro y lo miraba con sus grande ojos verdes “te quiedo papi” esto fue suficiente para derretir el corazón del duro cazador, solo esas tres palabras.
—Y yo a ti Sammy, duérmete— respondió mientras depositaba en su frente un beso, el pequeño asintió cerrando sus ojos y metiendo nuevamente su dedo en la boca.
Había pasado mucho tiempo desde que había sentido esa paz que lo embargaba al escuchar esas palabras.
—Te estás ablandando Johnny, no cabe duda que ya estamos viejos, basta que unos cachorros nos den una sonrisa o pongan esa mirada y nos doblamos ¿No es verdad “papi”? —bromeó Bobby dándole unas palmadas en la espalda y pasándole la niña dormida a su madre para que la acostara.
El hombre puso los ojos en blanco y le dio un golpe en la nuca.
—Cállate Singer, habla por ti ¿Qué hay de esa cerveza que me ofreciste? —dijo cambiando el tema.
La cazadora sonrió ante la muestra de camaradería entre sus amigos, lo que no podía comprender era por qué normalmente, para el patriarca de los Winchester era tan difícil expresar sus sentimientos, tenía que vivir ocultándolos y para colmo su hijo mayor seguía su ejemplo.
—Dean y Tommy, suban por favor y prepárense para dormir, en un momento los alcanzamos, no olviden lavarse los dientes —la mujer sonrió al ver que los dos chicos obedecían, estaban bastante cansados para replicar sobre la hora.
Pasaron dos días de relativa calma, pero al tercero comenzaron nuevamente los llantos. Se encontraban revisando varios documentos cuando escucharon el llanto de la niña, corrieron para ver qué pasaba y se encontraron una escena inusual, Dianne lloraba a todo pulmón mientras que Sammy estaba sentado en el suelo, con gesto angustiado y los ojos llenos de lágrimas, miraba como Dean y Tommy rodaban por el suelo, peleándose a golpes.
Bobby separó a los grandes mientras John y Susan consolaban a los pequeños, ya que estuvieron más tranquilos se dirigió a los chicos.
—Me pueden explicar ¿Qué pasó, que significa esto? Dean…Thomas…Les hice una pregunta y estamos esperando — preguntó Susan pasando la mirada de un niño a otro.
El mayor de los niños Winchester la miró desafiante.
—No es tu problema— contestó groseramente Dean.
—Dean Winchester— escuchó que le decía su padre en tono de advertencia.
La mujer se acercó al chico y se inclinó para quedar a su altura.
—Cuidado como me hablas niñito, ya estás en suficientes problemas para que con tu actitud los agraves— dijo la pelirroja mirándolo a los ojos.
—Lo siento — murmuró el pequeño evitando la mirada severa de su padre.
Tommy les contó que primero Sammy le había quitado a Dianne un coche con el que estaba jugando la niña además le dijo que nunca le iban a dar un perrito, la niña comenzó a llorar y enojada mordió a Sammy, él le quitó el auto al pequeño y sin querer lo empujó, cuando Dean vio eso se le fue encima a golpes para defender a su hermanito.
John asintió y miró a Susan, sin palabras quedo claro que ella amonestaba a los pequeños mientras que él se encargaba de los grandes.
—Muy bien, ya que los dos tienen suficiente energía para pelear, ambos van a dar dos vueltas corriendo alrededor de la casa, lavar los platos de la cena de hoy y mañana y van a escribir 100 veces “No debo contestar mal” Dean y “no debo empujar” Thomas, ¿Quedo claro? —preguntó John cruzándose de brazos, ambos chicos asintieron, les dio pluma y papel y los llevó afuera para que comenzaran.
Mientras ella hablaba con los pequeños, a Dianne le dijo que no se mordía a la gente y a Sammy le dijo que tenía que compartir y no quitar las cosas, él la vio con los ojos llenos de lágrimas y trató de ir con John para que lo consolara, pero ella los llevó a cada uno a una esquina, les dijo que estaban en tiempo fuera y no se podían mover de ahí hasta que viniera por ellos, tenían que pensar en lo que habían hecho.
El auto en cuestión quedó castigado arriba de un librero para disgusto de Sam, después de cinco minutos se acabó el castigo y pudieron salir del rincón.
Durante la hora de la cena, John notó que su hijo mayor seguía molesto, tenía el ceño fruncido.
—Dean acaba de cenar de una buena vez y deja de pasear el brócoli por tu plato— ordenó al ver que el niño rubio no comía.
El chico pecoso levantó la vista y lo miró muy serio, esa mirada les recordaba la edad real del niño.
—Papá no me gusta el brócoli sabes que no como cosas verdes, que se lo coma Sammy, él se siente conejo — contestó Dean altanero.
Su padre le “sugirió” que no se le ocurriera pasarse de listo, era mejor que le comenzara a gustar o no habría postre para él esa noche, la insubordinación no era tolerada por el ex marine, el terco chico negó con la cabeza y empujó el plato, cruzando los brazos en un acto de desafío.
—Muy bien es tú decisión Dean, levántate de la mesa y vete a tu cuarto, espérame allá tú y yo vamos a tener una plática sobre tu actitud, si doy una orden se obedece sin discutir ¿Quedó claro jovencito? — dijo de manera firme el cazador ojiverde, el chico asintió y salió rumbo a su habitación molesto.
Cuando todos terminaron de cenar, el hombre se dirigió hacia el cuarto que compartía con los chicos para hablar con su hijo pero Susan lo interceptó, le dijo que era importante necesitaba hablar con él.
—John ¿No has notado el cambio en los chicos? Algo está pasando, están actuando diferente de cómo eran de niños, tú nunca me has contado que Dean fuera rebelde o que Sammy te hiciera tantas rabietas además está demasiado cariñoso contigo, se podría decir que actúa hasta consentido, Dianne llora por todo y Tommy con excepción de la pelea de hoy está muy callado— cuestionó la mujer, le dijo que además ninguno de los chicos mayores estaba comiendo.
El cazador estuvo de acuerdo con ella, no era el comportamiento usual de los niños, con excepción de Sammy quién siempre había tenido tendencia por los berrinches, solo que ahora era una versión corregida y aumentada.
Su amiga le pidió que no fuera tan estricto con el niño, eso le recordó a Mary que siempre intercedía por Dean ante él cuando el niño estaba en problemas, pero tenía que aprender que había reglas que debía obedecer y no poner a prueba sus límites.
Cuando entró en la habitación, su hijo estaba acostado, tenía las mejillas bastante rojas y sudaba, cuando lo tocó se dio cuenta de que tenía bastante fiebre, lo cargó y bajo corriendo las escaleras, en la sala se encontró con Susan quién llevaba a Tommy exactamente en el mismo estado, le pidió a Bobby que revisara la temperatura de los pequeños quién para su tranquilidad les dijo que era normal. Susan le pidió que se quedara con ellos, ya que ambos padres iban a llevar a sus hijos al hospital más cercano.
Cuando llegaron, los estaba esperando una pediatra de nombre Sandra Taylor, Bobby la había llamado para contarle del caso, todo mundo la conocía como Sandy, no era cazadora pero en ocasiones se encargaba de las enfermedades de los hijos de éstos por lo que estaba al tanto de lo sobrenatural.
De inmediato pidió que localizaran al Dr. Christopher Connery, ambos eran pedíatras bastante reconocidos, se llevaron a ambos chicos y les pidió que esperaran en una salita a unos metros de donde metieron a sus hijos.
Después de un buen rato, ambos médicos salieron para hablar con los angustiados padres, les dijeron que ya habían bajado la fiebre y que no se preocuparan, los chicos tenían una enfermedad muy común en los niños, los llevaron a ver a los chicos que se veían bastante mejor pero los miraban interrogantes.
—Jovencitos ambos tienes varicela, por eso era la fiebre— dijo el pedíatra de nombre Christopher.
Todos estaban sorprendidos, la doctora les explicó que no era grave, no debían preocuparse les explicó cómo tratarlos y los medicamentos que debían tomar, también tenían que evitar la neumonía ya que era común en algunos casos.
Al ver la duda en los padres les explicó que aun cuando en realidad eran adultos al regresar a la infancia estaban expuestos a las mismas enfermedades que un niño normal por lo que tenían que tomar precauciones.
—Una última pregunta ¿tienen más hijos? Por qué es necesario revisarlos ya que la varicela es muy contagiosa hasta que las ronchas se sequen los primeros días— les explicó Sandy.
Durante varios días, los chicos tuvieron varias veces fiebre, estaban irritables y cansados. Susan subió para revisar su temperatura y encontró a su hijo con una expresión preocupada en su joven rostro.
—Mamá creo que Dean no está bien, tiene pesadillas todas las noches, yo creo que extraña a su mami por qué la llama— contó Tommy mientras miraba al otro niño dormido.
Susan asintió y salió en busca del padre, John se acercó a la cama de su hijo, en efecto el chico se movía inquieto y llamaba a su madre, esto provocó una gran tristeza en el cazador, sabía que su hijo no había superado su muerte.
Despertó al chico de la pesadilla, el niño abrió sus grandes ojos verdes y aferrándose a su padre, rompió en llanto lo cual era extraño ya que el niño era muy raro que llorara.
—Dean, ssh tranquilo hijo todo está bien, te tengo papi está aquí, sólo fue una pesadilla ssh— decía el padre meciéndolo, tratando de tranquilizar al angustiado niño que temblaba en sus brazos.
No había visto llorar a su hijo de esa manera desde que Mary murió, recordó que su esposa solía cantarle su canción favorita de Los Beatles “Hey Jude” para calmarlo y comenzó a cantarle, pasaron más de veinte minutos para que el cazador se diera cuenta de que el niño estaba profundamente dormido en sus brazos, lo acostó y salió de la habitación.
Cuando llevaron a los más pequeños al consultorio días antes, Sandy les dijo que estaban bien pero después se desató el drama, en el momento que ambos médicos les dijeron a los cazadores que los tenían que vacunar.
Los niños rogaron, prometieron portarse bien, lloraron, gritaron, a ambos se les hizo un nudo en la garganta cuando les pidieron sostener a ambos niños que se retorcían y pataleaban, pero no pudieron evitar las dichosas vacunas.
Al salir del consultorio trataban en vano de consolarlos, prometiendo llevarlos a comer helado pero fue inútil.
—¡Son malos…ya no los quiedo… soltame!… — gritaba la niña a su madre entre sollozos, cuando la trataba de consolar.
John llevaba en brazos al pequeño, tenía que detenerle la cabeza ya que se arqueaba y retorcía para que lo bajara, estaban furiosos contra sus padres.
Cuando llegaron a casa del otro cazador, en cuanto los niños lo vieron corrieron hacia él y se aferraron a sus piernas, como si él fuera su salvación en contra de algún monstruo.
Sorprendido, Bobby vio a los padres buscando alguna explicación a la repentina furia de los chicos.
—¿Así de mal estuvo eh,…qué… vacunas? —preguntó mientras se ponía de rodillas para quedar a la altura de ambos pequeños que tenían todavía lágrimas en sus rostros.
Ambos padres asintieron y le contaron el episodio en el consultorio y que ahora ellos eran los malos de la película.
—Tranquilos chicos, ustedes son dos niños valientes ¿no pudo ser tan malo? — preguntó el experimentado hombre tratando de separarlos de su cuello.
Ambos asintieron y “acusaron con su tío” a ambos cazadores, le contaron lo “malos” que habían sido sus padres. Tratando de cambiar el humor de los chicos, les preguntó si recordaban quién era Jo, cuando los chicos negaron, les explicó que era hermana de Dean y Sammy, los adultos lo miraron interrogantes.
—La llamé ya que con Dean y Tom enfermos y dos chiquillos latosos corriendo por ahí sin contar nuestra investigación, necesitamos que alguien los cuide— comentó a sus amigos.
En ese momento, entró en la habitación la gemela de Sam, sorprendida de ver a su hermano y a la otra chica, efectivamente como le había contado Bobby.
—Hola papá, Susan, hola chicos ¿Sammy sabes quién soy? — preguntó la joven al niño, mientras saludaba a los adultos, se giró haciéndole la misma pregunta a la niña.
Ambos niños asintieron, acercándose con curiosidad a la joven rubia parada cerca de su tío, buscando la aprobación de los adultos Jo los miró mientras hablaba con los pequeños.
—¿Qué les parece si vamos a la cocina, quieren un pedazo de pay? Seguro tío Bobby tiene guardado un poco— les cerró el ojo mientras los dos adultos asentían.
Los niños asintieron entusiasmados por la idea del postre prometido y dándole la mano la acompañaron a la cocina.
—A Deannie también le gusta el pay, está enfedmo y Tommy también, hoy papi fue malo…— contaba Sammy sin soltarle la mano le señaló a su padre.
La chica le dirigió una sonrisa de complicidad.
—Muy mal Sammy si papi fue malo contigo, entonces no le damos pay ¿qué te parece? — respondió Jo tratando de no reír mientras fingía meditar la situación y veía que su padre ponía los ojos en blanco.
Esa noche ambos chicos quisieron que Jo los acostara ya que continuaban enojados con sus padres, ella ocupó junto con Sammy y Dianne, una de las camas de la habitación de Susan.
John se encargaba del cuidado de los jovencitos, había intentado de todo para mejorar el humor de ellos y de que no se rascaran, pero lo único que les daba alivio eran los baños en tina con avena y el medicamento que les habían recetado, había algo más que preocupaba al cazador desde que comenzaron las pesadillas de su hijo mayor este había comenzado a mojar la cama, algo que nunca había pasado ni cuando era pequeño, tenía que preguntarle a Sandy a que se debía.
Después de un rato fue a verlos para ver que no se hubieran quedado dormidos en el agua, pero los encontró muy entretenidos jugando a la guerra con dos patos de hule que Bobby les había regalado, Dean por supuesto le dio su toque personal al suyo, con ellos se echaban agua en la espalda y entre ellos, los rellenaban una y otra vez, en cuanto lo vieron le apuntaron con “las armas”.
—Cuidado compañero, nos ataca el enemigo... tengo un pato cargado y no tengo miedo de usarlo, no nos rendiremos— dijo su hijo lanzándole un chorro de agua, que cayó cerca de los pies del cazador.
Su padre movió la cabeza, se pasó la mano por la cara tratando de ocultar su risa y le dijo que más les valía que los patos conservaran el agua dentro de la tina, si querían que sus compañeros de armas sobrevivieran lo suficiente para otras batallas.
El hombre salió del baño y sonrió cuando escuchó al otro chico decirles a los patos que los adultos eran así, no sabían jugar y si iban a vivir ahí, tenían que saberlo.
Después de los chicos, le tocó su turno al pequeño Sammy en la bañera. John se encontraba hincado ante la tina de espaldas a la puerta, de repente escucho una risita infantil atrás de él, giró la cabeza para ver a la niña parada cerca de la puerta, Susan entró en ese momento al escuchar las risas de la niña y le preguntó qué era tan gracioso.
—Mami a papi se le ve la dayita— contestó la pequeña, tapando su boca con una de sus manitas.
La cara del cazador se puso roja como un tomate, al darse cuenta que sus pantalones se encontraban a la mitad de su trasero, al levantar la vista vio que la mujer estaba tan apenada como él.
—Este…Pulga vámonos de aquí que papi está bañando a Sammy, vamos a ponerte la pijama— dijo sacando a la niña del baño que no paraba de reír.
Esa noche John se despertó al sentir un pequeño peso en su pecho, cuando abrió los ojos vio una masa de rizos revueltos, Sammy se encontraba dormido en su cama aferrando su camiseta con una mano mientras la otra estaba en su pequeña cara, su pulgar en la boca.
El hombre sonrió, su hijo solía cambiarse de cama cuando era muy pequeño, jamás pensó que volvería a dormir con su hijo en sus brazos, suavemente acarició los rizos pensando que debía haber hecho algo bueno en su vida para merecer a sus niños, eran buenos chicos, cada uno era especial, Dean el protector con su sonrisa cínica, Sammy rebelde y sensible siempre retándolo, Beth con su fingida indiferencia pero celosa de cualquier mujer que se acercara a él y por último Adam con sus expresivos ojos azules y su inocencia.
Pensando en ellos, por primera vez en mucho tiempo John Winchester se durmió con una sonrisa en los labios mientras rodeaba con sus brazos al niño dormido en su pecho.
Por la mañana se despertó al escuchar a Susan y a su hija que buscaban a los pequeños, cuando entraron en la cocina, no estaban preparados para ver la escena frente a ellos.
—¿Qué creen que están haciendo? — preguntó él cruzando los brazos.
Ambos niños brincaron al escuchar el tono de voz, pero cuando levantaron la vista, les sonrieron inocentemente.
—Sayunando helado papi — contestó la niña, volviendo a meter la cuchara junto con su mano en el envase frente a ella.
Susan no sabía si reír o llorar, ambos chicos estaban sentados en el suelo cubiertos de pies a cabeza de helado, lo mismo que buena parte del suelo.
—Samuel y Dianne, tienen 10 minutos para limpiar éste desastre o van a estar castigados todo el día en su cuarto —regaño severo John y salió de la habitación buscando refugio en el estudio de su amigo donde dio rienda suelta a su risa.
Ambas mujeres les ayudaron a limpiar la cocina y los llevaron al baño en su cuarto.
Después de un rato el cazador escuchó un leve golpe en la puerta, cuando la abrió vio a los dos niños ya bañados frente a él de la mano de su hija, le dijo que los pequeños querían hablar con él.
La joven les sonrió para darles valor, ambos se acercaron al hombre con sus miradas fijas en el suelo.
—Lo sentimos papi, vamos a sed buenos y no vamos a comed helado nunca nunca más, lo pometemos —aseveró el niño que había comenzado a morder su labio.
El hombre les sonrió levantándolos en brazos, les dijo que estaba bien comer helado pero que no era un desayuno y que debían pedir permiso antes de hacerlo.
Los pequeños le preguntaron indecisos si ya no estaba enojado, no querían que los castigara a lo que su padre les respondió que no pero que debían portarse bien, ambos chicos lo abrazaron con tanta fuerza que pareciera que querían fundirse en sus brazos.
Al día siguiente se encontraban ocupados investigando, cuando Bobby les comentó que le había pedido ayuda a Castiel, el ángel prometió averiguar lo que pudiera.
De pronto oyeron la voz alterada de la joven, provenía de la sala y molesto salió John para ver que sucedía, se encontró a ambos niños trepados en uno de los libreros, trataban de bajar el coche que unos días antes les había castigado él.
—Sam y Dianne, bajen ahora mismo —ordenó el patriarca Winchester tratando de no asustarlos para que no se cayeran.
El chico al ver a su padre, comenzó el descenso y en el último tramo, se lanzó a los brazos del cazador diciéndole que era “Spideman”, el hombre lo atrapó justo a tiempo y se lo pasó a su hermana, volteó a ver a la niña que seguía en lo alto del mueble.
—Dianne, bájate ahora, obedece o te pego —amenazó el cazador con la esperanza de que la niña hiciera lo que se le ordenaba.
Nunca espero la respuesta que recibió, la niña lo miró desafiante.
—¡No! ni me bajo, ni me pegas, ni obedezo —contestó la pequeña muy decidida.
El cazador se quedó sorprendido por la respuesta de la niñita, trataba de no reírse pero en ese momento entró su amiga, al escuchar la respuesta de su hija decidió ser más firme en su tono de voz.
—Dianne Nicole Holls, bájate en este instante, esa no es forma de contestar, si no estás aquí a la cuenta de tres mami se va a enojar mucho contigo, uno… — dijo señalando el lugar junto a ella.
La niña comenzó a bajar, cuando estuvo a su alcance John la tomó y se la paso a su madre, ambos padres se habían asustado imaginando a sus niños cayendo del librero, les preguntaron si entendían que lo que habían hecho estaba mal, ambos niños asintieron, mirándolos con sus ojos llenos de lágrimas, por lo que ambos chicos recibieron una palmada en sus pequeños traseros por parte del cazador.
Ambos chiquillos rompieron a llorar, les explicaron que era peligroso lo que habían hecho, mientras se sentaban meciendo a los niños en sus brazos, poco a poco los sollozos disminuyeron y al rato se dieron cuenta que los niños se encontraban dormidos aferrando sus camisas respectivamente.
—Maldición Beth ¿Cómo dejaste que se subieran? Se pudieron haber lastimado, tienes que estar más atenta, no es posible que no puedas controlar a dos pequeños se supone que tú eres el adulto aquí, son tu responsabilidad— regaño el hombre a su hija.
La chica lo miraba dolida.
—No puedo creer lo que me dices, no fue mi culpa, me pidieron jugo y fui a la cocina por sus vasos, los perdí de vista solo unos segundos papá, además no son mi responsabilidad, son sus hijos no los míos, yo solo trato de ayudar— contestó enojada.
La chica tenía razón pensó John, le pidió que lo disculpara por descargar con ella su frustración.
Los acostaron en el sillón y le pidieron a la chica que no los perdiera de vista.
Cuando regresaron con su amigo, le contaron lo que acababa de suceder, lo temerarios que eran ambos pequeños.
—Dios Singer, me siento como un hijo de…, me siento terrible al castigarlos después de lo que están pasando, pero cuando vi cómo se lanzó Sammy, la sangre se me heló imaginándolo tendido, y Sue ¿Con qué la Fierecilla era una niñita dulce eh? Me van sacar más canas de las que ya tengo— decía John mientras se pasaba la mano por los oscuros cabellos que mostraban algunas— además está el estado emocional de Dean que me preocupa— agregó mirando a la mujer.
Ella se sentía igual, no sabía cuánto tiempo más pudiera seguir con esa situación ¿Qué pasaría si no encontraban solución a este problema? — cuestionó Susan mientras lágrimas de angustia y frustración, corrían por su rostro.
En ese momento frente a ellos apareció el hombre causante de todo.
—¿Qué pasa chicos, tan pronto se dan por vencidos? Pensé que nuestro pequeño juego les iba a gustar, después de todo fue lo que ustedes desearon— decía recordándoles las palabras que habían dicho esa noche.
Castiel apareció frente al hombre, asombrado como si lo reconociera, el otro lo miró molesto.
—No es tu asunto Castiel, vete —ordenó el ser chasqueando los dedos y en ese momento el ángel se evaporó.
El patriarca de los Winchester, se le fue encima pero el hombrecillo desapareció.
Les dijo que tenían que localizarlo para obligarlo a devolver a los chicos a su estado real.
—¿Qué, te vas a hacer amigo suyo en Facebook o como piensas que lo localicemos? — preguntó su amigo burlonamente.
En ese momento, Jo entró en la habitación para avisarles que unas personas, buscaban a los “señores Winchester”, mirando a su padre un tanto molesta.
Eran los pedíatras de los chicos, Sandy y Chris querían saber cómo seguían, los acompañaron al cuarto de los chicos.
Después de revisarlos, les comentaron a los padres que ya no había peligro de contagio y que podían salir de la habitación pero debían seguir con el medicamento y descansar.
—¿Papá puedo ir a ver a Sammy? — fue lo primero que preguntó Dean cuando escuchó que ya podía salir.
Su padre asintió sonriendo, sabía que su hijo mayor adoraba al otro chico, ambos chicos salieron disparados rumbo a la sala.
—Gracias por venir a verlos, quisiera hacerles una pregunta— comentó el cazador pelinegro mientras se dirigían a la parte baja de la casa.
Los cinco adultos tomaron asiento en la mesa de la cocina les comentó de las pesadillas del chico rubio y su preocupación ya que el niño jamás había mojado la cama antes.
—John no se preocupe tanto, es normal en los niños ese tipo de problemas cuando están bajo mucha tensión y por lo que me han comentado, tienen suerte su esposa y usted de que sea solo uno y no los cuatro los que presenten ese problema, sólo necesitan platicar con él, que les cuente sus miedos y hacerle sentir que está seguro— les comento Sandy.
Los tres cazadores se les quedaron viendo y fue Bobby quien rompió el silencio con una carcajada, ante la mirada de ambos médicos que no entendían la broma.
Les explicó que Susan y John no eran pareja ni estaban casados, ahora entendía John por qué su hija estaba molesta.
—Sandy ¿Recuerdas a los Hollstington, a Jimmy? Susan fue su esposa, el murió hace poco y Tommy y la pequeña son sus hijos— explicó a la apenada mujer.
Christopher quiso cambiar el tema al ver la mirada de la cazadora al escuchar la mención de su difunto marido y les preguntó a los padres si habría algún problema si veían a los pequeños ya que después de la visita al consultorio querían congraciarse con ellos, ambos les dijeron que no era necesario pero la otra pareja insistió, por lo que los acompañaron.
Los cinco chicos se encontraban en la sala, Jo les contaba una historia que los mantenía muy atentos, como era de esperarse Dean tenía en sus piernas a Sammy mientras que Tommy tenía a su vez a la pequeña Dianne.
Cada vez que el pequeño se metía el dedo en la boca, su hermano se lo sacaba.
—No Sammy ya eres un niño grande, solo los bebés se chupan el dedo ¿verdad? Además sabes que a papá no le gusta que lo hagas, dice que tus dientes se van a estro…poner feos ¿y tú no quieres eso? —explicó muy serio su hermano.
El pequeño negó con la cabeza sacando su dedo de la boca, al ver eso John sonrió solo Dean lograba que su hermano hiciera lo que se le decía—pensó el cazador
—Hola muñecos— dijo Sandy a los pequeños sonriéndoles.
Al verla los dos pequeños, se levantaron de un salto y corrieron a ocultarse tras un sillón ante el asombro de todos.
Los dos médicos se sentaron en el suelo para demostrarles que no eran una amenaza, les dijeron que como vieron que estaban muy tristes el otro día, les traían un regalo y los llamaron nuevamente.
—Vengan, miren lo que les trajimos— decía nuevamente la mujer mientras les mostraba unos cuentos para iluminar y dos cajas de crayones.
Ambos niños se negaron a salir desconfiando de ambos pediatras, al darse cuenta del problema Susan le pidió a los chicos mayores les mostrarán que no había nada que temer, a lo que ellos asintieron sentándose junto a los dos adultos.
—¿No nos van a picar, lo prometen? — preguntó dudoso Sam, ante el asombro de los dos cazadores al darse cuenta que el niño ya pronunciaba la r, ambos miraron a sus padres esperando su aprobación.
—Está bien niños pueden tomarlos son para ustedes— dijo John con voz calmada.
Sandy les sonrió y levantó muy solemne su mano derecha.
—Prometido mi amor, no más inyecciones— aseguró la mujer médico extendiéndole su mano.
Ambos chicos asintieron y se acercaron para ver los cuentos, después de un rato los dos pequeños acabaron sentados muy cómodamente en las piernas de ambos adultos, mientras coloreaban.
Bobby les pidió que se quedaran para cenar pero ambos médicos tenían que hacer guardia en el hospital por lo que se marcharon.
—Bobby, ¿cuál es la historia de Chris y Sandy y de donde conoce a Jim? Es raro que casi siempre que los vemos están juntos— preguntó curiosa Susan mientras le ayudaba a lavar los platos de la cena.
El cazador les contó que la familia de Jim y la de Sandy eran parientes, pero que no se frecuentaban mucho, Jim había vivido de adolescente con la familia de Sandy. Y Christopher había llegado al pueblo para dar una conferencia sobre enfermedades infecciosas en niños cuando conoció a la mujer, se enamoró de ella y ya no se marchó, nadie sabía por qué no se han casado después de años de ser pareja.
Susan y John se encontraban bromeando acerca del malentendido de su situación, mientras secaban los platos.
—Uh uh, necesitaría estar loca para estar casada contigo John Winchester, con el carácter que tienes —comentó la mujer riendo mientras el hombre de ojos verdes le lanzaba la toalla húmeda a la cabeza.
De pronto el cazador sintió una ligera palmada en su trasero, giró su cabeza sobre su hombro y sorprendido, vio a su pequeño con el ceño fruncido y los bracitos cruzados sobre su pecho.
—Papi eso no se hace, a las niñas no se les pega —lo regaño muy serio el pequeño Sammy agitando su dedo índice frente a él.
Su padre levantó una ceja mirando a la mujer, ambos adultos trataron de no reír, levantó a su hijo en brazos.
—Sammy, ¿le acabas de pegar a papi por qué papi le aventó la toalla a Susan? Tranquilo tigre, estábamos jugando pero estoy orgulloso de ti por defenderla, pero te recuerdo que a papi no se le pega ¿ok? — preguntó al niño en sus brazos que asintió en respuesta a ambas preguntas.
La mujer le extendió los brazos al niño, que gustoso se fue con ella ante la sonrisa del cazador, su hijo siempre defendía a las mujeres en apuros recordó que así había conocido Sammy a Dianne años atrás.
—Bueno mi Príncipe Valiente, dales las buenas noches a papi y a tío Bobby, por qué ya es hora de dormir— dijo al niño que comenzaba a bostezar.
Los hombres le dieron las buenas noches y el niño les dio un húmedo beso en la mejilla, los dos cazadores vieron cómo se marchaba hacia las escaleras con el niño en brazos acompañada de Jo que llevaba a Dianne profundamente dormida.
—Jo, estoy muy agradecida contigo por cuidar de los chicos, te quieren mucho, has sido de gran ayuda y sé que tu padre está orgulloso de ti —expresó la cazadora mientras acostaban a los dos pequeños rebeldes.
La joven la miró sorprendida, no esperaba esas palabras de la amiga de su padre.
—Gracias Susan es difícil no quererlos, pero por favor no se lo digas, se pondría inaguantable— respondió señalando con la cabeza a la pequeña.
Cuando Susan regresó a la cocina, ambos hombres le explicaron que ya sabían cómo resolver el problema y le pidieron que los acompañara fuera de la casa y llamaron al bromista, que se apareció frente a ellos.
—Ya sabemos quién eres, lo que queremos saber es ¿en qué bando estás? Gabriel— dijo Bobby mirando al bromista a los ojos.
En ese momento John lanzó un fósforo encendido frente al hombre, alrededor de éste se levantaron las llamas atrapándolo en un círculo de fuego.
La mujer miró interrogante a sus amigos.
—No es un bromista Susan, es Gabriel el arcángel—explicó John a su amiga sin quitarle la vista de encima a éste.
Los cazadores le explicaron que solo en un círculo de fuego hecho con aceite consagrado se podía atrapar a un ángel ya que no lo podían cruzar.
—No trabajo para nadie estúpido arrogante, vamos chicos ¿Cómo voy a ser un ángel? —dijo de manera burlona pero al ver que hablaban en serio comenzó a aplaudirles — Bien jugado ¿Cómo lo supieron? — preguntó Gabriel.
Los hombres le explicaron que fue su forma de hablarle a Castiel, como si lo conociera.
—¿Qué dice tú Papá cuando haces esto? No creo que esté muy feliz cuando regreses. Queremos que regreses a Castiel de donde lo enviaste y también que nuestros hijos regresen a su edad real— exigió John, solo así lo liberarían.
Gabriel accedió chasqueando los dedos y en ese momento apareció el otro ángel, les dijo que sus hijos iban a amanecer como eran antes.
—Les aconsejo que les dejen ropa de su talla cerca— dijo sonriendo sarcásticamente.
Pero su semblante cambio cuando vio que se marchaban dejándolo atrapado, les dijo que habían hecho un trato pero la mujer le contestó que hasta que sus hijos no regresaran a su verdadera edad, no lo iban a liberar.
Castiel les explicó que su hermano mayor lo había hecho solo por diversión sin ninguna intención de lastimarlos, sabía que para el futuro los muchachos jugaban un papel importante, cuando le preguntaron a qué se refería solo desapareció.
—Bueno, está es la última oportunidad que van a tener ambos de poder levantar a sus hijos en brazos, les aconsejo que la aprovechen por qué para mañana vamos a tener nuevamente a los cuatro adultos, espero— comentó Bobby mientras veían a los cuatro pequeños frente a ellos que dormían tranquilamente.
Ambos cazadores abrazaron a los chicos y los besaron deseándoles buenas noches, cuando vieron un destello de luz ambos se giraron hacia el otro cazador que tenía una gran sonrisa en su rostro y vieron en sus manos…una cámara fotográfica.
—Singer ¿No te habrás atrevido a tomarles fotos?— preguntó John sonriéndole a su amigo.
—Sip, todos y cada uno de los días, no podía desaprovechar ésta oportunidad Johnny ¿han escuchado sobre el chantaje? — dijo con una sonrisa maliciosa mientras se acomodaba nuevamente su gorra de baseball mostrándoles las fotos, éste esbozó una gran sonrisa al ver las imágenes.
Había fotos de Dean y Tom en la tina jugando con los patos, de Sam dormido con el dedo en la boca acostado en el pecho de su padre, de John en cuatro patas con los dos pequeños encima, de Dianne abrazando a Jo sentada en sus piernas…
—¿Estás consiente Bobby que si se enteran te van a matar, cómo pudiste hacerles eso? por cierto ¿hay forma de que me mandes una copia a mi correo electrónico? —bromeó Susan mientras miraba todas las imágenes.
El cazador le sonrió y le dijo que contara con ellas, bajaron a la cocina por unas cervezas, necesitaban relajarse después de los días que habían pasado.
Antes de acostarse, John se llevó al pequeño Sammy a su habitación, no quería imaginarse su reacción si regresaba a su edad adulta y se encontraba en la misma cama con Dianne y su hermana.
A la mañana siguiente al darse cuenta que los jóvenes habían vuelto, le pidieron a Bobby que liberara al arcángel.
La gemela de Sam, decidió marcharse ya que todo había regresado a la normalidad y se despidió de todos, cuando se acercó a Dianne las dos se miraron por largo rato.
—Gracias por todo Jo— murmuró la joven Holls a lo que la otra rubia respondió solo encogiéndose de hombros.
Cuanto la joven Winchester subió a su auto volteó a ver a su padre.
—Hey papá después de los últimos días, si todos los niños son como esos dos, puedes olvidarte de tener nietos por mi parte— dijo señalando con la cabeza a Sam y Dianne mientras arrancaba el motor y se ponía en marcha.
Dentro de la casa John llamó aparte a sus hijos, quería hablar con ellos, primero le preguntó a su hijo mayor si se encontraba bien.
—Por supuesto ¿Por qué no iba a estarlo? Papá los momentos sentimentales déjalos para Sasquatch— respondió con su acostumbrada sonrisa sarcástica.
Al cazador le daba gusto darse cuenta que su hijo había regresado a su acostumbrado sentido del humor, le dio una palmada en la nuca.
—Deja en paz a tu hermano, escucha Sammy la última vez tuvimos una terrible pelea— dijo mirando a los ojos al joven.
El muchacho bajo la mirada, no sabía si su padre seguía enojado por eso.
—Sí señor, siento haberte gritado— respondió Sam dócilmente.
Su padre le sonrió y lo tomó por el cuello afectuosamente.
—Yo también lo siento hijo, es bueno tenerlos de vuelta — dijo abrazando a los dos muchachos.
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Al día siguiente se despidieron de Bobby y emprendieron el regreso a Lawrence, todos iban bastante callados por lo que Susan quiso romper el silencio.
—John a pesar de todo, tuvimos buenos momentos, eran lindos creo que los voy a extrañ…—comenzaba a decir cuando su amigo puso su mano sobre su boca.
La mujer lo miró molesta tratando de quitarle la mano.
—Oh no, ni de broma se te ocurra decirlo Sue, no pienso volver a pasar por lo mismo— dijo el patriarca muy serio.
Ella lo miró unos minutos y asintió.
Cuando se encontraban cerca del siguiente pueblo, vio un letrero de McDonald´s y quiso jugarles una broma a los muchachos.
—Sue, podemos parar aquí, para que los “niños” vayan al baño y mientras yo ordeno la comida ¿Les parecen cuatro Cajitas Feliz? si son buenos compramos pay de postre, hey Sammy ¿Quieres que llamemos a la patrulla antipayasos?— mirando a la mujer que le dirigió una sonrisa de complicidad.
Por el retrovisor vio que cuatro pares de ojos lo miraban muy molestos, ambos cazadores rieron de la broma y continuaron su camino.
Sabía que a pesar de lo que su amigo dijera, en el fondo él también iba a extrañar a los cuatro pequeños.